El traje nuevo del emperador. La historia sobre el poder de las mayorías


El traje nuevo del emperador es un cuento clásico de Hans Christian Andersen. Habla acerca de la forma como la opinión de los demás moldea y determina la opinión propia. Son pocos los que se atreven a enfrentar el qué dirán.

El traje nuevo del emperador es un cuento de Hans Christian Andersen que ha pasado de generación en generación sin perder un ápice de su encanto. Se trata de una historia sobre el poder de las mayorías, que es aplicable a infinidad de situaciones.
Dice la historia que este era un emperador al que le encantaban los vestidos. Tenía sus armarios llenos de preciosas prendas, pero siempre quería una mejor. Solo deseaba vestir con la máxima elegancia y nada le importaba más. A veces, incluso, descuidaba los asuntos del imperio, únicamente por disfrutar de su ropa.
Cuenta esta historia sobre el poder de las mayorías que, en cierta ocasión, llegaron un par de truhanes al reino. Sabían de la debilidad del emperador por la ropa y entonces urdieron un timo. Comenzaron a difundir la historia de que eran capaces de hacer unas telas extraordinarias, con propiedades únicas.
Para quien tiene miedo, todo son ruidos”. - Sófocles-


El timo

Los rumores que estos hombres difundieron llegaron hasta oídos el emperador, que inmediatamente mandó que los llamaran a su presencia. Quería saber de qué se trataba lo que ofrecían. Los hombres dijeron que la tela que elaboraban era tan suave y maravillosa, que apenas el cuerpo la sentía.
Agregaron que dicha tela tenía una cualidad única: no podía ser vista por los estúpidos o por aquellos que fueran incompetentes para sus cargos. El emperador quedó embelesado. Le pareció fabuloso que no solo le estuvieran ofreciendo la tela para hacerse un vestido más, sino que a través de ella pudiera evaluar a sus servidores.

Según cuenta esta historia sobre el poder de las mayorías, sin pensarlo dos veces, el emperador ordenó que le hicieran un vestido con la tela mágica. Los hombres pidieron un jugoso adelanto e instalaron un telar. Simulaban trabajar día y noche en ello, generando unas expectativas muy grandes.

El traje nuevo del emperador

Muerto de la curiosidad, el emperador mandó a su primer ministro para que le trajera nuevas de su esperado encargo. Cuando el funcionario llegó al telar, los timadores le preguntaron si le parecía bello el nuevo traje del emperador. El hombre quedó pasmado. No sabía qué decir.

Pensó que si decía que no había visto nada, lo tomarían por tonto. O peor, dirían que era inepto para su cargo. Así que decidió seguir el juego y decir que el traje estaba bellísimo. Así se lo comunicó después al emperador, quien quedó satisfecho con la diligencia.

Los embaucadores pidieron entonces más dinero, para aumentar la belleza del vestido. El emperador se lo dio sin chistar. Sin embargo, pasaba el tiempo y no estaba listo el traje. Así que decidió enviar a nuevo funcionario para que verificara los avances. Nuevamente el funcionario no vio nada, pero a su retorno dijo: “Es el traje más bello que he visto”.

Una historia sobre el poder de las mayorías

El emperador nombró a los dos truhanes como tejedores imperiales. Luego les anunció que pronto celebrarían un gran festejo, así que necesitaba que terminaran su nuevo traje, para estrenarlo aquel día. Dice la historia sobre el poder de las mayorías, que los hombres aceptaron gustosos.

Llegó por fin el día de la gran celebración y los timadores llegaron con el traje hasta la alcoba real. Haciendo la mímica correspondiente, le dijeron: “Aquí están los pantalones”. Luego “Aquí está la casaca” y así sucesivamente. El emperador, por supuesto, no vio nada, pero él, como los demás, no iba a permitir que lo tomaran por tonto o incompetente.
Todos los cortesanos alababan el hermoso traje del emperador. Comentaban sobre lo bien que le quedaba. También sobre la gran calidad de la tela y la perfección de los acabados. Según la historia sobre el poder de las mayorías, el emperador estaba complacido al ver la reacción de los demás. Tanto así que quiso salir a dar un paseo para que sus súbditos lo admiraran.

Comenzó a andar por las calles y la gente, que conocía sobre el tema, seguía halagando su traje. De pronto, un niño alzó su voz entre la multitud. “¡Pero si está desnudo!”, dijo. Otros niños a su lado repitieron lo mismo. Los demás, incluido el emperador, hicieron como si no hubiesen oído.

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Por Edith Sánchez
Fuente: Lamenteesmaravillosa.com