Tú lo sabes, yo lo sé: no es fácil vivir en un estado de calma y bienestar. Tanto en circunstancias externas como internas que te invitan, permanentemente, a sentir desazón, desasosiego, inquietud, ansiedad, disgusto, fastidio, malhumor, intolerancia, frustración, enojo, momentos depresivos. Todo lo cual te lleva, como a muchos, a que sintetices esas vivencias con el consabido “me siento mal”.
Días pasados un amigo, que no es ajeno a esta dificultad de vivir en estado de bienestar, me regaló un cuadrito en donde un chimpancé está todo pegoteado con un chicle. El texto dice: "Lo único que lamento es haber llegado al mundo sin un manual de instrucciones". Este hipotético “manual” es algo buscado incesante y febrilmente por mucha gente. Quizás tu mismo estás leyendo este capítulo creyendo que se trataba del Gran Manual. Otras personas buscan gurúes, místicos, profetas o depositan en el psicoanalista, médico, abogado un saber que, en realidad, no poseen.
La cuestionable filosofía del llamado Pensamiento Positivo (PP) se propone como un buen manual para vivir mejor. Lamentablemente, a pesar de la buena intención de los autores y de los buenos deseos de quienes la practican, todo sigue igual. La famosa frase de Emile Coué, uno de los primeros iniciadores de esta filosofía, "Cada día que pasa y con la ayuda de Dios me siento mejor y mejor" ya no convence a nadie.
Distinta es la persona que tiene una Actitud Mental Positiva (AMP) frente a las adversidades. Este tipo de gente no niega la realidad sino que la encara con un espíritu de lucha, de resolver problemas. Digamos que ese “sentirte mal” es una forma que tiene tu esencia divina de avisarte que las cosas no están funcionando como tú lo deseas. Si, lo sé: la experiencia es dolorosa, sin embargo es el primer gran paso para empezar a cambiar.
Desde la vivencia de malestar podemos interrogarnos y darnos cuenta de lo que nos está pasando. Pero conocer y admitir nuestras carencias, nuestras faltas, los huecos de nuestra vida no es para nada agradable. Tomar conciencia de que enfermamos, envejecemos y morimos, de que nuestra existencia tiene un límite, de que aquellos a quienes amamos nos pueden dejar y, de hecho, nos dejan produce angustia. Reconocernos como seres humanos con todas nuestras imposibilidades nos baja a tierra de un golpe. Saber que no sabemos y que necesitamos de otros para tantas cosas es una ofensa para nuestra ilusión de creernos completos. Percatarnos de nuestro deslizamiento por el tiempo y compararnos con nuestras fotos de diez años atrás, observar que muchos de los que aparecen ya no están, comprender que toda una época terminó, nos invita a hacer un balance en donde hay mucho de pérdida, de falta, de oportunidades que dejamos y de renuncias a nuestros propios deseos para satisfacer el deseo de algún otro. Muchas de esas carencias se mantienen y, si se toma conciencia de ellas, podemos preguntarnos... ¿Qué estoy haciendo con mi vida?
Los partidarios del pensamiento positivo pueden optar por conformarse: “el Señor así lo quiso, agradezco por estar sano, tener trabajo, a pesar de mis problemas siempre estoy con una sonrisa, etc..” Por el contrario, los que poseen una Actitud Mental Positiva no se sienten mal por sentirse mal. Admiten que un estado temporario de mal estar es sentir de acuerdo con la situación que lo origina. Y desde ese "sentirse mal", admiten tener una dificultad, un problema, un imprevisto y hacen todo lo que tienen a mano para resolver la cuestión. Es decir, aceptan la situación desagradable y hacen lo que tienen que hacer para producir un cambio.
Imprescindibles condiciones Para lograr cambios significativos en tu vida y crear las condiciones para vivir en un estado de satisfacción es necesario que cumplas con estas cuatro condiciones:
- autoconciencia: tienes que reconocer tus propias carencias, dificultades, circunstancias desfavorables.
- Autocrítica: debes hacerte responsable de tus propias conductas que producen y/o perpetúan el mal estar.
- Deseo de cambio: tienes que sentir, pensar y hacer lo conveniente para generar transformaciones en la propia vida evaluando las consecuencias de cada decisión tomada. Todo lo anterior debe estar amorosamente envuelto por:
- Tu buena fe o sea dejar de engañarte a ti mismo.
Vayamos por partes.
