Durante muchos años, oyendo día tras día, en el consultorio, los mismos problemas, me preguntaba: ¿Dónde esta el defecto? ¿En los recuerdos intrauterinos, en la infancia, en algún traumatismo? ¿Dónde?
Un día desperté con una sensación diferente, tenía la nítida impresión de que estaba a las puertas de un gran descubrimiento personal: la respuesta a aquella vieja pregunta.
Aquel día desperté con esta idea: ¡El Misterio de la Trinidad no es misterio y es la solución de todo!
¡Qué curioso… y que problema!
El Misterio de la Santísima Trinidad, que siempre conocí como el Gran Misterio, no era misterio y en él estaba la solución para la pregunta que durante tantos años permaneció sin respuesta satisfactoria.
Bien, una idea como esta merecía un examen cuidadoso.
Siendo así, empecé a empeñarme en la tentativa de penetrar en el “misterio”.
¿Tres en un mundo bipolar? ¿Dónde queda el tercer elemento?
¡Interesante! Estamos acostumbrados a concebir nuestro mundo como algo bipolar, como un mundo de contrarios, de elementos positivos y negativos, de bien y mal, de hombre y mujer, de materia y energía… Y, en principio, los opuestos tendrían como función el equilibrio del uno por el otro.
Pero ahora yo estaba pretendiendo ver el mundo y la propia vida de una forma diferente: No estamos en un mundo, o mejor, no formamos parte de un mundo “bi”, sino “tri”.
Debo reconocer que me sentía fascinado ante la perspectiva de esta indagación. Comencé mi trabajo por la corriente eléctrica.
Empezar por ella me pareció el camino más sencillo, no porque fuese sencilla la electricidad, sino porque las aplicaciones de esta han formado parte de mi vida, de cierta forma.
Siendo niño veía a mi padre que trabajaba con ella, haciendo instalaciones ocupándose con máquinas, radios y televisores. Yo le ayudaba cuando podía.
Crecí sabiendo que nunca se liga, directamente un polo positivo con otro negativo. Si se hace esto, sobre viene un cortocircuito y se quema la instalación.
Esto todo el mundo lo sabe. El mundo sabe también que una manzana que se desprende del árbol cae, pero cuando Newton, en su paseo matinal, sintió en su cabeza la manzana que cayó del árbol, en vez de lamentarse se preguntó: ¿por qué?
¿Por qué caen las cosas? Y así llegó a descubrir la ley de la Gravedad.
Por mi parte y con relación a la corriente eléctrica, también yo me pregunté ¿Por qué? ¿Por qué, si unimos directamente un polo positivo y otro negativo, sobreviene un cortocircuito, una destrucción? Eso me parecía natural. Sabía que era así, pero… ¿Por qué? ¿Por qué el polo positivo y el polo negativo, que existen para complementarse el uno al otro… cuando se juntan, directamente, se destruyen?
Un día desperté con una sensación diferente, tenía la nítida impresión de que estaba a las puertas de un gran descubrimiento personal: la respuesta a aquella vieja pregunta.
Aquel día desperté con esta idea: ¡El Misterio de la Trinidad no es misterio y es la solución de todo!
¡Qué curioso… y que problema!
El Misterio de la Santísima Trinidad, que siempre conocí como el Gran Misterio, no era misterio y en él estaba la solución para la pregunta que durante tantos años permaneció sin respuesta satisfactoria.
Bien, una idea como esta merecía un examen cuidadoso.
Siendo así, empecé a empeñarme en la tentativa de penetrar en el “misterio”.
¿Tres en un mundo bipolar? ¿Dónde queda el tercer elemento?
¡Interesante! Estamos acostumbrados a concebir nuestro mundo como algo bipolar, como un mundo de contrarios, de elementos positivos y negativos, de bien y mal, de hombre y mujer, de materia y energía… Y, en principio, los opuestos tendrían como función el equilibrio del uno por el otro.
Pero ahora yo estaba pretendiendo ver el mundo y la propia vida de una forma diferente: No estamos en un mundo, o mejor, no formamos parte de un mundo “bi”, sino “tri”.
Debo reconocer que me sentía fascinado ante la perspectiva de esta indagación. Comencé mi trabajo por la corriente eléctrica.
Empezar por ella me pareció el camino más sencillo, no porque fuese sencilla la electricidad, sino porque las aplicaciones de esta han formado parte de mi vida, de cierta forma.
Siendo niño veía a mi padre que trabajaba con ella, haciendo instalaciones ocupándose con máquinas, radios y televisores. Yo le ayudaba cuando podía.
Crecí sabiendo que nunca se liga, directamente un polo positivo con otro negativo. Si se hace esto, sobre viene un cortocircuito y se quema la instalación.
