Otra de las falsas identificaciones es:
La Identificación con el lugar social.
Esta identificación ha sido y es muy importante. Cuando a alguien se le pregunta quién es, responde: Soy médico, soy madre, soy maestro, soy empleada, etc. La cultura ha hecho que la gente se identifique con aquello que realiza en el mundo para subsistir materialmente o, en suma, ganar dinero y como la sociedad se ha brutalizado en ese sentido, la gente estudia, dedica todo su tiempo a eso, en prepararse para ganar dinero. Y luego como dedicó todo el tiempo de su vida, es decir su vida misma para aprender a ganar dinero, se define por el rol. Existe una clasificación de la gente que nos llegó de Estados Unidos en la que se divide al mundo en dos grandes grupos: ganadores o perdedores.
Eso es una barbaridad, ya que una vez que se identifica a la persona con uno de los dos le queda como estigma. Nadie es ganador o perdedor desde el vamos, lo erróneo es que esta calificación se basa en ganar dinero o éxito social. Esta clase de visión produce violencia y es una visión clasista. Si vamos a importar ideas que sean un tanto más ecuánimes ¿no? Se escucha con frecuencia últimamente “Fulano es un winner”. Es un error enorme definir a las personas por un solo aspecto de sus vidas y encima por un aspecto tan superficial. Un famoso escritor dijo que esos escritores que van con sus manuscritos a las editoriales y no los publican resultan patéticos.
Con ese criterio Borges, Faulkner, Kafka y tantos otros, han sido patéticos, el valor que subyace en este comentario es el mismo que ha creado la idea de perdedores y ganadores. Si tomo al éxito, que es un síntoma cambiante y frágil, como patrón de medida, le pongo el sello de mi propia emocionalidad a cada cosa en tanto responda a mi deseo o no. Es patético para él cuya medida es el éxito y no el valor literario en sí mismo que no depende casi nunca de la cantidad de libros vendidos ni de la fama del escritor.
¿Qué evolución espiritual puede tener una persona que focaliza todo su ser en el rendimiento que otorga una imagen externa, una visión adornada para los demás? Esa persona queda apresada en la figuración. Vive para el afuera. Esta característica de poner la autovaloración en un criterio ajeno a la persona misma es un rasgo del patriarcado basado en la dominación del más fuerte, en las jerarquías y por lo tanto en el sometimiento. Ese esquema no sirve más. Es obsoleto. El desarrollo espiritual tiene que ver, ya lo he dicho, ante todo con la felicidad, con la alegría. ¿Y eso cómo se mide desde afuera?
Hemos visto últimamente cómo la gente se enferma y muere por exceso de trabajo. El exceso de trabajo es un síntoma de la enfermedad del ego. Las enfermedades en boga son el resultado de esa falsa identificación con el lugar social: fobias, estrés, cardiopatías, enfermedades derivadas del agotamiento. Hay una tendencia en la actualidad en los grupos espirituales a responder cuando la gente recién se conoce, sin decir su profesión, porque eso encasilla a las personas y crea también falsos escalafones. La gente, al presentarse a otras personas, responde diciendo su nombre y detalla apenas su proceso de autoconocimiento. Es una forma de relacionarse desde lo profundo y no desde lo aparente. Occidente le ha otorgado gran valor al hacer, al accionar en el mundo, y eso es el resultado de la falta de afecto.
Hay que hacer, mostrar, para sentirse apreciado, porque las personas no son valoradas por el simple hecho de ser personas, tienen que ganarse su lugar incluso en el interior de las familias. Las personas se levantan cada día y se dicen secretamente: Tengo que demostrar que valgo. Y se dejan llevar por la loca carrera de la acción. ¿Qué clase de valor es ese que me lleva a la muerte o al agotamiento? ¿Qué valor humano es el que hoy me otorga reconocimiento colectivo y mañana me tira a la basura?
He citado tres falsas identificaciones que son:
- La identificación con el pasado
- La identificación con el futuro
- La identificación con el lugar social
Identificación es el apego de nuestra mente a una idea que el propio ego forjó de sí mismo y con la que construye un símbolo de lo que cree que es. Y existe una última identificación que tal vez sea la más encubierta y es:
La identificación con el lugar de los otros.
Esta identificación es peligrosa porque se confunde con solidaridad o buenas intenciones. Aunque también se sustenta en la tendencia humana a la proyección. Nos proyectamos en lo que nos rodea, sean personas, situaciones, impedimentos, circunstancias, etc. A veces el peso del obstáculo es tal que le damos una mayor envergadura y se convierte en el eje de nuestra vida.