Autoconciencia
Todo proceso de cambio comienza con un darse cuenta, con un “ver” la situación, sentirla. Desde los hechos más simples (“Hay una mancha en mi pantalón”), hasta los más complejos (“Hay veces en que me doy cuenta que mi vida no tiene sentido”) requieren, para ser cambiados, una toma de conciencia. ¿Qué puede pasar luego de esta toma de conciencia? Dejamos de ser inocentes. Tenemos que actuar para resolver el conflicto. Y este actuar puede provocarnos nuevos problemas. Para evitar sentir el dolor que produce ese darse cuenta de los propios problemas y rehuir el compromiso y responsabilidad por las acciones para resolverlos algunas personas instrumentan, sin saberlo, un mecanismo de defensa llamado descalificación o desestimación. ¿Qué es esto?
Todo proceso de cambio comienza con un darse cuenta, con un “ver” la situación, sentirla. Desde los hechos más simples (“Hay una mancha en mi pantalón”), hasta los más complejos (“Hay veces en que me doy cuenta que mi vida no tiene sentido”) requieren, para ser cambiados, una toma de conciencia. ¿Qué puede pasar luego de esta toma de conciencia? Dejamos de ser inocentes. Tenemos que actuar para resolver el conflicto. Y este actuar puede provocarnos nuevos problemas. Para evitar sentir el dolor que produce ese darse cuenta de los propios problemas y rehuir el compromiso y responsabilidad por las acciones para resolverlos algunas personas instrumentan, sin saberlo, un mecanismo de defensa llamado descalificación o desestimación. ¿Qué es esto?
Descalificación
Esto quiere decir: no ver el problema, quitarle importancia, rechazarlo, devaluarlo, renegar de eso, excluirlo, negarlo. El pensamiento positivo tiende, justamente, a consolidar ese mecanismo. Frases tales como "No pienses en eso", "Ya va a pasar", "Todo está bien", "Hoy va a ser un buen día", “Tienes que consolarte, la vida continúa”, “Sonríe, sonríe”, etc., le quitan importancia al conflicto o situación problemática lo cual obstaculiza su resolución Dada una situación... ¿Qué es lo que se descalifica?. Imaginemos a cuatro amigos quienes, reunidos en un bar, se cuentan sus problemas sentimentales. Julián ni siquiera percibe las señales que su mujer le envía y que significan que algo anda mal entre ellos. Pedro, en cambio, sí las percibe pero les dice a sus amigos que es cosa de mujeres y que ya se le va a pasar. Carlos toma conciencia de la crisis matrimonial pero declara que él se siente incapaz de hacer algo. Héctor afirma, sin dudar un instante, que cuando se presenta un problema de esta naturaleza ya nada puede hacerse. Estos cuatro hombres, cada cual con su estilo, no quieren hacerse cargo de que existe un problema (Julián), de que el problema tiene una significación (Pedro), de que es posible resolverlo ya sea con recursos propios (Carlos) o con ayuda externa (Héctor) En definitiva, cualquiera sea el tipo de descalificación, el problema se mantiene sin resolver.
Esto quiere decir: no ver el problema, quitarle importancia, rechazarlo, devaluarlo, renegar de eso, excluirlo, negarlo. El pensamiento positivo tiende, justamente, a consolidar ese mecanismo. Frases tales como "No pienses en eso", "Ya va a pasar", "Todo está bien", "Hoy va a ser un buen día", “Tienes que consolarte, la vida continúa”, “Sonríe, sonríe”, etc., le quitan importancia al conflicto o situación problemática lo cual obstaculiza su resolución Dada una situación... ¿Qué es lo que se descalifica?. Imaginemos a cuatro amigos quienes, reunidos en un bar, se cuentan sus problemas sentimentales. Julián ni siquiera percibe las señales que su mujer le envía y que significan que algo anda mal entre ellos. Pedro, en cambio, sí las percibe pero les dice a sus amigos que es cosa de mujeres y que ya se le va a pasar. Carlos toma conciencia de la crisis matrimonial pero declara que él se siente incapaz de hacer algo. Héctor afirma, sin dudar un instante, que cuando se presenta un problema de esta naturaleza ya nada puede hacerse. Estos cuatro hombres, cada cual con su estilo, no quieren hacerse cargo de que existe un problema (Julián), de que el problema tiene una significación (Pedro), de que es posible resolverlo ya sea con recursos propios (Carlos) o con ayuda externa (Héctor) En definitiva, cualquiera sea el tipo de descalificación, el problema se mantiene sin resolver.
En síntesis:
Se pueden descalificar varios aspectos de una circunstancia:
1) La situación en sí misma: "eso no está ocurriendo";
2) La importancia de lo que ocurre: "no te preocupes, no es nada."
3) La capacidad propia para resolverla: "no puedo hacer nada"
4) La resolución de esa situación: "nada se puede hacer; nadie puede ayudarme".
Se pueden descalificar varios aspectos de una circunstancia:
1) La situación en sí misma: "eso no está ocurriendo";
2) La importancia de lo que ocurre: "no te preocupes, no es nada."
