Uno de los primeros pasos en la iniciación espiritual es el de aprender a ver. Comenzaré con una historia:
“Toda la familia está reunida en una cena. De pronto el hijo mayor anuncia que va a casarse con la vecina de en frente. Cada familiar tiene algo que decirle.
“Toda la familia está reunida en una cena. De pronto el hijo mayor anuncia que va a casarse con la vecina de en frente. Cada familiar tiene algo que decirle.
El padre: “¡Pero su familia no le ha dejado ni un centavo de herencia!”. La madre: “¡Y ella no ha sido capaz de economizar nada!”. El hermano menor: “¿Cómo te puede interesar? ¡No conoce nada de fútbol!”.
La hermana: “¡Nunca he visto una mujer tan ridícula!”. El tío: “Una tonta, lo único que hace es leer novelitas de amor!”. La tía: “¡Se viste con un mal gusto atroz!”. La abuela: “¡Lo poco que tiene lo gasta todo en maquillajes!”. El abuelo: “¡Sus senos son falsos!”… Entonces el hijo mayor responde: “Cierto, todo eso es verdad, pero ella tiene una enorme ventaja sobre nosotros”. La familia exclama: “¿Una ventaja? ¿La cuál?” Y él les dice: “¡Ella no tiene familia!”.
Cuando vamos a crear una pareja, nos cae encima la mirada de nuestra familia. Esa mirada nos afecta. No podemos entablar una relación con el otro como la deseamos mientras no nos liberemos de la mirada del clan. Si vemos el mundo a través de la mirada de nuestra madre, no vemos el mundo: somos el canal a través del cual nuestra madre ve al mundo. Igualmente, si vemos el mundo a través de la mirada de nuestro padre, no podemos ver al mundo y todas las acciones que hacemos no nos corresponden. Esto es rudo, pero tenemos que darnos cuenta.
Estamos desde pequeños poseídos por la mirada de los familiares. Mirada que se transmite de un inconsciente a otro. A veces miramos como lo haría una tía , o un hermano o un abuelo muerto. En medio de una relación amorosa, no podemos impedirnos de hablar de nuestra madre o nuestro padre. O hablamos sin cesar de un hermano o una hermana.
Ahogamos nuestra parejas con habladurías acerca de los problemas familiares. Pero, ¿cuál es nuestra auténtica mirada?.
No digo que hay que cortar con la familia, digo solamente que hay que colocar sus ojos en su sitio. Los ojos de nuestra madre en las órbitas de nuestra madre, los ojos de nuestro padre en sus propias órbitas, todos los ojos en su verdadero sitio, y nuestros ojos en nuestras propias órbitas. Debemos separarnos de la mirada de los otros para recuperar la nuestra, porque si vemos al mundo con la mirada de los otros no vemos a los otros, vemos el mundo que ellos están viendo. ¿Cómo aprender a mirar, entonces?
La escucha debe receptiva, pero la mirada debe ser activa.
El principal defecto de la escucha es la sordera, no escucharse más que a sí mismo. El principal defecto de la mirada es ser agresiva, lo que significa no saber ver.
Hay varias formas de mirar. Una de ellas es la mirada “material”. Esta mirada sólo ve en el otro lo que éste tiene de valor material. “Si le robo sus anteojos, puedo venderlo en tantos billetes”. “Tiene equis años, es muy viej@, muy joven” “Sus cabellos son teñidos, sucios, largos, cortos, mal peinados”. “Sus manos son grandes, chicas, finas, rugosas” “Tiene senos así, asá. Culo así, asá”. “Está bien vestid@, mal vestid@”… Vemos a las personas sólo por su aspecto corporal, por su raza, por su forma. Es la mirada del comerciante que todo el tiempo se está diciendo: “Esta persona vale tanto”. Mirada que en el fondo juzga cuánto dinero vale el otro…
La mirada mágica no critica con desprecio, sólo constata con amor.
Hay la mirada “exclusivamente sexual”. Esa mirada convierte a cada persona en objeto de deseo o repulsión. “Este, esta, me es simpáti@, me es antipátic@”. Convierte al otro en extranjero, en cosa, siendo incapaz de ver al ser que habita en ese cuerpo. Para liberarse de esta mirada que anula a la magia, debemos preguntarnos en cada momento: “¿Cómo estoy mirando? ¿De dónde parte mi mirada? ¿Qué edad tiene mi mirada: mis ojos en este momento son los mío o los del niño que fuí? ¿Estoy imitando la mirada de otro? ¿De quién? ¿El motor de mis miradas es mi interés material, mi interés sexual? ¿Tienen corazón mis miradas?
Mirar con amor es difícil porque en todo amor hay también odio. Cada idea, cada sentimiento, cada luz, tiene su sombra. Si lanzo una mirada de amor posesivo, va con ella el rencor de no ser capaz de poseer al ser amado por completo. Poseerlo por completo significaría poder darle la muerte. Tendríamos que mirar no con un amor humano, sino con un amor divino. , que es una mirada que no damos nosotros mismos, sino que se da a través de nosotros, proveniente de la conciencia que crea al cosmos…
La mirada intelectual también es antimágica, porque consiste en un juicio mental del otro, un juicio por esencia negativo. El intelecto quiere serlo todo, y todo lo que no es él o como él, le parece digno de ser condenado.
La mirada mágica debe unir cuatro puentes, el mental, el emocional, el sexual y el material, a la fuerza universal que da vida a todo.
