Como un reloj que funciona a la perfección, durante los equinoccios, el día marca justo doce horas, y doce horas pertenecen a la noche.
La entrada del otoño no solo implica que los días cada vez se hacen más cortos a favor de la noche: la temperatura comienza a bajar, los árboles a perder sus hojas, los vientos toman más fuerzas; también indica cambios para los seres vivos, las aves inician sus traslados migratorios en busca de temperaturas más cálidas, animales como las ardillas o los osos comienzan a guardar alimentos para pasar el invierno.
¿Qué ocurre con nosotros, los seres humanos?
¿Qué ocurre con nosotros, los seres humanos?
El otoño es la estación en la que más enfermamos, dado que nuestro sistema inmunológico se resiente ante el cambio de clima, y además, tendemos a deprimirnos con facilidad cuando los días son más cortos.
El equinoccio de otoño forma parte del ciclo de creación del Universo, que está conformado por cuatro elementos: principio activo, principio pasivo, principio neutro y principio de transición. El equinoccio corresponde al principio neutro, de acuerdo a este ciclo, es el momento de la cosecha, de la recolección de los frutos sembrados en el invierno.
Dando al otoño otra mirada, es una estación de transformación, de recogimiento, debido a la alineación de los tiempos del día y la noche, se alcanza un equilibrio entre la luz y las sombras, y esto convierte al equinoccio en una fecha especial para trabajar con las luces y las sombras propias.
Son momentos ideales para meditar, para reflexionar sobre qué es lo que debemos dejar atrás para evolucionar. Los días otoñales son más cortos y sus noches más largas, lo que favorece el descanso y propicia el conocimiento profundo de nuestro Yo interior. La energía del Universo llega de manera placentera, serena, en un proceso paulatino, como un suspiro que acaricia.
Es un tiempo propicio para revisar nuestra persona, observar qué cosas nos gustan de nuestra personalidad y cuáles no, qué cosas tenemos y qué no, que situaciones nos traen problemas, etc. Otoño es tiempo de “botar”, de dejar atrás, de pedir a las brisas otoñales que se lleven consigo nuestras penas y cargas.
Los antiguos celtas celebraban la llegada del equinoccio de otoño, con una fiesta llamada “Mabon”, también conocida como “Fiesta de la Cosecha”. Agradecían la abundancia y generosidad de la tierra, la luz y la energía del Sol y rendían homenaje a los espíritus de la naturaleza que guardan la tierra mientras esta se prepara para su siesta invernal.
Los siglos han pasado, pero nunca está de más honrar los ciclos de la naturaleza. Si quieres dejarte llevar por el espíritu de estas fechas, puedes:
El equinoccio de otoño forma parte del ciclo de creación del Universo, que está conformado por cuatro elementos: principio activo, principio pasivo, principio neutro y principio de transición. El equinoccio corresponde al principio neutro, de acuerdo a este ciclo, es el momento de la cosecha, de la recolección de los frutos sembrados en el invierno.
Dando al otoño otra mirada, es una estación de transformación, de recogimiento, debido a la alineación de los tiempos del día y la noche, se alcanza un equilibrio entre la luz y las sombras, y esto convierte al equinoccio en una fecha especial para trabajar con las luces y las sombras propias.
Son momentos ideales para meditar, para reflexionar sobre qué es lo que debemos dejar atrás para evolucionar. Los días otoñales son más cortos y sus noches más largas, lo que favorece el descanso y propicia el conocimiento profundo de nuestro Yo interior. La energía del Universo llega de manera placentera, serena, en un proceso paulatino, como un suspiro que acaricia.
Es un tiempo propicio para revisar nuestra persona, observar qué cosas nos gustan de nuestra personalidad y cuáles no, qué cosas tenemos y qué no, que situaciones nos traen problemas, etc. Otoño es tiempo de “botar”, de dejar atrás, de pedir a las brisas otoñales que se lleven consigo nuestras penas y cargas.
Los antiguos celtas celebraban la llegada del equinoccio de otoño, con una fiesta llamada “Mabon”, también conocida como “Fiesta de la Cosecha”. Agradecían la abundancia y generosidad de la tierra, la luz y la energía del Sol y rendían homenaje a los espíritus de la naturaleza que guardan la tierra mientras esta se prepara para su siesta invernal.
Los siglos han pasado, pero nunca está de más honrar los ciclos de la naturaleza. Si quieres dejarte llevar por el espíritu de estas fechas, puedes:
- Caminar por un bosque
- Dar gracias por el hogar, los alimentos, el verde que hemos disfrutado durante el verano
- Meditar sobre la prosperidad de la vida
- Celebrar la familia y los afectos
- Deshacerte de malos hábitos
Y plantar en tu vida, la semilla de todo aquello que quieres que crezca en la primavera.
Por Diana, La Astróloga
The Huffington Post
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