La parábola de la mula y la Gallina: Cuando la prepotencia sale cara


La gente egocéntrica, prepotente o narcisista abunda en todos lados. Lo peor es que muchos no se dan cuenta que lo son. Es más, capaz y algunos de nosotros tenemos algún comportamiento narcisista del cual no somos consciente y que afecta a los demás.

El día de hoy, quiero compartir contigo una lección que habla sobre ello: el narcisismo, la prepotencia o el egocentrismo. Para que analicemos desde ella cómo la vida puede hacernos ver que muchas veces nuestras actitudes no son las más correctas. Esta enseñanza lleva por nombre: la parábola de la mula y la gallina.

Si te sientes identificado con esta lectura que, a continuación, vas a realizar, tranquilo/a no hay problema. Siempre estamos a tiempo para corregir y reflexionar. Ese el paso más importante que debemos dar.

Si no te sientes identificado con la lectura, entonces presta atención a algunas recomendaciones que te daré al final, y que te ayudarán a evitarte dolores de cabeza con personas cuya actitud puede ser dañina o tóxica.

¡Empecemos!

La parábola de la mula y la Gallina: Cuando la prepotencia sale cara

La parábola de la mula y la gallina

Una vez, en un lejano pueblo se encontraba la granja más popular de todas. Esta era reconocida porque todos trabajaban en conjunto. Tenía los animales mejor alimentados, mejor adaptados y los más ágiles.

Los caballos eran muy populares por su elegancia y preparación. Las mulas eran muy ágiles y veloces. Las gallinas ponedoras eran las más fructíferas y los cerdos eran los más limpios y saludables.

El amo estaba muy feliz con lo que había construido y a diario lo felicitaban por el trabajo que había realizado, ya que por años mantuvo ese ritmo.

Sin embargo, un día, mientras este caminaba por el campo, se encontró a una mula abandonada en medio del camino. La miró y le pareció extraño porque no había nadie alrededor de ella. Cuando se le acercó, la mula muy tiernamente agachó su cabeza como esperando una caricia. Esto enterneció en gran manera al campesino quien luego de preguntar a los vecinos por el amo de este animal, se la llevó. Y es que nadie le había dado referencias al respecto de ella.

Cuando la mula llegó a la granja, los primeros días era bastante tímida, no conversaba con nadie y solamente se encargaba de obedecer al campesino.

Sin embargo, con los días supo imponerse. Entre los animales, ella quería ser quien ordenaba. Buscaba que todos estuviesen a su servicio. Y dado que ya se había ganado el cariño de su amo, ahora pretendía hacer de la granja lo que ella quisiera.

Un día, se paró y dijo:

– Ustedes están aquí para obedecerme. Soy yo la que tiene el poder. Me tienen que hacer caso porque de lo contrario me encargaré de que el amo los regañe. Será sencillo.

»¡Tú!, gallina, anda da una vuelta y reúne a las otras gallinas porque tengo que encargarles algo –ordenaba.

– No puedo. Tengo que cuidar de mis crías… –respondió el ave.

– ¡Eso no me importa! ¡Es una orden! –refutaba la mula

Con mucho dolor la gallina aceptaba y así, sucedía con el resto de los animales.

La mula llegó a alterar el orden e intentar ser la dueña y ama de aquella granja. Pero lo que estaba haciendo era hundir la organización de ese lugar.

Pronto, las gallinas ya no respondían como antes. Los cerdos se alimentaban poco y estaban demasiado delgados porque la muela supervisaba su dieta. Los caballos terminaban agotados porque los explotaba.

Y un día, por increíble que parezca, la granja había retrocedido. Y era obvio que el amo tardó en darse cuenta de lo que había sucedido.

Sin embargo, al ver el bajo rendimiento de su granja, un día se dispuso a observar desde lejos cómo funcionaba todo. Y vio que las gallinas, los cerdos y los caballos, eran maltratados por la mula.

De inmediato, el amo salió y pegó un grito:

– ¡Eres una malagradecida y una mentirosa! Fingiste ser un animal inofensivo, pero ahora me doy cuenta en lo que has convertido a mi granja y a mis animales.

La mula solo miraba al piso. Estaba avergonzada.

– Te hice el favor de recogerte de la nada y me pagas así. Ahora entiendo porque te abandonaron. Seguro llevaste desgracias a las anteriores granjas… ¡Vete de aquí!

A empujones la sacó de la granja y la mula no tuvo más que seguir con su camino.

Los animales que quedaron celebraban la partida del animal.

La mula envidiosa y egocéntrica destruyó en poco tiempo lo que el campesino y los animales habían construido en casi 20 años. Aún en esa situación, jamás se detuvieron, y animosos decidieron salir adelante.

Moraleja:

La parábola de la mula y la gallina, llevándolo a nuestro ámbito, nos enseña que una persona egocéntrica siempre tratará de apagar la luz de los demás, solo para que otros únicamente la vean brillar a ella.

Y en caso de que tengas esta conducta, es necesario que medites al respecto, pues parece mentira, pero el egoísmo no te deja ver la realidad. No te deja ver que todos merecemos atención, merecemos estar bien, merecemos que nos tengan empatía. Mantener esta conducta, no te llevará a ningún lado, más que a cometer errores y vivir en soledad.

Ahora bien, en caso de que te encuentres con personas narcisistas, lo mejor que puedes hacer es ignorarlas. Pero eso sí, jamás caigas en su trampa ni en su juego ni en su manipulación o maltrato. Di “no” cuando tengas que hacerlo y procura ser asertivo todo el tiempo. Y otra cosa, concéntrate en tus objetivos y nunca confíes a plenitud en este tipo de personas, pues tienen la capacidad de destruir todo lo que haya a su paso.

Y recuerda…

La tierra gira alrededor del sol y no alrededor de uno ni alrededor de otras personas.

Jamás lo olvides.
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Por: Adrian Alberto ~ reencontrate.guru