“Un corazón alegre es como una buena medicina, pero un espíritu decaído seca los huesos”. Proverbios 17:22
Dentro de cada uno de nosotros hay una caja en la que guardamos nuestras verdades, creencias profundamente arraigadas que dan forma a nuestro ser.
Sin embargo, estas verdades varían según nuestra perspectiva y convicciones personales.
La naturaleza de estas virtudes está intrínsecamente ligada a nuestra percepción individual, salvo en el caso de las verdades absolutas, principios indiscutibles que son verdaderos en todo momento, lugar y para todos.
Sin embargo, esta reflexión no se centra en esas verdades absolutas.
No pretendo que quienes conozcan el contenido de mi caja de verdades se adhieran a las mismas creencias que poseo. Pero a veces tú y yo podemos compartir verdades similares con otros, o intercambiar distintas verdades entre nosotros.
No pretendo que quienes conozcan el contenido de mi caja de verdades se adhieran a las mismas creencias que poseo. Pero a veces tú y yo podemos compartir verdades similares con otros, o intercambiar distintas verdades entre nosotros.
Siempre es saludable y enriquecedor descubrir certezas distintas a las nuestras, porque creo firmemente en el intercambio como mecanismo esencial para nuestra mejora y evolución personal.
El propósito de esta larga introducción es dejar claro que mis textos no pretenden convencer a nadie de las verdades contenidas en mi cajita, sino sólo compartir conceptos y expresar lo que creo que puede ser útil para alguien que no sea yo misma.
Este texto no trata de verdades, sino de la importancia real que concedo a la necesidad de alimentar la espiritualidad.
Sea cual sea la religión a la que uno se dedique, o a ninguna en particular, la práctica de alimentar el espíritu, la esencia (si alguien prefiere llamarlo así) es esencial para experimentar un mayor equilibrio en la vida.
Del mismo modo que alimentamos nuestro cuerpo, nuestro intelecto y nuestra psique, también es necesario buscar elementos para alimentar nuestro espíritu.
Sólo los escépticos o materialistas que no creen en la inmortalidad del alma no comprenden la necesidad de cuidar el ser interior que habita en cada uno de nosotros.
Es vital que alimentemos nuestro espíritu adoptando actitudes positivas y constructivas, como la tolerancia y la resignación ante los momentos difíciles. Estas actitudes edificantes nos ayudan a estar mejor preparados para afrontar los retos con calma y serenidad.
La cultura de la espiritualidad favorece la aparición de actitudes solidarias y suscita sentimientos altruistas, esenciales para desarrollar una autoestima floreciente. Al nutrir nuestro espíritu tanto como nuestro cuerpo y nuestro entorno, reforzamos nuestro bienestar general y mejoramos nuestra calidad de vida.
De hecho, creo que las personas sólo pueden estar verdaderamente bien si cuidan su desarrollo espiritual junto a sus necesidades materiales y sus relaciones con el mundo que les rodea.
La existencia humana no se reduce a una búsqueda superficial de materialismo y experiencias fugaces ligadas a la muerte física. Al contrario, poseemos una profundidad interior que hay que explorar y cultivar. Para ello, es esencial buscar una conexión con la espiritualidad.
Esta conexión con la espiritualidad nos acerca a las palabras, los comportamientos y las prácticas correctas. La cultura de la solidaridad, la creencia en la resignación activa, la voluntad de comprender, aceptar, perdonar y agradecer nos fortalecen emocionalmente. Nos dan una sensación interior de bienestar, nos hacen sentir orgullosos de nosotros mismos y nos motivan a perseverar en nuestros esfuerzos.
De este modo, la espiritualidad desempeña un papel esencial para ayudarnos a afrontar y superar nuestras pruebas, ofreciéndonos la certeza de que no estamos solos en nuestro camino.
Las necesidades espirituales no son menos reales que las necesidades biológicas y sociales. Aportan un nuevo sentido y reorganizan nuestra vida. A veces transforman nuestras aspiraciones, deseos y motivaciones, despertando valores universales como la empatía, la ética, la compasión y el amor incondicional.
