Hola soy tu tiroides y te voy a hablar de mí


Hola, soy tu tiroides, soy muy pequeña, ni me notas pero así soy yo, casi imperceptible y con un gran poder en tu cuerpo y en tu vida. 

No es fácil pensar que una glándula cuyo peso no excede el de 4 sobrecitos con azúcar (alrededor de 25 gramos), sea capaz de decidir si su dueño irá a dormir o a bailar o simplemente a pelear con quien se acerque.


Quien tiene ese poder es la traviesa tiroides: yo soy tu tiroides y no seré modesta, pero no puedo dejar de admitir que soy muy inteligente, ya que desde mi casi desapercibida ubicación en el cuello, puedo hacerte gozar o padecer de un montón de cosas.
Imagínate una noche de baile y frenesí, de placer y gratas compañías y a ti con un calor agobiante, que te hace transpirar, latir a mil el corazón y “destrozar tus nervios”….
Y qué te parece si un día de 35º a la sombra, alguien enciende el bienvenido aire acondicionado (bueno, puede ser sólo un ventilador de techo) y tienes que salir corriendo a buscar un abrigo (que siempre llevas por si acaso), porque el frío te hace temblar, las manos se te ponen oscuras y sientes que tan sólo una bufanda tal vez podría ayudarte.

Seré una glándula inteligente, pero no por eso dejo de tener mis berrinches y eso hace que un día, un buen, o mal día, empiece a funcionar mucho o poco, a crecer hasta formar un bocio, a desordenar mis células y formar unos odiosos bultitos llamados nódulos, a cambiar todo. Pero todo, todo, desde la cantidad de glóbulos rojos hasta el valor del colesterol, desde producir diarrea hasta la constipación más rebelde, desde el engorde hasta el adelgazamiento de 10 kilos en un mes, desde la caída del pelo y la piel reseca hasta la transpiración constante, desde la palpitación “que parece que el corazón se me sale del pecho” hasta el pulso y la presión tan bajas que casi no se pueden medir, desde el “me duermo todo” hasta el “no pego un ojo en toda la noche”

….Y el ánimo, qué ánimo!, desde la apatía total (incluyendo las pocas ganas de disfrutar las noches en privado) hasta la irritabilidad constante.

Seré traviesa, pero no desordenada. Todo ese descalabro lo hago con cierto orden: nada se asocia con algo que no debe. Si te hago tener frío, por ejemplo, te haré tener sueño. Así siempre.
Frío más sueño más…

Cuando la glándula tiroides, o sea yo, no funciono, puede ocurrir que no pueda hacerlo porque me falte iodo para fabricar las hormonas que debo, o porque quien habitualmente me estimula para funcionar (la glándula hipófisis con su hormona TSH), tiene algún desperfecto y deja de hacerlo o bien porque se formen unas sustancias a destiempo (los anticuerpos), que me desconocen y me atacan como si yo fuera transplantada. Sea cual fuere la causa, mi comportamiento se altera. Supongamos que dejo de funcionar, no del todo, por supuesto, pero sí que empiezo a tener días de ocio en que no quiero trabajar, días en que me pongo celosa de otros órganos porque creo que al ser más conocidos reciben más honores que yo, pero que sé que se pondrían rojos de vergüenza si a mí me estudiaran mejor.

Cuando mi funcionamiento no está a la altura de las circunstancias, el médico hace el diagnóstico de HIPOTIROIDISMO como si de mí pudiera decirse lo que se quiera. Para ello, bastará con un buen interrogatorio (tranquilo, pero interrogatorio al fin), un examen clínico, un análisis de sangre y si aún sigo mostrando la hilacha pero no termino de dar la “prueba de amor”, justamente una prueba de laboratorio lo confirmará (son necesarios dos pinchacitos y 25 minutos para decir sí o no al diagnóstico). ¿Qué se podrá obtener con el interrogatorio en un caso de hipotiroidismo?: conocer algunos de los síntomas, ya que no hace falta que estén todos, pero sí que sean suficientes como para justificar los estudios (es decir que aunque aún no me puedan declarar culpable, les dé sobradas sospechas para seguir la investigación).