Puede ser un familiar enfermo, una madre indiferente o ausente, un empleo engorroso, aburrido o exigente, una dificultad monetaria perpetuada en el tiempo, cualquier elemento que obstaculiza nuestra vida presente, entonces lo primero que se nos cruza por la mente es afirmar: -Ah, si no estuviera esto en mi vida todo sería mejor.
Así la mente comienza otra vez su operación clásica de separación. Rechazando lo que nos está ocurriendo, nos escindimos interiormente. La solución no es identificarnos tampoco con su opuesto complementario, lo que equivale a una forma de negación, ya que en realidad se nutren de una misma energía porque es la misma energía oscilando en sus dos polos, sino transitarlo, aceptarlo sin apegarnos a eso, sin hacer jugar nuestra identidad en eso. La trampa en el caso de esta falsa identificación reside en que tomamos esa prueba en nuestra existencia como un obstáculo que habría que extirpar y no como un desafío y una oportunidad.
Así la mente comienza otra vez su operación clásica de separación. Rechazando lo que nos está ocurriendo, nos escindimos interiormente. La solución no es identificarnos tampoco con su opuesto complementario, lo que equivale a una forma de negación, ya que en realidad se nutren de una misma energía porque es la misma energía oscilando en sus dos polos, sino transitarlo, aceptarlo sin apegarnos a eso, sin hacer jugar nuestra identidad en eso. La trampa en el caso de esta falsa identificación reside en que tomamos esa prueba en nuestra existencia como un obstáculo que habría que extirpar y no como un desafío y una oportunidad.
Me atrevería a afirmar que todos, en mayor o menor medida, experimentamos un grado de esta falsa identificación. Nuestro nivel evolutivo no nos permite todavía comprender que todo lo que experimentamos, que todo lo que nos produce dosis de dolor es necesario para alguna clase de aprendizaje que necesitamos alcanzar, por ese motivo seguimos creyendo que si pudiésemos quitar alguna cosa, al menos una, nuestra vida despegaría.
Y es un error. Ese obstáculo al enfrentarse con nuestra resistencia a aceptarlo, se fortalece, en realidad lo fortalecemos nosotros con nuestra manera de enfocarlo. Y lo convertimos así en un emblema de nuestra incapacidad. Pero eso que está allí afuera, ese lugar del otro, es el reflejo de algo que está dentro de mí y lo que puedo modificar es lo que está adentro, sólo así su resonancia, que se ubica afuera, experimentará cambios.
La situación económica difícil suele funcionar como chivo expiatorio perfecto en esto del lugar de los otros. Nos olvidamos de que todo lo que nos rodea es el resultado de nuestro propio comportamiento y de nuestro modo de pensar. O en todo caso de algo anterior a este cuerpo. Este es el lugar de la victimización y el tema da para muchas páginas. Toda victimización resulta de una interpretación errónea de la propia situación actual.
Y la identificación con el lugar de los otros es proclive a la victimización. Siempre hay algo que podamos hacer para modificar nuestra situación, pero en el caso extremo de no poder hacerlo, siempre está modificar nuestra mirada sobre esa situación y eso nos ubicará inmediatamente en otro lugar. Cada una de estas cuatro falsas identificaciones pueden ser profundizadas pero todas se basan en una idea equivocada sobre nuestro concepto de persona. Es importante que reflexiones sobre ellas porque tarde o temprano nos daremos cuenta de que oscilamos entre una y otra a lo largo de nuestra vida, a veces en apenas un acercamiento.
Al menos eso me pasa a mí. La identificación con el lugar de los otros merece especial atención. La mayoría de las personas siente que es injusto que haya vivido o viva determinado dolor o condicionamiento. Y ahí está la clave de su evolución. La aceptación de todo lo que soy, he vivido y me rodea es el gran primer y último paso en este camino de autoconocimiento.
Hace unos cuantos años un amigo me hizo el siguiente comentario: "Fulano se la pasa criticando a su trabajo, no se da cuenta de que si no aprende a valorar su actual trabajo, nunca podrá tener otro". La mayoría de la gente cree que es al revés, que si cambia lo externo cambiará su estado de ánimo. Impone en el afuera, en ese otro una condición y así condiciona su propia vida. Es una modificación en su actitud hacia lo que tiene y lo rodea lo que producirá una acercamiento a lo anhelado. Recuerdo el principio Hemético Universal: “Lo que es adentro es afuera”.
