El tiempo pasa, nos vamos poniendo viejos… la vida es un soplo, pasa la niñez, la adolescencia, la juventud. Nos convertimos en padres, tíos, abuelos y las etapas del paso por la tierra se hacen fugaces.
Pasan volando los veinte, los treinta, los cuarenta y así llegan los cincuenta, con mermas físicas; los sesenta, con mayor deterioro; los setenta; los ochenta, y con cada paso, surgen mil fórmulas de rejuvenecimiento, algunas naturales, otras artificiales y con bisturí en la mano.
¿Está bien ir contra natura? ¿Vale la pena? ¿Es lógico? Las respuestas están en cada uno.
Cada uno anda por la vida con una valija, que a medida que crece la va llenando con vivencias, historias, afectos, encuentros, desencuentros, momentos buenos, momentos malos…
A los veinte, esa valija está casi vacía, pero a la edad que el pelo se pone blanco, o directamente va desapareciendo, la valija va completando su capacidad y pesa, cuesta llevarla. Porque incluye todo aquello, que no es otra cosa que la experiencia.
Un bien, uno que no se compra ni se alquila, se acumula con el tiempo. Y eso tiene un valor imposible de calcular en los mercados. ¿Y qué otra cosa que experiencia son las arrugas? ¿Por qué borrarlas, entonces? ¿Para qué?
La verdadera juventud no está en la cara planchada, en el estiramiento; la verdadera juventud está en el alma y se expresa en el cotidiano proceder. Con alegría, entusiasmo, buen humor… Por lo tanto, no hay paso del tiempo que pueda con la juventud del alma, la verdadera, la que no se mide.
Tarde que temprano perdemos la guerra contra el tiempo…
Nuestra juventud se nos escapa del cuerpo y la gravedad fuerte y descarada se toma todo aquello que cuidadosamente nos hemos esforzado por mantener en su lugar..
Ya no hay cremas ni pomadas que borren las marcas de tantas risas, penas y enojos de nuestro semblante…
Tomamos vitaminas, colágeno, limón, jengibre, vinagre de manzana, miel y omega 3 y cuanta fórmula hechicera se nos atraviese….
Comemos menos para llenarnos de hambre…
Sudamos cuando hace frío y el sueño nos desvela…
Un día nos damos cuenta que no hay tacón cómodo, que no vemos sin gafas y las raíces de nuestras canas crecen sin piedad…
Que nuestra cintura se va emparejando y nuestras rodillas se van redondeando…
Un día, nos cansamos de imitar en el espejo, a aquella joven que fuimos…
Nos miramos de frente, sin luz cálida ni sombras y por fin aceptamos que hemos vivido más vida de la que nos queda….
Y qué bello que ha sido…
Haberlo vivido y sentido..
Haber dado tanto amor, como haberlo recibido…
Adquirir la experiencia y aprender de paciencia…
Que importa si ganó la gravedad,
que perdimos la guerra contra las arrugas..
Que nos cansamos de hundir el estómago…
De sacar el pecho y las pompas…
Que importa si la belleza ya sale del alma..
Si, esa belleza es infinita y llena de amor y perdón…
Que importa que vamos para viejas…
Que las hay más jóvenes y más bellas.
Que importa si tenemos la vida y cada experiencia nos pinta de sabiduría..
Que honor haber sido y continuar siendo madres, esposas, novias, amantes, hermanas, abuelas y amigas..
Que aún nos queda mucho amor por vivir y llega sin exigir ni pedir…
Que maravillosa es esta etapa de ser como somos, de amarnos tal cual.
Que lindo es seguir adelante con todo lo vivido y aprendido…
Amigas. No hay tiempo. Se acaba…
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