Imagen: Diana Becker del Solar |
Alejandro Jodorowsky: Hay varias frases que me han ayudado a vivir. Como, por ejemplo: “Lo que doy me lo doy, lo que no doy me lo quito”. “Lo que das fructifica, lo que no das se pudre”. “No quiero nada para mí que no sea para los otros”. “No se puede cambiar al mundo, pero se puede comenzar a cambiarlo”… Pero entre todos estos conceptos positivos, muchas veces he repetido “Hay que ser santo pero no tonto”. Aunque ames a todos los seres humanos, tienes que darte cuenta que entre ellos hay muchos cuervos comedores de ojos, imitadores ingenuos o cínicos, desesperantes consumidores de energía. Viven identificados con sus egos, sin ni siquiera darse cuenta que son su propia cárcel, convertidos en comerciantes rapaces, en políticos corruptos, en animales crueles. ¿Qué hacer? Esta fábula puede ser útil:
Cuando las aves volaban, padecían muchas molestias: tormentas repentinas, ataques de rapaces, nieblas profundas que las hacían extraviarse, agudos cansancios, etc. Se pusieron de acuerdo y comenzaron a tejer una gran red que las protegiera contra las inclemencias. Cuando la obra estuvo terminada, la inauguraron con solemnes pompas y comenzaron a vivir bajo ese techo. El peso de la red les impedía volar; para ir de un sitio a otro tenían que arrastrarse, pero eso no les importó mayormente. Al cabo de una generación se acostumbraron de tal modo que nunca más volvieron a volar… Un día la comarca fue invadida por una manada de puercos carnívoros que devoraban cuanto animal se les ponía delante. Los atronadores gruñidos de estas bestias implacables fueron oídos por los pájaros que, aterrados, se dieron cuenta que la red no servía de gran defensa para los colmillos filosos como navajas de los porcinos. Entonces, desesperados, rompieron su red y se abrieron paso al exterior. Con alivio exclamaron; “¡Ya estamos libres!”. Trataron de huir hacia el cielo, pero no obtuvieron respuesta de sus alas. ¿Cómo iban a saber volar si habían nacido bajo la red?… Eructando con placer, los puercos devoraron a las aves sin dejar una pluma.
Buscando una situación confortable, física o mentalmente, inventamos un sistema de vida que nos aleja de la naturaleza, interior o exterior. Con el transcurso del tiempo nos habituamos a este paraíso artificial y, al reproducirnos, legamos a nuestros hijos esta ilusión como si fuera el mundo verdadero. Cuando llega el momento en que la realidad nos ataca crudamente, ya no sabemos cómo luchar y somos destruidos por la nueva situación… Debemos aprender a ver las cosas con total objetividad. Ver la corrupción, conocerla, no significa entregarse a ella. Cerrar los ojos ante una crisis no significa solucionarla. Debemos en todo momento adiestrarnos a sobrevivir. Y el único método recomendable para esa sobrevivencia es tomar en cuenta que siempre hay seres humanos caníbales dispuestos a devorarnos, por muy buenos y justos que seamos.
El Placer de pensar
Fuente: Plano sin Fin