Hace unos cuantos años un amigo me hizo el siguiente comentario: "Fulano se la pasa criticando a su trabajo, no se da cuenta de que si no aprende a valorar su actual trabajo, nunca podrá tener otro". La mayoría de la gente cree que es al revés, que si cambia lo externo cambiará su estado de ánimo. Impone en el afuera, en ese otro una condición y así condiciona su propia vida. Es una modificación en su actitud hacia lo que tiene y lo rodea lo que producirá una acercamiento a lo anhelado. Recuerdo el principio Hemético Universal: “Lo que es adentro es afuera”.
Y aquí la parábola de Cristo sobre las dos mejillas encuentra su ubicación. Poner la otra mejilla es aceptar la dualidad de lo que llega a mi vida y abrazarla enteramente. Ese es el camino crístico. La energía al no encontrar oposición en mi mente abre canales. El lugar del otro o si se prefiere, el lugar de lo otro, es una circunstancia que la vida pone delante de mí a manera de desafío y prueba. Personalmente esta es la falsa identificación en la que yo necesito trabajar más, indagar más.
No somos meros condicionamientos del pasado, ni la pura potencialidad de lo que se supone podemos llegar a alcanzar en un futuro, no somos nuestra profesión ni tampoco somos eso que las circunstancias familiares o sociales nos determinaron, el único lugar posible es el del presente.
Y el presente es un lugar inestable, cambiante, fluctuante pero en el que todo es posible y en el que a la vez todo, como acabo de decir, no deja de transformarse. De modo que no hay posibilidad de aferrarse a nada de modo permanente. Cuando nos aferramos mediante una operación mental a alguna idea fija, ya sea esta de sobrevaloración o de limitación o impedimento, cuando nos aferramos a alguna persona o a alguna circunstancia, frenamos el fluir de ese presente. Y así detenemos nuestra evolución. La vivencia del presente nos ubica en lo que los budistas llaman la impermanencia.
No, no es para nada fácil ocupar este lugar, sin embargo es el único lugar donde la vida fluye, cualquier identificación es un acto de freno y congelamiento, pensemos que en los otros cuatro lugares la vida se estanca, la mente encuentra sus parámetros preferidos que son la solidificación de lo conocido. O la ilusión hueca. Habitar el presente no es factible si la mente toma el comando, el presente sólo puede habitarse siguiendo el llamado del propio corazón. Las ideas prefijadas desfallecen frente al cambio constante. Las coordenadas están regidas por las funciones de oposición, separación y detenimiento.
Pero la vida no funciona así, basta mirar alrededor, si no nos armonizamos con los movimientos de la vida, entramos en fricción con sus leyes y sufrimos. Eso es lo que ocurre. Ahora bien, para poder sostener este habitar en un presente cambiante debemos poseer algo que nos sostenga para no caer en el vacío. Yo personalmente creo en la evolución y en la trascendencia del ser humano, lo que supone que la tierra es un planeta escuela, un paso más en un largo camino siempre ascendente para mi conciencia. Pero para quienes no creen en esto, la vida misma con sus leyes permanentes puede ser la sustentadora de este movimiento magistral e inevitable que significa transitar por ella: vivir. La vida es más sabia que los trucos de nuestra mente.
Es importante recordar en nuestra mente oscila y, cuando necesita encontrar una energía densa, elige alguna de estas cuatro falsas identificaciones y así se desconecta del verdadero ser que no está relacionado o no depende del lugar social, del espacio de los otros, ni del peso de lo ocurrido antes ni del anhelo de lo que vendrá. Es preciso que estemos alerta y revisemos constantemente nuestro concepto de persona, porque una identificación falsa equivale a sufrir del mismo modo en que identificarnos con nuestro ser interno es fuente de dicha. Para nuestro ser interno no hay tiempo y los lugares no dependen del espacio tridimensional. Desde ya esto sólo es posible únicamente despertando ese otro órgano de conocimiento adormecido por la cultura: nuestro corazón. El amor que sentimos es lo único que puede definirnos más cabalmente.
Hasta aquí he desarrollado someramente la tendencia de nuestra mente a identificar a nuestra persona con situaciones o aspectos que nos alejan de nuestro verdadero ser. A esta tendencia la clasifiqué en cuatro grupos llamados falsas identificaciones. Y son: La identificación con el pasado La identificación con el futuro La identificación con el lugar social La identificación con el lugar de lo otro o del otro Obviamente estas son llamadas falsas identificaciones porque nos dan una sensación de identidad que se apoya en una mentira, debido principalmente que la identificación se produce con un parámetro que es variable y como tal puede desaparecer.
Por ejemplo, la falsa identificación con el lugar social puede basarse en el dinero que una persona tenga y nada hay más volátil que el dinero, pero también se puede apoyar en su éxito profesional que, aunque se presente sólido y asentado, puede coartarse, incluso una habilidad artística puede perderse por quiebres físicos o mentales. De modo que la identificación con el lugar social como forma de crearse una identidad es endeble y curiosamente suele ser la que más otorga identidad actualmente, ya que vivimos en una sociedad que pone su punto de mira en la apariencia exterior.
