A veces, nos tomamos la vida demasiado en serio. Nos mantenemos atados a cosas que son insignificantes y dejamos que nos arruinen la existencia. Por ejemplo, tenemos un encontronazo en el trabajo y ello nos echa a perder el día, o llegamos a desayunar y la persona que está delante se lleva el último croissant, haciendo que nos pongamos de mal humor durante toda la jornada.
También nos enojamos con nuestra pareja por motivos intrascendentes, nos enfadamos con el empleado de turno si no satisface nuestra demanda y nos frustramos si las cosas no salen como esperábamos.
Sin embargo, la verdad es que no podemos cambiar a nadie. Las cosas son como son. Solo tenemos control sobre nuestras reacciones. Podemos dejar que las otras personas y las situaciones dicten nuestras emociones o podemos tomar las riendas de nuestra vida y decidir conscientemente cómo reaccionar. Después de todo, recuerda que cómo te traten los demás, es su problema; como reacciones, es el tuyo.
También nos enojamos con nuestra pareja por motivos intrascendentes, nos enfadamos con el empleado de turno si no satisface nuestra demanda y nos frustramos si las cosas no salen como esperábamos.
Sin embargo, la verdad es que no podemos cambiar a nadie. Las cosas son como son. Solo tenemos control sobre nuestras reacciones. Podemos dejar que las otras personas y las situaciones dicten nuestras emociones o podemos tomar las riendas de nuestra vida y decidir conscientemente cómo reaccionar. Después de todo, recuerda que cómo te traten los demás, es su problema; como reacciones, es el tuyo.
Aprender a navegar con la corriente
1. No te lo tomes como algo personal
Recuerda que no se trata de una afrenta personal, el universo no conspira en tu contra. No llueve solo para amargarte el día y el empleado de la oficina no desea hacerte la vida imposible, probablemente se comporta así con todo el mundo. Cuando comprendes que no se trata de ti, encontrarás que todo es más fácil porque puedes asumir una distancia emocional de la situación y controlar mejor tus reacciones.
2. Piensa en el tamaño del Universo
Solemos creer que somos el centro del mundo, pero si analizamos con perspectiva el universo nos daremos cuenta de que somos simplemente una mota en la escala espacio-tiempo. El objetivo de esta reflexión no es menospreciarnos o sentirnos insignificantes sino tan solo poner todo en su justa perspectiva. Cuando te parezca que tus problemas y los obstáculos son insuperables, considera que existen infinitos caminos que puedes tomar para solucionarlos, siempre hay una solución.
3. Pon un pie fuera del ciclo de negatividad
Cuando estamos tan atrapados en nuestra propia negatividad, cuando pensamos que estamos teniendo un día pésimo o que tenemos que lidiar con alguien insufrible, a veces todo lo que necesitamos es un pequeño estímulo que nos devuelva a la realidad. Por eso, la próxima vez que te sientas angustiado, agobiado o estresado, simplemente pon una canción que te guste y cántala a pleno pulmón, mejor aún si la bailas. Los problemas no desaparecerán como por arte de magia pero romper ese ciclo de negatividad que ronda tu mente te ayudará a serenarte y encontrar una solución.
4. Obtienes aquello en lo que te centras
Todos hemos pasado por situaciones en las que nos enfadamos y perdemos el control. Sin embargo, mientras más te centres en ello, peor te sentirás. Recuerda la regla: todo en lo que te centres, crecerá. Por tanto, si te focalizas en lo negativo, en los defectos y las preocupaciones que no llevan a ningún sitio, eso es lo que crecerá en tu mente. De esta forma, estarás viendo el mundo a través de un prisma negativo y muchas situaciones que en realidad tienen una impronta neutra, las percibirás como negativas. La clave radica en cambiar ese prisma y cultivar una perspectiva más positiva.
5. Respira profundamente
No podemos engañarnos, hay situaciones que harían perder la paciencia incluso a un monje budista. En esos casos, simplemente respira. Cuando nos enfadamos, irritamos o estresamos ocurren una serie de cambios a nivel fisiológico que le indican a nuestro cerebro que debe aumentar el nivel de alerta. Como resultado, estaremos más sensibles e irritables, dispuestos a saltar a la yugular de cualquiera ante el menor signo de alarma. La respiración diafragmática puede devolvernos la coherencia cardíaca y hacer que regresemos a la calma, para poder pensar mejor.
6. Responde de manera diferente
Una canción de Los Beatles decía: "All you need is love". Y lo cierto es que a menudo muchas de las personas amargadas que encontramos en nuestro día a día solo necesitan una dosis de amor. Por eso, aunque nuestra primera reacción es ponernos en su misma longitud de onda y responder con agresividad o enfado, todo podría cambiar si nos calmamos y le respondemos con una sonrisa en los labios. A veces, responder de la manera más inesperada es suficiente para que esa persona cambie su actitud. En todo caso, si no lo hace, nos sentiremos mejor con nosotros mismos porque logramos mantener el control.
7. Enfrenta el mundo con sentido del humor
La risa es el mejor antídoto contra las emociones negativas. De hecho, solo podemos decir que hemos superado realmente un miedo cuando miramos atrás y nos causa risa el simple hecho de haber albergado ese temor. Cuando eres capaz de encontrar el matiz hilarante en una situación, esta pierde sus tintes dramáticos y serás capaz de reaccionar con mayor entereza, poniendo cada cosa en su justo lugar. Recuerda que nuestra mente tiende siempre a exagerar los problemas y a menudo funciona en "modo catastrofista".
8. Acepta que ves el mundo como eres, no como es
Considera que tu percepción está mediatizando la situación en la que te encuentras. No podemos aspirar a ser objetivos al 100% porque nuestras experiencias pasadas, nuestras ilusiones y, sobre todo, nuestras expectativas, están determinando el significado que le conferimos a las situaciones que vivimos. De hecho, la mayoría de las veces no reaccionamos ante las situaciones en sí mismas sino ante la frustración y la decepción que sentimos porque nuestras expectativas no se vieron cumplidas. Sé consciente de que no percibes el mundo como es en realidad, sino como quieres que sea.
9. Asume que tu equilibrio emocional no es negociable
¿Sabías que cada pequeña discusión e incluso esos enfados repentinos que tragamos en seco y no mostramos alteran nuestra coherencia cardíaca? ¿Y sabías que un ritmo cardíaco irregular es un predictor muy fiable de infarto? Por tanto, cuando tengas que enfrentarte a una persona difícil o a una situación complicada, haz tuyo este mantra: "mi equilibrio emocional no es negociable". No pienses en términos de ganancias y pérdidas, de vencedores y derrotados, porque lo más importante en estas situaciones es que no logren resquebrajar tu paz interior. Eso conlleva a que te preguntes qué peleas vale la pena luchar.
10. Date permiso para equivocarte
En todo caso, es prácticamente imposible que siempre logremos mantenernos tranquilos y sonrientes. El exceso de autocontrol también puede llegar a ser desgastante. Por tanto, no te conviertas en tu peor juez, date permiso para equivocarte. No te recrimines por haber perdido el control, en vez de eso, busca las causas y aprende la lección. Recuerda que el objetivo es que seas más feliz, no te vapulees constantemente ni asumas una actitud hipervigilante que te impida disfrutar de la belleza del mundo simplemente porque estás demasiado ocupado controlando tus reacciones.
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Fuente: Rincón de la Psicología