El ser humano es social por naturaleza y requiere para su mejor desarrollo vivir en comunidad. ¿Pero cómo vivimos esa comunidad las mujeres?
Resulta increíble darnos cuenta que a pesar de que las mujeres hemos alcanzado roles cada vez más amplios e importantes en nuestras vidas, sobre todo en los aspectos laborales y/o profesionales, no hemos logrado aún desarrollar del todo un sentido de comunidad o sociedad con otras mujeres. Es verdad que existen organizaciones (llámese trabajos, familias, escuelas, etc), completamente formadas por mujeres y que funcionan muy bien, pero también es verdad que todos los días las mujeres “enfrentan” a otras mujeres en una competencia interminable que va desde las emociones hasta las posiciones laborales. Resulta incluso triste verificar que muchas veces son mujeres las que representan los obstáculos más difíciles de superar para otras mujeres y no se trata de defender perspectivas feministas, sino simplemente de adoptar reglas de sana y ojalá, buena convivencia.
Las mujeres sobre todo ahora, tenemos una variedad de actividades que van de la mano de muchas responsabilidades: somos mujeres que deciden estudiar y prepararse profesionalmente, salir de casa en edades tempranas, mujeres trabajadoras o emprendedoras de negocios e ideas propias, o que han alcanzado participación en todos los oficios y profesiones existentes, a veces mujeres que viven una vida económicamente retribuida y otras tantas que mantienen familias; mujeres que además tienen vidas personales con todos los estados civiles posibles, mujeres que somos novias, hijas, madres, madres solas, esposas, empleadas, jefas, amantes, abuelas, suegras, colegas, vecinas, etc., el común denominador es ser mujer y todo lo demás la diferencia. Pero las mujeres, a pesar de todo ese desarrollo, no hemos logrado madurar lo suficiente para reconocer que necesitamos de otras mujeres y que juntas podemos hacerlo mejor y esto sucede en todos los círculos en los que participamos y tristemente, no siempre existe un sentido de comunión, de empatía o de comunidad que nos acerque y que nos una en nuestros objetivos e intereses en común o que nos complemente en nuestras diferencias para lograr ser más ricas en todos los aspectos.
La vida femenina normalmente tiene lados visibles y otros tantos invisibles y es en esa invisibilidad en la que más necesitamos de otras mujeres que nos apoyen, nos impulsen, nos complementen y a veces hasta que nos maternen.
¿Cuáles son los estados de invisibilidad que tenemos las mujeres?, pues aquéllos en los que somos más débiles o vulnerables, en los que nos sentimos más expuestas, por ejemplo al necesitar, buscar y no tener o no lograr:
- la salud,
- una pareja,
- un hijo,
- un trabajo,
- estabilidad emocional,
- estabilidad económica,
- certeza de nuestro futuro,
- tranquilidad en nuestra vida, etc.,
Cualquier situación que haga que la mujer se retraiga y que esconda su debilidad, (los miedos: miedo a ser madre, a no ser madre, a perder a la pareja, a perder el trabajo, a la necesidad económica o estados femeninos como la adolescencia, el post-parto, la menopausia, etc.), porque lo esperado es que ante tanta evolución e igualdad con los hombres, la mujer demuestre independencia, fortaleza, entereza, certeza y todo aquello que la haga verse, lucirse, ser visible…y sobre todo, no necesitar a otras mujeres.
Pero, ¿Qué no la evolución de la humanidad nos lleva a vivir en sociedades desarrolladas?, ¿Por qué es que las mujeres seguimos tratando de participar y vivir en esa sociedad, pero cuando se trata de hacerlo con otras mujeres preferimos la individualidad?, ¿Por qué creemos que pedir apoyo es síntoma de debilidad y en algunos casos de incapacidad?; ¿Por qué damos por hecho que lo normal es hacerlo solas?…
Las mujeres con toda esa capacidad que tenemos de crecer y adaptarnos en muchos aspectos, deberíamos reconocer también que poseemos naturalmente ciertas habilidades que nos hacen más fuertes cuando estamos juntas y las compartimos, por ejemplo: las experiencias personales; las emociones negativas y positivas; la sabiduría ancestral emocional y espiritual; los obstáculos superados y los que no; los consejos que solo pueden transmitirse de abuelas a hijas y a nietas; las decepciones; las frustraciones; los fracasos; las alegrías; los éxitos; todo aquello que forma parte de nuestra historia y que nos ha llevado a ser quienes somos, con todos sus componentes, con todas nuestras fortalezas y todas nuestras debilidades.