3) La capacidad propia para resolverla: "no puedo hacer nada"
4) La resolución de esa situación: "nada se puede hacer; nadie puede ayudarme".
La toma de conciencia de un hecho que nos perturba y la aceptación de su existencia es la primera condición para promover un cambio. Esto posibilita que una persona comience el camino hacia una transformación de sus condiciones de vida. Recordemos, entonces: para que puedas empezar a cambiar esas circunstancias que te hacen sentir infeliz, lo primero que tienes que hacer es ver, sentir, reconocer tanto tu estado de infelicidad como la o las causas que lo motivan.
Esta tarea no es para nada fácil porque, una vez reconocida la causa, algo tienes que hacer con ella. Ese conocimiento que te lleva a una toma de decisión y, al final, a una acción puede provocarte un estado de angustia ante los cambios que tus conductas pueden originar en tu medio ambiente y red social-familiar. Imagina, por un momento, que la causa de tu malestar es el desorden que reina en tu oficina. No encuentras nada, el escritorio está lleno de papeles, varias carpetas sin rótulo, lápices sin punta, libros apilados en el suelo, etc.. Después de tomar conciencia de que gran parte de tu deseo de quedarte en casa está dado por el desorden de tu trabajo, decides hacer algo al respecto. Eliges un fín de semana y te vas para la oficina a ordenar todo lo desordenado. Compras una biblioteca y un fichero, clasificas los papeles, tiras todo lo desactualizado, rotulas las carpetas, acomodas los libros, afilas los lápices, etc.. Le has dedicado varias horas. Te sientes cansado pero la oficina quedó como a ti te gusta. Notas en ti un cambio de humor: estás satisfecho. A partir de ahora y recordando tanto tu malestar como el trabajo que te dio ordenar todo decides otra conducta: organizarte diariamente para evitar acumulaciones.
Este cambio decidido por ti a partir de la toma de conciencia de un estado de insatisfacción que se traducía en malhumor y fastidio no sólo te beneficia a ti sino a las personas que te tenían que aguantar. Pero muy distinto es el caso siguiente. Haz reconocido con dolor que ya no amas a tu pareja. Los momentos que pasas junto a ella son un infierno. El diálogo es dificultoso, comparten casi nada, la sexualidad casi no existe. Por otra parte hay alguien, en la oficina, que te ha llamado la atención. Te trata de una manera tan diferente que es imposible no comparar. Te vas dando cuenta que tus momentos más felices son los del trabajo y que regresar a tu hogar es como un suplicio. En varios momentos del día piensas, con temor, en proponer la separación. Y ahí te enfrentas con varias emociones: miedo a las consecuencias, especialmente a la reacción de tus hijos y de los parientes, problemas económicos, toda la operativa de la separación... Lo consideras un verdadero lío. Pero no eres feliz.
¿Qué hacer, entonces?
En este caso, la decisión tomada y la acción a realizar van a provocar, ciertamente, una conmoción en tu red social-familiar. Aquí es donde la persona, inconscientemente, puede preferir “no darse cuenta” de lo que está sucediendo pues, si toma conciencia, si pone en palabras aunque más no sea una vez lo que le está pasando, se verá impulsado a una acción. Está acción puede ser: plantear la necesidad de separarse o dejar que todo siga así hasta que “la muerte los separe” o provocar al otro para que sea el iniciador de la decisión del divorcio. De cualquier manera, algo tiene que hacer y no todas las personas están dispuestas a aceptar las consecuencias de sus decisiones. Por eso, en ocasiones, una parte nuestra “decide” no tomar conciencia de lo que nos pasa, de esta manera se evita la acción que modificaría la situación.
En este caso, la decisión tomada y la acción a realizar van a provocar, ciertamente, una conmoción en tu red social-familiar. Aquí es donde la persona, inconscientemente, puede preferir “no darse cuenta” de lo que está sucediendo pues, si toma conciencia, si pone en palabras aunque más no sea una vez lo que le está pasando, se verá impulsado a una acción. Está acción puede ser: plantear la necesidad de separarse o dejar que todo siga así hasta que “la muerte los separe” o provocar al otro para que sea el iniciador de la decisión del divorcio. De cualquier manera, algo tiene que hacer y no todas las personas están dispuestas a aceptar las consecuencias de sus decisiones. Por eso, en ocasiones, una parte nuestra “decide” no tomar conciencia de lo que nos pasa, de esta manera se evita la acción que modificaría la situación.
Esta es la descalificación. Si en la toma de conciencia te permites darte cuenta de que algo no está funcionando bien en tu vida, en la siguiente etapa te tendrás que hacer cargo de tu parte de responsabilidad en el asunto. Este proceso es la autocrítica.
Continuará...
Del Taller de Autoestima de Juan Carlos Fernández. Capítulo 300 Volumén 2: El Deseo de Cambiar