Todos podemos contar al menos una anécdota que muestra lo bien que nos hemos podido comportar con alguien y las decepciones que esa persona nos dejó. Así que no pensemos que eso es un acontecimiento muy exclusivo, ni nos sintamos particularmente mal por ello.
¿Por qué le hacemos bien a otra persona?
Te has preguntado qué es lo que te motiva a hacer por alguien algo positivo, ayudarle, hacerle la vida más sencilla, estar allí cuando lo necesita… son solo algunas demostraciones de cómo podemos ser útil en la vida de alguien…
Pero, ¿qué nos inspira a actuar de determinada manera?
Hacemos algo bueno por otra persona, porque eso es lo que va con quienes somos, porque nos sentimos bien, haciendo el bien a alguien más, porque la nobleza y la generosidad está en nosotros, quizás más hacia algunas personas que hacia otras, pero es una cualidad nuestra, que nos pertenece. No nos obligan a hacer el bien, no debemos hacerlo para buscar un reconocimiento, porque no sería muy espontáneo de nuestra parte y correspondería a una estrategia, ni siquiera debemos hacer el bien esperando que se note, se valore o lo agradezcan…
Aunque en el fondo nos alimente un poco el ego y nos motive el hecho de ver en el otro el reconocimiento de nuestro esfuerzo o de aquello que sumó a su vida gracias a lo que nosotros hicimos, el motivo para hacer el bien no debe depender de lo que hagan los demás.
Cada uno es como es y la ingratitud también abunda, las decepciones pueden venir de cualquier persona, al igual que muchas otras actitudes de las personas que nos rodean y de quienes procuramos su mayor bien, pero no debemos permitir que esas decepciones cambien nuestra esencia, cambien quienes somos de corazón.
Aunque en el fondo nos alimente un poco el ego y nos motive el hecho de ver en el otro el reconocimiento de nuestro esfuerzo o de aquello que sumó a su vida gracias a lo que nosotros hicimos, el motivo para hacer el bien no debe depender de lo que hagan los demás.
Cada uno es como es y la ingratitud también abunda, las decepciones pueden venir de cualquier persona, al igual que muchas otras actitudes de las personas que nos rodean y de quienes procuramos su mayor bien, pero no debemos permitir que esas decepciones cambien nuestra esencia, cambien quienes somos de corazón.
Aparta las decepciones y haz bien sin mirar a quien
Hacer el bien es algo gratificante, solo quien no está acostumbrado a dar, a sembrar, a mover un dedo por otra persona, desconoce el beneficioso efecto que produce el contribuir, así sea con un simple detalle a la vida de los demás. Sin importar las decepciones de la vida debemos seguir haciendo el bien.
Parte de nuestro propósito de vida debe contemplar el poder ser útil a los demás y entregarles siempre lo mejor que podemos darles y esto nos hará desarrollar una mejor versión de nosotros mismos.
Las decepciones pasan incluso por hacerle el bien a personas que no responden como ellos esperan y terminan por cambiar su actitud, evitando ayudar a quienes les decepcionaron e incluso a otras personas que no tienen nada que ver con sus decepciones.
Si nos ponemos a hacer el bien y a frustrarnos porque la gente no actúa como nosotros creemos que es lo mejor o la manera correcta, pues no estamos haciendo mucho, en especial por nosotros. Hacer el bien no nos debe dejan nunca la sensación de que quien lo recibió no lo merecía y nosotros malgastamos nuestro esfuerzo, nuestras energías, nuestro tiempo. Hacer el bien nos hace crecer y debemos hacerlo cada vez que tengamos la oportunidad.
Si todos nos dispusiéramos a hacer el bien, sin importar a quien, sin tener un interés de por medio o buscar una plaquita con nuestro nombre, definitivamente el mundo sería un lugar mucho más amable, más sensible a las necesidades de los demás y la solidaridad, generosidad y gentileza, serían mucho más frecuentes.
No te sumes al lado de quienes cambian por no recibir a cambio lo que imaginaron, mantente en el lado de quien sabe que se convierte cada día en alguien más humano, más compasivo y empático, dispuesto a seguir creciendo en esta cadena de la vida en donde cada quien hace lo que puede con los recursos que tiene.
Por: Sara Espejo – Rincón del Tibet
Parte de nuestro propósito de vida debe contemplar el poder ser útil a los demás y entregarles siempre lo mejor que podemos darles y esto nos hará desarrollar una mejor versión de nosotros mismos.
Las decepciones pasan incluso por hacerle el bien a personas que no responden como ellos esperan y terminan por cambiar su actitud, evitando ayudar a quienes les decepcionaron e incluso a otras personas que no tienen nada que ver con sus decepciones.
Si nos ponemos a hacer el bien y a frustrarnos porque la gente no actúa como nosotros creemos que es lo mejor o la manera correcta, pues no estamos haciendo mucho, en especial por nosotros. Hacer el bien no nos debe dejan nunca la sensación de que quien lo recibió no lo merecía y nosotros malgastamos nuestro esfuerzo, nuestras energías, nuestro tiempo. Hacer el bien nos hace crecer y debemos hacerlo cada vez que tengamos la oportunidad.
Si todos nos dispusiéramos a hacer el bien, sin importar a quien, sin tener un interés de por medio o buscar una plaquita con nuestro nombre, definitivamente el mundo sería un lugar mucho más amable, más sensible a las necesidades de los demás y la solidaridad, generosidad y gentileza, serían mucho más frecuentes.
No te sumes al lado de quienes cambian por no recibir a cambio lo que imaginaron, mantente en el lado de quien sabe que se convierte cada día en alguien más humano, más compasivo y empático, dispuesto a seguir creciendo en esta cadena de la vida en donde cada quien hace lo que puede con los recursos que tiene.
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