Esto todo el mundo lo sabe. El mundo sabe también que una manzana que se desprende del árbol cae, pero cuando Newton, en su paseo matinal, sintió en su cabeza la manzana que cayó del árbol, en vez de lamentarse se preguntó: ¿por qué?
¿Por qué caen las cosas? Y así llegó a descubrir la ley de la Gravedad.
Por mi parte y con relación a la corriente eléctrica, también yo me pregunté ¿Por qué? ¿Por qué, si unimos directamente un polo positivo y otro negativo, sobreviene un cortocircuito, una destrucción? Eso me parecía natural. Sabía que era así, pero… ¿Por qué? ¿Por qué el polo positivo y el polo negativo, que existen para complementarse el uno al otro… cuando se juntan, directamente, se destruyen?
EL TERCER ELEMENTO
Fue así, haciéndome estas preguntas como percibí, algo que nunca me había pasado por la cabeza: Hay siempre, entre un polo y otro polo, un tercer elemento que uno los otros dos sin fundirlos. Esto quiere decir que los une conservando la identidad y la individualidad de ambos.
A primera vista, parece que esta idea no tiene mucha importancia, pero de aquí a poco vas a conocer una ley natural que es fundamental y que por ser constantemente pisoteada, acaba siendo responsable de gran parte del sufrimiento y del fracaso humano.
Hay en la creación una ley que nos prohíbe menospreciar cualquiera de los seres que la componen, pues cada uno de estos lleva dentro de sí la necesidad de conservar y expresar su propia individualidad.
Nadie ni nada tienen el derecho de anular la identidad o la individualidad del otro bajo pena de destruirlo.
Es una ley natural y universal que no admite excepción.
Excepciones sólo las hay en las leyes humanas y esto precisamente porque tales leyes son imperfectas.
Los hombres hacen leyes a medida que van conociendo los resultados de la realidad, sus leyes se muestran imperfectas al avanzar el conocimiento de la misma. Tales leyes constituyen hipótesis de trabajo a través de las cuales vamos aprendiendo cada vez más.
Las leyes naturales son diferentes. Son los planos con los que tiene que conformarse cualquier realidad para alcanzar su equilibrio perfecto. Cuando no ocurre esto, hay desequilibrio, tensión, destrucción y muerte. Y los responsables de eso somos nosotros, que transgredimos la ley, muchas veces por no conocerla.
Si yo, por ejemplo, salto del décimo piso, seré víctima de la ley de la gravedad, aún en el caso de que nunca haya oído hablar de ella. Y lo mismo ocurre con cualquier ley natural.
Volviendo a lo que descubrí, me di cuenta de que era algo tan importante que modificaría una buena parte de mi manera de ver la vida.
A primera vista, parece que esta idea no tiene mucha importancia, pero de aquí a poco vas a conocer una ley natural que es fundamental y que por ser constantemente pisoteada, acaba siendo responsable de gran parte del sufrimiento y del fracaso humano.
Hay en la creación una ley que nos prohíbe menospreciar cualquiera de los seres que la componen, pues cada uno de estos lleva dentro de sí la necesidad de conservar y expresar su propia individualidad.
Nadie ni nada tienen el derecho de anular la identidad o la individualidad del otro bajo pena de destruirlo.
Es una ley natural y universal que no admite excepción.
Excepciones sólo las hay en las leyes humanas y esto precisamente porque tales leyes son imperfectas.
Los hombres hacen leyes a medida que van conociendo los resultados de la realidad, sus leyes se muestran imperfectas al avanzar el conocimiento de la misma. Tales leyes constituyen hipótesis de trabajo a través de las cuales vamos aprendiendo cada vez más.
Las leyes naturales son diferentes. Son los planos con los que tiene que conformarse cualquier realidad para alcanzar su equilibrio perfecto. Cuando no ocurre esto, hay desequilibrio, tensión, destrucción y muerte. Y los responsables de eso somos nosotros, que transgredimos la ley, muchas veces por no conocerla.
Si yo, por ejemplo, salto del décimo piso, seré víctima de la ley de la gravedad, aún en el caso de que nunca haya oído hablar de ella. Y lo mismo ocurre con cualquier ley natural.
Volviendo a lo que descubrí, me di cuenta de que era algo tan importante que modificaría una buena parte de mi manera de ver la vida.
Ver capítulos anteriores del Taller de Autoestima
Del Taller de Autoestima de Juan Carlos Fernández. Capítulo 273 Volumén 2: La Clave de la Vida
Del Taller de Autoestima de Juan Carlos Fernández. Capítulo 273 Volumén 2: La Clave de la Vida