Ninguna comisión ni legislación ni nueva constitución ni nada externo solucionará un problema interno, en el corazón de cada individuo.
Corrupción, arreglines, boletas “ideológicamente” falsas, tráfico de influencias, dineros mal habidos e incluso enriquecimiento personal inapropiado: todo esto ha salido a la luz en este último tiempo. Y todo ello está muy en concordancia con este ciclo de Plutón en Capricornio, en donde las energías del primer rayo realizan su efecto purificador, llevando a la luz todo aquello que debe ser eliminado y desechado para que puedan afluir nuevas energías.
La mayoría de la población piensa que “ellos” –es decir, los políticos y también los empresarios- se aprovechan del resto. La verdad es que el “ellos” y el “nosotros” es una gran ilusión. En Oriente, a esto se le llama “la gran herejía de la separatividad”, el suponer que somos individuos independientes, sin relación unos con otros y, por lo tanto, con la posibilidad de engañar, robar y dañar sin que nos afecte. Se supone que mientras nadie o pocos se den cuenta, todo está bien.
Krishnamurti, en el artículo principal de esta edición, nos recuerda que la sociedad en su conjunto no es otra cosa que la extensión del individuo, o sea, nosotros mismos. La sociedad no es diferente de cada uno de sus componentes, y lo que sucede a nivel global es sólo un reflejo de los individuos. “Ellos” somos “nosotros”, no hay diferencia real; y a diferencia de la creencia popular, es imposible dañar una parte del conjunto sin dañarse a sí mismo. Esto tiene más implicancias de las que se pueden observar a simple vista.
Otra creencia errónea es suponer que el dinero y el poder corrompen. La verdad es que somos nosotros los más o los menos corruptos, no el dinero ni el poder. Simplemente, las personas en posiciones de poder tienen más capacidad de hacer daño que las que no lo están. En un extremo, hay personas que solo pueden evadir el pasaje del Transantiago y, en el otro, están quienes pueden evadir muchos millones de pesos en impuestos.
La corrupción en el corazón es la misma. Y por eso, lo que acontece en la sociedad es solo el reflejo de sus individuos.
Ninguna comisión ni legislación ni nueva constitución ni nada externo solucionará un problema interno, en el corazón de cada individuo. Mientras no entendamos eso, no habrá solución social para la corrupción, la delincuencia de cuello y corbata y el aprovechamiento de todo tipo.
Krishnamurti, en el artículo principal de esta edición, nos recuerda que la sociedad en su conjunto no es otra cosa que la extensión del individuo, o sea, nosotros mismos. La sociedad no es diferente de cada uno de sus componentes, y lo que sucede a nivel global es sólo un reflejo de los individuos. “Ellos” somos “nosotros”, no hay diferencia real; y a diferencia de la creencia popular, es imposible dañar una parte del conjunto sin dañarse a sí mismo. Esto tiene más implicancias de las que se pueden observar a simple vista.
Otra creencia errónea es suponer que el dinero y el poder corrompen. La verdad es que somos nosotros los más o los menos corruptos, no el dinero ni el poder. Simplemente, las personas en posiciones de poder tienen más capacidad de hacer daño que las que no lo están. En un extremo, hay personas que solo pueden evadir el pasaje del Transantiago y, en el otro, están quienes pueden evadir muchos millones de pesos en impuestos.
La corrupción en el corazón es la misma. Y por eso, lo que acontece en la sociedad es solo el reflejo de sus individuos.
Ninguna comisión ni legislación ni nueva constitución ni nada externo solucionará un problema interno, en el corazón de cada individuo. Mientras no entendamos eso, no habrá solución social para la corrupción, la delincuencia de cuello y corbata y el aprovechamiento de todo tipo.
Fuente: http://www.mundonuevo.cl/noticia/121/la-corrupcion-que-llevamos-dentro