La paciencia es uno de esos dones que todos quisiéramos tener en grandes cantidades, sin embargo, por un motivo u otro podemos desesperarnos en el camino y no optar por la mejor actitud ante la espera de algún cambio.
Porque, ¿cuándo nos impacientamos? Cuando esperamos cambios, cuando queremos ver resultados, cuando un proceso nos estresa o nos lastima, cuando buscamos sanación u olvido, cuando queremos recuperar el tiempo que consideramos perdido… Es de humanos, pero no es lo más beneficioso.
Entendamos que todo lo que procuramos, hacia donde volcamos nuestras energías llegará a nosotros, si dejamos de colocarnos trabas mentales, si dejamos de dudar, de colocar barreras entre eso y nosotros y por otra parte, todo aquello que hoy nos lastima, llegará a su fin.
Las tormentas pueden tardar en cesar, pero cesan, así mismo son las turbulencias de nuestra vida, de alguna manera pasan, incluso de una manera que no era la que deseábamos, pero pasan. Así que lo único que logramos angustiándonos o estresándonos es estropear nuestro momento presente.
El ahora es lo único que con seguridad tenemos, sin embargo, solemos ignorarlo, no estamos aquí y ahora, nuestra mente viaja en el tiempo, se proyecta en lugares, nos damos una pasada por el ayer y nos llenamos de nostalgia, de rabia, de culpa… O viajamos a nuestros escenarios futuros, donde por lo general salen a relucir nuestros miedos, donde las cosas muy probablemente no resultan como esperábamos y todo ese potencial creador, lo perdemos en una lucha interna constante que nos aleja del presente.
Puede ser que hayamos comenzado un proyecto que teníamos pendiente desde hace mucho tiempo y sintamos que ya lo habíamos postergado demasiado, esto no debe ser una excusa para perder la paz y el disfrute de finalmente ejecutarlo. Las emociones nos juegan en contra y nos podemos sobrecargar haciendo miles de actividades a la vez con el fin de acelerar los procesos.
Está perfecto canalizar todas nuestras energías poniendo en marcha nuestros planes, sin embargo, no debemos sobrecargarnos, porque como dicen por allí: del apuro solo queda el cansancio y si agotamos nuestras energías en el arranque puede, puede ser que no tengamos reservas para continuar luego del pico de potencia inicial.
Entendamos que todo lo que procuramos, hacia donde volcamos nuestras energías llegará a nosotros, si dejamos de colocarnos trabas mentales, si dejamos de dudar, de colocar barreras entre eso y nosotros y por otra parte, todo aquello que hoy nos lastima, llegará a su fin.
Las tormentas pueden tardar en cesar, pero cesan, así mismo son las turbulencias de nuestra vida, de alguna manera pasan, incluso de una manera que no era la que deseábamos, pero pasan. Así que lo único que logramos angustiándonos o estresándonos es estropear nuestro momento presente.
El ahora es lo único que con seguridad tenemos, sin embargo, solemos ignorarlo, no estamos aquí y ahora, nuestra mente viaja en el tiempo, se proyecta en lugares, nos damos una pasada por el ayer y nos llenamos de nostalgia, de rabia, de culpa… O viajamos a nuestros escenarios futuros, donde por lo general salen a relucir nuestros miedos, donde las cosas muy probablemente no resultan como esperábamos y todo ese potencial creador, lo perdemos en una lucha interna constante que nos aleja del presente.
Puede ser que hayamos comenzado un proyecto que teníamos pendiente desde hace mucho tiempo y sintamos que ya lo habíamos postergado demasiado, esto no debe ser una excusa para perder la paz y el disfrute de finalmente ejecutarlo. Las emociones nos juegan en contra y nos podemos sobrecargar haciendo miles de actividades a la vez con el fin de acelerar los procesos.
Está perfecto canalizar todas nuestras energías poniendo en marcha nuestros planes, sin embargo, no debemos sobrecargarnos, porque como dicen por allí: del apuro solo queda el cansancio y si agotamos nuestras energías en el arranque puede, puede ser que no tengamos reservas para continuar luego del pico de potencia inicial.
Lo que queremos decir es que podemos pacientemente caminar hacia donde queremos, a veces más rápido, otras veces de manera más pausada, sin perder de vista el norte, pero disfrutando del camino. Si queremos correr todo el camino, aun cuando sintamos la fuerza y el impulso para ello, lo más probable es que terminemos por rendirnos a mitad de camino, agotados, colapsados, con expectativas no cumplidas.
Así que date tu tiempo, date tu espacio, todos los cambios créalos en tu mente y dirige tus energías con calma en esa dirección. Réstale atención a lo que no quieres en tu vida y visualiza aquello por lo que estás trabajando.
Cuando respetamos nuestro ritmo y entendemos los diferentes tiempos, cuando dejamos fluir mientras hacemos lo que nos corresponde, todo marcha de la mejor manera. Así que ten paciencia…
Por: Sara Espejo
Fuente: Rincondeltibet.com
Así que date tu tiempo, date tu espacio, todos los cambios créalos en tu mente y dirige tus energías con calma en esa dirección. Réstale atención a lo que no quieres en tu vida y visualiza aquello por lo que estás trabajando.
Cuando respetamos nuestro ritmo y entendemos los diferentes tiempos, cuando dejamos fluir mientras hacemos lo que nos corresponde, todo marcha de la mejor manera. Así que ten paciencia…
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Por: Sara Espejo
Fuente: Rincondeltibet.com