Se conecta la mirada, vuelta impersonal, a la conciencia divina. Solamente a través de lo impersonal logramos mirar con la fuerza del amor que todo lo construye. Se dice que los monjes iluminados, (bodhisatvas) bendicen todo lo que ven… Tú puedes hacer este ejercicio: durante todo el día, bendice lo que veas, sean seres vivientes o cosas. Cuando se logra transformar la mirada en bendición constante se llega a la mirada mágica. Esta mirada dice: “Cuando te miro no te poseo, no te crítico, no te juzgo, no voy a pedirte nada ni a darte nada, sólo me comunico contigo. ¿Tienes necesidad de mí?. ¡Aquí yo no estoy, pero sí está el Ser esencial!” No hay nada personal en esta mirada. El que mira y el mirado se comunican de alma a alma.
Estamos desde pequeños poseídos por la mirada de los familiares. Mirada que se transmite de un inconsciente a otro. A veces miramos como lo haría una tía , o un hermano o un abuelo muerto. En medio de una relación amorosa, no podemos impedirnos de hablar de nuestra madre o nuestro padre. O hablamos sin cesar de un hermano o una hermana.
Ahogamos nuestra parejas con habladurías acerca de los problemas familiares. Pero, ¿cuál es nuestra auténtica mirada?.
No digo que hay que cortar con la familia, digo solamente que hay que colocar sus ojos en su sitio. Los ojos de nuestra madre en las órbitas de nuestra madre, los ojos de nuestro padre en sus propias órbitas, todos los ojos en su verdadero sitio, y nuestros ojos en nuestras propias órbitas. Debemos separarnos de la mirada de los otros para recuperar la nuestra, porque si vemos al mundo con la mirada de los otros no vemos a los otros, vemos el mundo que ellos están viendo. ¿Cómo aprender a mirar, entonces?
La escucha debe receptiva, pero la mirada debe ser activa.
El principal defecto de la escucha es la sordera, no escucharse más que a sí mismo. El principal defecto de la mirada es ser agresiva, lo que significa no saber ver.
La mirada mágica no critica con desprecio, sólo constata con amor.
Hay la mirada “exclusivamente sexual”. Esa mirada convierte a cada persona en objeto de deseo o repulsión. “Este, esta, me es simpáti@, me es antipátic@”. Convierte al otro en extranjero, en cosa, siendo incapaz de ver al ser que habita en ese cuerpo. Para liberarse de esta mirada que anula a la magia, debemos preguntarnos en cada momento: “¿Cómo estoy mirando? ¿De dónde parte mi mirada? ¿Qué edad tiene mi mirada: mis ojos en este momento son los mío o los del niño que fuí? ¿Estoy imitando la mirada de otro? ¿De quién? ¿El motor de mis miradas es mi interés material, mi interés sexual? ¿Tienen corazón mis miradas?
Mirar con amor es difícil porque en todo amor hay también odio. Cada idea, cada sentimiento, cada luz, tiene su sombra. Si lanzo una mirada de amor posesivo, va con ella el rencor de no ser capaz de poseer al ser amado por completo. Poseerlo por completo significaría poder darle la muerte. Tendríamos que mirar no con un amor humano, sino con un amor divino. , que es una mirada que no damos nosotros mismos, sino que se da a través de nosotros, proveniente de la conciencia que crea al cosmos…
La mirada intelectual también es antimágica, porque consiste en un juicio mental del otro, un juicio por esencia negativo. El intelecto quiere serlo todo, y todo lo que no es él o como él, le parece digno de ser condenado.
La mirada mágica debe unir cuatro puentes, el mental, el emocional, el sexual y el material, a la fuerza universal que da vida a todo.
Se conecta la mirada, vuelta impersonal, a la conciencia divina. Solamente a través de lo impersonal logramos mirar con la fuerza del amor que todo lo construye. Se dice que los monjes iluminados, (bodhisatvas) bendicen todo lo que ven… Tú puedes hacer este ejercicio: durante todo el día, bendice lo que veas, sean seres vivientes o cosas. Cuando se logra transformar la mirada en bendición constante se llega a la mirada mágica. Esta mirada dice: “Cuando te miro no te poseo, no te crítico, no te juzgo, no voy a pedirte nada ni a darte nada, sólo me comunico contigo. ¿Tienes necesidad de mí?. ¡Aquí yo no estoy, pero sí está el Ser esencial!” No hay nada personal en esta mirada. El que mira y el mirado se comunican de alma a alma.
Si de esta manera miras a la gente que conoces o aquellas con las que te debes relacionar, tu vida cambiará. Ve a tu hogar y mira a todos los objetos con los cuales convives, mira todos los recuerdos que encierran, mira a todos tus familiares, y por sobre todo, mira la mirada que tienen, y constata hasta que punto sus ojos ven y cuáles son sus límites… Ponte en su lugar, trata de comprenderlos y aceptar que sufren.
Cualquier tipo de mirada que no sea mágica, nos sumerge en el sufrimiento… No te preocupes si descubres en sus miradas sentimientos agresivos. Si te has liberado del ego artificial, sabrás transformar las agresiones en manifestaciones de amor.
Cualquier tipo de mirada que no sea mágica, nos sumerge en el sufrimiento… No te preocupes si descubres en sus miradas sentimientos agresivos. Si te has liberado del ego artificial, sabrás transformar las agresiones en manifestaciones de amor.
Hay miradas que son muros que encierran a las mentes en calabozos. Cuando tu mirada se abre, otorga a los prisioneros una luz de libertad.
Alejandro Jodorowsky
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Fuente: Planosinfin.com