Las asociaciones más frecuente son:
  • Aumento de peso con constipación, piel seca y uñas frágiles, cambios en el tono de la voz.

  • Aumento de peso con somnolencia y depresión, cansancio.
  • aumento de peso con caída de cabello, seborrea de cuero cabelludo y dorso, y sequedad de la piel de brazos y piernas (parecen descamar en los casos más severos) y en especial de codos y talones con la consiguiente rotura de medias…

  • Cansancio, caída de cabello y a veces de pelos de cejas y pestañas, hinchazón de cara y manos, especialmente a la mañana.

  • calambres, cansancio, depresión, pérdida de memoria, dificultad para estudiar o para recordar el último chimecito que se pensaba contar a la cuñada.

  • Luego, el examen clínico mostrará piel fría, muchas veces infiltrada (con un edema o mixedema blando por debajo), uñas que descaman por capas, pulso lento (bradicardia), presión arterial bajísima (hipotensión arterial). Al palpar el cuello podrán tocarme fácilmente, porque soy una glándula muy fácil…. muy fácil de palpar y puedo tener tamaño normal o aumentado (bocio difuso), ser lisa o “empedrada” si tengo una inflamación (tiroiditis) o tener esas formaciones pequeñas (o a veces increíblemente grandes), una o varias, que son los nódulos (bocio nodular).

    El laboratorio me condenará al hipotiroidismo: además de las alteraciones hormonales, habrá anemia, colesterol total alto y el colesterol bueno o HDL, bajo.

    Calor más palpitaciones mas…

    Cuando se me ha dado por trabajar a destajo, con todo, la enfermedad se llamará HIPERTIROIDISMO.

    Los síntomas serán algunos de los siguientes, siendo sus combinaciones más frecuentes:
    • Pérdida de peso con gran nerviosismo, insomnio y temblor.

    • Irritabilidad, insomnio, palpitaciones, calor.

    • Transpiración profusa, temblor, palpitaciones, mirada fija, ojos que no toleran la luz ni el sol.
    • Pérdida de peso, sed, diarrea, hambre, “ojos saltones”, aumento del tamaño del cuello (no tolero ni collares ni poleras ni corbatas…)

    Los estudios serán los mismos, más algunos que, también sencillos, informarán sobre mis medidas, tipo de tejido glandular, si tengo nódulos, etc.
    Fundamentalmente podrán estudiarme con una captación de iodo radiactivo, nombre preocupante si lo hay, pero que en las condiciones adecuadas no representa ningún riesgo. No implica ninguna molestia y dará buena información.

    Junto a ello, los médicos suelen pedir otro estudio: el centellograma tiroideo, un verdadero mapa de mi región. Una forma también indolora y sencilla de conocer cuánto mido, cuál es la calidad de mi tejido, si tengo o no nódulos, sus características y tamaño, es la ecografía tiroidea.
    Afortunadamente cada vez hay métodos más sencillos y accesibles para que no me dejen vivir en paz…aunque prefiero un buen diagnóstico y un buen tratamiento: éste por lo general es sencillo y económico. Los nódulos podrán requerir una biopsia, me pincharán pero por fuera, a través de la piel del cuello, sin tubos ni sondas y en muy pocos casos la cirugía deberá resolver las cosas. Y pensaré :”y bueno, si con eso podré seguir disfrutando de la vida, que me operen nomás…”.
    Algo que no les perdonaría es que no diagnostiquen mis enfermedades a tiempo cuando de un recién nacido se trata. Habrán oído por ahí que “una gota de sangre evitará un mar de lágrimas” y eso lo dice todo: cuando nace un chiquito, hoy una ley lo exige, deberá obtenerse una gota de sangre del talón y en ella investigar dos enfermedades: el “Hipotiroidismo Congénito” y la “fenilcetonuria”. Su tratamiento precoz, desde poco después del nacimiento, asegurará que el bebé tenga un desarrollo físico e intelectual normal. A no dudarlo.

    ¿Así que 25 gramos decidirán por mí si la noche será de pelea, de sueño o de placer?: creo que llegó la hora de consultar para demostrar quién manda aquí..

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