Una expectativa es una creencia sólida de que algo sucederá (o no). Es una norma sobre cómo nos gustaría que se comportara la gente y cómo queremos que sea el mundo.
Cuando aprendemos a controlar nuestras propias expectativas, reducimos nuestras decepciones.
“Si no esperas nada de nadie, nunca te decepcionarás”. -Sylvia Plath-
Todos sabemos que las expectativas suelen ser el origen de las decepciones.
Cuando tejemos sueños basados en suposiciones y planificamos partes de nuestra vida con alguien sin tener certeza de sus sentimientos, corremos un alto riesgo de que se nos rompa el corazón.
No siempre la realidad se ajusta a nuestras ideas preconcebidas.
Los pensamientos y sentimientos de los demás no están necesariamente en armonía con los nuestros, y el mundo no se pliega a nuestros deseos.A veces, el destino nos depara sorpresas inesperadas.
La clave para navegar por este mundo impredecible es adoptar una actitud abierta ante los acontecimientos, vivir el momento sin apegarse a un futuro incierto.
Por supuesto, poner esto en práctica es más fácil decirlo que hacerlo. Como seres emocionales que somos, incluso las personas más reservadas aspiran en secreto a tener amistades auténticas, relaciones familiares sanas o un amor duradero. Incluso sin saberlo, desarrollamos vínculos emocionales y expectativas de los demás.
Esto puede ser difícil de eliminar por completo, pero podemos ahorrarnos muchas lágrimas y dolor aprendiendo a gestionarlo de forma saludable.
Las expectativas no siempre se ajustan a la realidad, se deslizan por nuestros pensamientos y emociones, convenciéndonos de que nuestros mayores deseos se harán realidad de forma inevitable. Nos empujan a dejar atrás el mundo real y nos encierran en un mundo imaginario en el que todo es ideal.
Sin embargo, tarde o temprano estas expectativas se esfuman, dando paso a una realidad a veces dolorosa, fría y solitaria.
Debemos intentar permanecer anclados en el mundo real, incluso cuando nuestra mente divague momentáneamente.
Mantener una perspectiva realista es esencial para evitar la decepción, porque cuando nos mantenemos centrados en la realidad, no damos a las expectativas el poder de desilusionarnos.
Si te decepcionan regularmente las discrepancias entre tus expectativas y la realidad, tómate el tiempo necesario para evaluar tu comportamiento. Pregúntate cuánto valen realmente esas expectativas. Te mereces algo más que soñar con algo que quizá nunca llegue a materializarse.
¿Por qué suelen ser las expectativas las que llevan a la decepción?
Las expectativas suelen llevar a la decepción por varias razones. En primer lugar, las ilusiones suelen basarse en suposiciones e ideas preconcebidas que pueden no corresponderse con la realidad. Cuando ésta difiere de lo que imaginamos, podemos sentirnos decepcionados.
Además, las creencias pueden crear una visión idealizada de las situaciones o las relaciones, lo que dificulta que la realidad responda a esas expectativas, a menudo poco realistas.
Las personas también pueden proyectar sus propios deseos y necesidades en una situación o persona, creando creencias que no son necesariamente compartidas por los demás.
Además, las expectativas pueden llevar a centrarse excesivamente en un resultado concreto, dejando poco margen para apreciar los aspectos positivos de la realidad a medida que se desarrolla. Cuando las circunstancias no se corresponden con estas pequeñas esperanzas, puede producirse un sentimiento de decepción.
Por tanto, las ilusiones pueden ser decepcionantes porque a menudo se basan en percepciones subjetivas, ideas idealizadas y proyecciones personales, lo que dificulta que la realidad responda satisfactoriamente a esas expectativas.
Por Julia L.
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⚠️Aviso Importante: ⚠️ Este contenido se proporciona solo con fines informativos y educativos. No debe interpretarse ni usarse como sustituto del diagnóstico, consejo o tratamiento profesional. Si tienes preocupaciones o dudas, consulta siempre a un especialista de confianza.