Hay quienes camuflan su tendencia al control de otros utilizando todo tipo de trucos.
Buena parte de la personalidad humana queda definida por el modo en el que nos relacionamos por los demás. Las personas controladoras, en concreto, expresan una de las facetas más problemáticas de su manera de comportarse a partir de actitudes que limitan la libertad del resto.
En este artículo veremos cuáles son los aspectos fundamentales que caracterizan a las personas controladoras, así como diferentes maneras de reconocer las diferentes variantes de este estilo de conducta.
En este artículo veremos cuáles son los aspectos fundamentales que caracterizan a las personas controladoras, así como diferentes maneras de reconocer las diferentes variantes de este estilo de conducta.
7 rasgos típicos de las personas controladoras
Cada persona es única, y por supuesto, para entender bien la lógica que está detrás de la manera de actuar de un individuo, es necesario prestarle atención a él en vez de partir de prejuicios y generalidades. Sin embargo, un buen punto de inicio es observar si su estilo de comportamiento se corresponde con ciertas categorías descritas desde la psicología.
En el caso de las personas con tendencia a querer controlar al resto, atender a estas señales resulta especialmente importante, ya que el bienestar de otra persona se puede ver afectada ante la falta de recursos para protegerse de la primera.
En el caso de las personas con tendencia a querer controlar al resto, atender a estas señales resulta especialmente importante, ya que el bienestar de otra persona se puede ver afectada ante la falta de recursos para protegerse de la primera.
1. Manejan bien los marcos mentales
Cuando nos comunicamos, no solo emitimos palabras: también hacemos que la conversación gire alrededor de un marco mental en el que tiene sentido aquello que nosotros decimos y aquello que el otro dice para contestarnos. Por ejemplo, si hablamos sobre “los hijos de España” expresamos un marco mental por el cual un país es una entidad prácticamente humana, con unos intereses y una manera de ser definida, mientras que si hablamos de “los españoles”, tan solo nos referimos a un conjunto de habitantes de una región.
Las personas controladoras saben que necesitan ocultar sus verdaderas motivaciones a la hora de tratar de un cierto modo a quienes quieren someter, y por eso utilizan el lenguaje para crearse una coartada moral. Por ejemplo, en las relaciones de pareja es muy frecuente que estas personas hablen del vínculo afectivo que las une a su enamorado o enamorada como si fuese una relación en la que uno protege al otro.
Las personas controladoras saben que necesitan ocultar sus verdaderas motivaciones a la hora de tratar de un cierto modo a quienes quieren someter, y por eso utilizan el lenguaje para crearse una coartada moral. Por ejemplo, en las relaciones de pareja es muy frecuente que estas personas hablen del vínculo afectivo que las une a su enamorado o enamorada como si fuese una relación en la que uno protege al otro.
2. Actúan como si conocieran la esencia de la persona controlada
Las personas controladoras tienden a basar la justificación de su manera de comportarse en una supuesta capacidad para “ver” la esencia de las personas y decidir qué es lo mejor para ellas. Por supuesto, esto no es expresado de manera literal, pero se deja entrever en lo que dicen.
Por ejemplo, hablan acerca de las debilidades prácticamente innatas e inmutables de la otra persona para intentar “compensar” esas limitaciones controlando ese aspecto de su vida, a la vez haciendo lo posible por que los límites de ese supuesto ámbito de la vida sean muy difusos.
Por ejemplo, hablan acerca de las debilidades prácticamente innatas e inmutables de la otra persona para intentar “compensar” esas limitaciones controlando ese aspecto de su vida, a la vez haciendo lo posible por que los límites de ese supuesto ámbito de la vida sean muy difusos.
3. Actúan con paternalismo
En las personas controladoras que intentan esconder el modo en el que ejercen su poder sobre el otro, es frecuente que recurran a un tono paternalista. Esto pueden hacerlo mostrándose conciliadoras (por ejemplo, ofreciéndose a tomar una decisión por el otro) o más directamente dominadoras (por ejemplo, critican la “falta de personalidad” o de criterio propio del otro para intentar que quien ha sido criticado se someta a las decisiones que le vienen impuestas desde fuera).
4. Buscan aislar socialmente al otro
Cuantos más contactos sociales tanga la persona dominada, más probable será que se deshaga de esa relación tóxica. Por eso, las personas controladoras intentan hacer que su víctima se quede sin contactos, sin amistades o, en los casos más extremos, sin encuentros frecuentes con la familia.
Esto se nota mucho en las relaciones de pareja, ámbito en el que es muy probable que las personas controladoras intenten ejercer ese control que desean aprovechando la intimidad que confiere este tipo de vínculos relacionales.
Esto se nota mucho en las relaciones de pareja, ámbito en el que es muy probable que las personas controladoras intenten ejercer ese control que desean aprovechando la intimidad que confiere este tipo de vínculos relacionales.
5. No buscan cooperar, buscan apoyo incondicional
Normalmente, las personas controladoras preparan el terreno para manipular a otros no en el momento en el que les es muy importante contar con el apoyo incondicional de estos, sino mucho antes, en situaciones de menor importancia.
Así, por ejemplo, ante el menos signo de simpatía por alguien con quien la persona controladora está enemistada aunque sea un poco, es fácil que muestre indignación o frustración. El mensaje está claro: es la persona controladora la que delimita cuáles son los límites de la empatía y de la simpatía (no digamos ya de la amistad) que puede tener el otro, el que está sometido.
De esta manera, cuando se necesite el apoyo rotundo del otro, este estará prácticamente garantizado, ya que no prestar la ayuda requerida rompería con la historia de apoyo incondicional en situaciones poco importantes, y aparecería la disonancia cognitiva.
Así, por ejemplo, ante el menos signo de simpatía por alguien con quien la persona controladora está enemistada aunque sea un poco, es fácil que muestre indignación o frustración. El mensaje está claro: es la persona controladora la que delimita cuáles son los límites de la empatía y de la simpatía (no digamos ya de la amistad) que puede tener el otro, el que está sometido.
De esta manera, cuando se necesite el apoyo rotundo del otro, este estará prácticamente garantizado, ya que no prestar la ayuda requerida rompería con la historia de apoyo incondicional en situaciones poco importantes, y aparecería la disonancia cognitiva.
6. Creen tener derecho a entrometerse en todo
Para las personas controladoras, el derecho a estar a solas puede ser puesto en cuestión si se buscan una excusa adecuada para hacerlo. No siempre es porque quieran estar controlando a la otra persona las 24 horas; a veces, es simplemente porque no tienen en cuenta las necesidades de esta.
7. Hablan de un “bien común” para tomar decisiones por el otro
Es muy frecuente que las personas controladoras actúen como si fuese totalmente normal anticiparse a las decisiones del otro y tomarlas ellos mismos por la otra persona. La excusa puede ser “no perder tiempo”, “hacer lo correcto para todos”, etc.
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Por Arturo Torres - Psicólogo
Fuente: Psicologiaymente.net