Aquel que ha pasado por cosas muy duras no es "pobrecito". Es rico, muy rico en experiencias, en agallas, en valentía.
No destila lástima, sino que destila admiración y coraje.
El maestro de la vida no está en los estrados, ni es aquel que lee mil libros, ni da discursos, es aquel que estuvo, que caminó, que sabe. No le han dicho como sabe la lluvia, se ha empapado.
No le han dicho cómo se siente la pérdida, la ha sentido hasta los huesos. No le han desglosado lo que es el dolor ni el diccionario le ha explicado lo que es la vida. Simplemente ha caminado, ha respirado, se ha animado, y con su ejemplo es digno de admiración y respeto.
No es pobrecito, es rico, riquísimo y abundante en vida misma.
No destila lástima, sino que destila admiración y coraje.
El maestro de la vida no está en los estrados, ni es aquel que lee mil libros, ni da discursos, es aquel que estuvo, que caminó, que sabe. No le han dicho como sabe la lluvia, se ha empapado.
No le han dicho cómo se siente la pérdida, la ha sentido hasta los huesos. No le han desglosado lo que es el dolor ni el diccionario le ha explicado lo que es la vida. Simplemente ha caminado, ha respirado, se ha animado, y con su ejemplo es digno de admiración y respeto.
No es pobrecito, es rico, riquísimo y abundante en vida misma.
Sin certificados ni diplomas, sin bombos ni platillos, sin envestiduras ni títulos, su mirada lo dice todo, y lo vemos en el subte, en la calle, en el bar, en todos lados, si estamos atentos, lo veremos, su mirada tiene la profundidad de la vida misma, honda como el mar, vasta como el Cosmos mismo, sabia, sin juicios, lista para ser captada para el que está abierto. Tenga la edad que tenga, viva donde viva, sea hombre o mujer, lo hallarás e identificarás por sus ojos. Lástima no, señores, admiración.
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