Una de las situaciones especialmente más temidas por el ser humano, es caer en un estado de soledad. Pero, ¿cómo es la soledad?
La soledad tiene muchas caras, aunque con la misma palabra describamos la situación de quedarnos solos en la vida.
Algunas personas viven rodeadas de gente en todo momento y sin embargo se sienten solas. Viven una soledad interior al no encontrar la compañía esperada que les "complete" su existencia.
Otras personas, viven realmente aisladas y solas en esa soledad física que significa vivir apartados de los demás por propia decisión o por lejanía con familiares o amistades. Viven lamentando su soledad.
Para sacudirse la soledad, el mejor antídoto es la generosidad o lo que es lo mismo el amor. El amor universal entendido como la buena voluntad hacia los demás. Para deshacerse de la soledad de nuestra vida, nada mejor que evitar las situaciones que nos signifiquen conflictos, ambiciones, celos, envidias y llenar esos espacios con mucha generosidad, honradez y paz.
A medida que envejecemos, debemos ser más tolerantes con los fallos de la pareja, los hijos y familiares. Es más fácil pensar bien de los demás, buscar los valores y aspectos positivos del prójimo y prodigarle una alabanza o expresarle admiración por ese rasgo, que crear un conflicto expresar una crítica o estar inconformes por todo y con todos.
Aprovechar nuestra soledad para hacer aquellas cosas que realmente queremos hacer, pensar, orar, meditar, leer, escuchar música, o simplemente ser, es algo valioso que debemos atesorar.
La soledad no debe temerse, por el contrario vivir "solos" es una experiencia enriquecedora que nos permite abstraernos del bullicio del mundo y adentrarnos en nuestra propia esencia.
No olvidemos que la generosidad hacia nosotros mismos y hacia los demás, puede prodigarse de muchas maneras, comenzando por no lamentar la soledad que muchas veces hemos labrado nosotros mismos para nuestra vida.
Aprender a vivir en soledad también tiene su gracia, siempre y cuando se conserven buenas relaciones con otras personas, aún y cuando no vivan con nosotros.
Fuente: Revista Mundo Natural