Algunas personas encuentran la plenitud en la comunión con la naturaleza y la práctica de la meditación. Otras necesitan la proximidad de una religión para conectar espiritualmente, mientras que algunas encuentran esta conexión a través de la acción humanitaria.
Lo esencial no es la forma o la apariencia, sino la práctica regular de buscar el contacto con la espiritualidad.
Espero sinceramente que mi mensaje haya sido claro y que pueda aportar un toque de positividad a tu día, de un modo u otro. Que la reflexión que he compartido sea una fuente de inspiración o consuelo para ti.
La espiritualidad no puede olvidarse, porque es lo que nos hace humanos.
El propósito de esta larga introducción es dejar claro que mis textos no pretenden convencer a nadie de las verdades contenidas en mi cajita, sino sólo compartir conceptos y expresar lo que creo que puede ser útil para alguien que no sea yo misma.
Este texto no trata de verdades, sino de la importancia real que concedo a la necesidad de alimentar la espiritualidad.
Sea cual sea la religión a la que uno se dedique, o a ninguna en particular, la práctica de alimentar el espíritu, la esencia (si alguien prefiere llamarlo así) es esencial para experimentar un mayor equilibrio en la vida.
Del mismo modo que alimentamos nuestro cuerpo, nuestro intelecto y nuestra psique, también es necesario buscar elementos para alimentar nuestro espíritu.
Sólo los escépticos o materialistas que no creen en la inmortalidad del alma no comprenden la necesidad de cuidar el ser interior que habita en cada uno de nosotros.
Es vital que alimentemos nuestro espíritu adoptando actitudes positivas y constructivas, como la tolerancia y la resignación ante los momentos difíciles. Estas actitudes edificantes nos ayudan a estar mejor preparados para afrontar los retos con calma y serenidad.
La cultura de la espiritualidad favorece la aparición de actitudes solidarias y suscita sentimientos altruistas, esenciales para desarrollar una autoestima floreciente. Al nutrir nuestro espíritu tanto como nuestro cuerpo y nuestro entorno, reforzamos nuestro bienestar general y mejoramos nuestra calidad de vida.
De hecho, creo que las personas sólo pueden estar verdaderamente bien si cuidan su desarrollo espiritual junto a sus necesidades materiales y sus relaciones con el mundo que les rodea.
La existencia humana no se reduce a una búsqueda superficial de materialismo y experiencias fugaces ligadas a la muerte física. Al contrario, poseemos una profundidad interior que hay que explorar y cultivar. Para ello, es esencial buscar una conexión con la espiritualidad.
Esta conexión con la espiritualidad nos acerca a las palabras, los comportamientos y las prácticas correctas. La cultura de la solidaridad, la creencia en la resignación activa, la voluntad de comprender, aceptar, perdonar y agradecer nos fortalecen emocionalmente. Nos dan una sensación interior de bienestar, nos hacen sentir orgullosos de nosotros mismos y nos motivan a perseverar en nuestros esfuerzos.
De este modo, la espiritualidad desempeña un papel esencial para ayudarnos a afrontar y superar nuestras pruebas, ofreciéndonos la certeza de que no estamos solos en nuestro camino.
Las necesidades espirituales no son menos reales que las necesidades biológicas y sociales. Aportan un nuevo sentido y reorganizan nuestra vida. A veces transforman nuestras aspiraciones, deseos y motivaciones, despertando valores universales como la empatía, la ética, la compasión y el amor incondicional.
Algunas personas encuentran la plenitud en la comunión con la naturaleza y la práctica de la meditación. Otras necesitan la proximidad de una religión para conectar espiritualmente, mientras que algunas encuentran esta conexión a través de la acción humanitaria.
Lo esencial no es la forma o la apariencia, sino la práctica regular de buscar el contacto con la espiritualidad.
Espero sinceramente que mi mensaje haya sido claro y que pueda aportar un toque de positividad a tu día, de un modo u otro. Que la reflexión que he compartido sea una fuente de inspiración o consuelo para ti.
La espiritualidad no puede olvidarse, porque es lo que nos hace humanos.
or Sandra V.
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