Si las mujeres nos apoyáramos más y nos criticáramos menos, seríamos mujeres más fuertes, más estables, más duraderas en todos los aspectos: salud, familia, trabajo, economía, etc., no es que ciertas actividades o hechos sean incompatibles y que eventualmente nos lleven al fracaso como: la maternidad y el trabajo; o una mujer líder en su profesión y el matrimonio; o la soltería y la felicidad; o la juventud y la madurez; o la vejez y la salud; todas esas incompatibilidades son mitos que alimentamos día a día con la falta de empatía principalmente entre mujeres, con la falta de comunicación, de intención de ayudar, de estar genuinamente interesadas unas en otras, de querer complementar nuestras capacidades e incapacidades, de formar redes reales de apoyo, de solidaridad, de entendimiento entre nosotras. No tenemos que regresar a la tribu dirigida por una matriarca, solo necesitamos confiar unas en otras, abrazarnos más, sonreírnos más, preguntarnos unas a otras que necesitamos, ofrecer lo que tenemos, manifestar y reconocer los logros de otras, rescatarnos de nuestros fracasos y ayudar a recuperarnos.
Las mujeres llevamos dentro siglos de aprendizaje emocional, ya no creemos tan fácil en el amor romántico sino que queremos el amor real, el que nos llena la vida a largo plazo, el que nos aporta, nos suma y construye en nuestras vidas, ya no tenemos miedos infundados y dependencias inexplicables, pero sí necesitamos que nos sostengan muchas veces, que nos abracen, que nos amen y esos abrazos y ese amor no tiene que venir del sexo opuesto, a veces reconstituye y fortalece cuando se recibe de una amiga, de una abuela, de una madre, de una hermana.
Es importante que las mujeres nos acompañemos en nuestros procesos con más presencia, que no sea solo un reconocimiento a lo visible como el éxito o la belleza, sino un constante acompañamiento en lo invisible, bastan pequeños ajustes para vivir mejor, aquí algunas sugerencias:
- En la calle trata de sonreírle más a las mujeres que no conoces.
- Cuando sientas el impulso de criticar a otra mujer, intenta mejor reconocerle algo positivo.
- Si no tienes algo bueno que decir de otra mujer, no digas nada.
- Cuando alguien ataque a otra mujer con la crítica, trata de hacerle ver a ese alguien que no es correcto.
- Cuando detectes la falta de solidaridad o entendimiento entre ciertas mujeres, trata de resaltar la situación o hacer algo para cambiarla.
- Trata de aportar en la vida de otras mujeres: ofrece ayuda, da un abrazo, sonríe, pregunta en qué puedes ayudar.
- Reconoce y celebra los logros de otras mujeres.
- Defiende las injusticias que sufren otras, podrías ser tú la próxima vez.
- No participes en chistes y actividades que denigren a las mujeres.
- Permite que otras mujeres logren o disfruten a pesar de que tú no hayas hecho.
- Alienta las propuestas y las ideas de otras mujeres.
- Transmite tu conocimiento de vida.
- Participa en actividades de mujeres, no te regresa al pasado, al contrario puede construir el futuro de muchas otras mujeres.
- Enseña a las niñas a amarse y amar y respetar su género, no sólo su cuerpo, sino sus sentimientos y la forma de pensar.
- Defiende los derechos de las mujeres siempre, también son tus derechos.
- Reconoce el esfuerzo de “todas” las mujeres, no solo de aquellas que conoces y que crees que lo hacen bien, detrás de cada mujer hay una historia de esfuerzo.
- Reconoce a las mujeres que trabajan porque aportan a la sociedad y reconoce a las que crían porque forman a la sociedad, reconoce a las que hacen ambas cosas porque su vida es un esfuerzo constante y un ejemplo de vida para esa sociedad.
El mundo entero no cambia si incorporamos un pequeño cambio en nuestra conducta o actitud, pero si cambia aquél en el que vivimos día a día y cada mejora, por mínima que sea, mejora nuestra vida, el tiempo pasa y evolucionar también significa darnos cuenta de que podemos hacer mejor las cosas y que las mujeres podemos entre nosotras crear verdaderos lazos visibles e irrompibles que nos contengan y sostengan mejor.
Karla Lara
@KarlaDoula
Fuente: “Mujeres visibles, Madres invisibles”, Laura Gutman, Editorial Oceáno.
Vía: http://www.mamanatural.com.mx/2013/08/las-mujeres-deberiamos-apoyarnos-mas-y-criticarnos-menos/