A cada acción le corresponde una reacción. De eso se trata esta cosmovisión, compartida por el budismo y el hinduismo. ¿Cómo decodificar lo que el pasado trata de enseñarnos? En esta nota, algunos consejos para poder entender mejor este concepto.
¿Qué es el karma? A cada acción le corresponde una reacción. Lo vemos desde el punto de vista científico de la física mecánica más tradicional: la tercera ley de Newton o principio de acción y reacción, que aplica a todos los cuerpos, incluyendo los celestes, y que nos habla de este principio existente en toda la materia que nos rodea. Karma es una palabra de origen sánscrito que se traduce como “acción” y que está presente en varias religiones: budismo e hinduismo, por ejemplo.
Para estas tradiciones espirituales, el karma es el resultado producido por nosotros mismos a lo largo de la existencia del alma, en el natural proceso del morir y reencarnar a través de una larga rueda de sucesivas encarnaciones que van generando resultados visibles en todos los aspectos de nuestra vida. Para el budismo, como dice Borges, “el karma es una suerte de organismo mental, que transmigra infinitas veces”.
Desde este lado del mundo, lo más cercano a la palabra karma tiene relación con eso de no hagas a los demás lo que no quieres que te hagan a ti. La fórmula para pedir perdón cristiano que dice: “He pecado mucho de pensamiento palabra, obra y omisión” es una síntesis gloriosa del saber del karma. Acá aparece el mismo reconocimiento en Oriente y Occidente de los distintos niveles generadores de karma. Es que tanto “el pensar”, “el decir”, “el hacer” y “el evitar hacer cuando esto es necesario” genera irremediables respuestas kármicas.
Según la ley del karma, recibimos lo que damos ya que eso que obtenemos es el resultado de un movimiento iniciado, con anterioridad, por cada uno de nosotros. Y la respuesta kármica la recibimos de cualquier persona que esté dentro de la misma línea de aprendizaje.En este sentido, y como resultado de las muchas acciones que generamos a lo largo de la vida, hay buen karma y mal karma. Aunque, en general, se utiliza la palabra con un significado negativo y al buen karma casi ni se lo nombra y se lo sustituye muchas veces por la palabra suerte. Pero la suerte, así como la entendemos en Occidente, es karma en el entendimiento de Oriente.
¿Cómo podemos reconocer cuando una relación es kármica?
Muchas veces pasa que vemos a alguien por primera vez y sentimos que lo conocemos de antes, nos resulta muy familiar y hay una inmediata afinidad. En otros casos, por el contrario, conocemos alguien que nos provoca una instantánea desconfianza y empezamos a actuar a la defensiva sin que haya ningún elemento de la realidad que nos diga que esa persona es peligrosa para nosotros. ¿Sexto sentido? Puede tratarse de vidas pasadas. Lo más habitual es conectar con personas de otras vidas ya que buscamos los mismos compañeros para seguir nuestro aprendizaje y otras veces pasa que quedaron cosas pendientes, cosas irresueltas, buenos o malos, pero siempre útiles para nuestra evolución.
Con respecto al tema del amor, hay varios tipos de parejas kármicas. En algunos casos vemos que los mismos patrones se repiten a pesar de que cambiamos de pareja y tienden a aparecen los mismos problemas que no logramos solucionar. Esto muestra que nos estamos relacionando con personas que están aprendiendo lo mismo que nosotros. Muchas veces ocurre que cuando se termina la cuestión kármica que mantenía unida a estas dos personas, deviene una crisis, y en esa crisis o bien cada uno sigue su camino, porque ya compensó el ciclo del karma, o se renueva la pareja desde un nuevo lugar de crecimiento mutuo con nuevas reglas. Así nace la pareja dhármica o de crecimiento compartido en la virtud, en el buen sentido, sin abusos por parte de ninguno de los dos y con un buen propósito mutuo.
Muchas de las relaciones kármicas más exigentes vienen a la vida en la forma de parientes sanguíneos, cosa imposible de sacarse de encima o terminar la relación ya que el tema de la sangre nos une para toda la vida y nos obliga a resolver el karma familiar o morir en el intento. El propósito del karma es el maravilloso aprendizaje de que todos somos uno, aún en nuestra individualidad.
Comprender esa conexión del campo unificado que incluye acciones y pensamientos y que manifiesta absolutamente “todo lo que existe” es el propósito del karma. Por eso se dice que es la herramienta de enseñanza y de evolución espiritual más impecable, justa y natural del universo y que gracias a ella avanzamos en el camino que nos transforma en humanos maravillosos.
Fuente: Monika Correia Nobre
Vía: Entre Mujeres/Clarin