Recuerdo que estando en un país caribeño, amigos de ese lugar insistían en llamarme “ingeniero” antes de decir mi nombre. Le pedían al mozo esto o aquello para el ingeniero. A mí me daba mucha risa y les aclaraba que yo no era necesario que me nombraran así, pero para ellos era importante que yo aparentara serlo. Salvando las diferencias culturales entre países, en México los títulos profesionales substituyen a los nobiliarios europeos; trabaje en una empresa trasnacional y en mi labor profesional se de muchas otras donde no se usa el título profesional, simplemente Sr. Fulano, Srita X, etc… a efecto de no poner trabajas por diferenciación al ambiente laboral.
El efecto de una identificación de la persona con su rol social suele ser el individualismo, la actitud competitiva y el engreimiento, que conlleva desprecio hacia terceros. El apego al pasado y la identificación de la propia identidad con lo perdido se manifiesta en personalidades depresivas, negativas, pusilánimes, que se desconectaron de su capacidad para ver las oportunidades de crecimiento que ofrece el momento presente.
Aunque quizá el resultado más visible o notorio de la identificación con el pasado en los tiempos que corren son esas personas que no aceptan el paso del tiempo y viven haciéndose cirugías para aparentar una edad distinta a la que tienen. La identificación con el futuro está a la orden del día y se expresa en fobias y estrés y en los tan populares ataques de pánico, que son hijos de la ansiedad y la ansiedad podría considerarse como la enfermedad básica que nace de la identificación con el futuro.
El efecto más visible para mí de la identificación con el lugar de lo otro, es la inhabilitación de una persona para centrarse en sí misma y auto observarse, porque todo en ella tiende a creer que el impedimento para su goce está en la situación que considera impuesta por la vida. Eso que se presenta, al no ser aceptado, se convierte en un mole que obstaculiza el fluir de la energía. De esta manera la persona se paraliza a la espera de que se produzca un cambio en su vida exterior, sin descubrir que ese supuesto escollo es la gran oportunidad para su transformación. Una vez más el poder está puesto afuera, ha sido entregado.
Claro que todo esto es muy fácil enunciarlo y muy arduo llevarlo a la práctica. Sin embargo no bien nuestra conciencia enfoca un problema tiende a encontrarle la solución, el solo hecho de detectar el conflicto es prácticamente la garantía de un camino de superación. Y no es puro optimismo, lo difícil es detectar el conflicto, saber cuál es el problema, porque nuestra mente tiende a ocultárnoslo para continuar en lo conocido. Tomar conciencia es una llave y un disparador a la vez.
No bien la mente descubre la dificultad, ya nada es lo mismo y, tarde o temprano, se activa la auto – transformación. Creo que esto se produce por el movimiento de la energía que responde a la polaridad. Al focalizar el conflicto se promueve un movimiento de los dos polos que están siempre conectados. Así que tomar conciencia es un reto y una responsabilidad que nos empuja inevitablemente a un cambio de estado. Incluso en el marxismo hay una premisa que dice algo así como que cuando se identifican las raíces de un problema, están sentadas las bases de su solución.
Podría explayarme sobre los efectos de estas falsas identificaciones hasta el cansancio, lo que considero importante para mí y, por la misma razón, para los demás, es detectar en ciertos momentos de mi vida, cuándo me estoy identificando equivocadamente, cuando mi persona se apega a un concepto de lo que no es en verdad. Y así, descartando erróneos apegos, se va fortaleciendo mi identidad genuina en ese intenso camino de ir hacia adentro. Las guerras y disputas en el mundo entre las personas, las naciones y las culturas, se deben a que cada uno de nosotros cree ser quien no es y choca con lo que el otro a su vez cree ser.
Es la lucha por el poder mundano que nos impide el acceso al amor, al intercambio desinteresado y la valoración del semejante. De modo que revisar nuestras identificaciones es la base de todo camino de autoconocimiento. Sé que he sido redundante en estos cinco artículos, pero sigo creyendo que son importantísimos o, mejor dicho, que importa trabajar en esto. Yo lo continúo haciendo. Hay vidas enteras identificadas completamente con una de estas formas erróneas.
El mundo con sus valores superficiales nos empuja a creer que somos algo distinto de lo que somos. Cuando creemos que nuestra identidad está asociada con algo, luchamos por defender lo que entendemos nos define y esa lucha nos aleja de los demás, porque instaura una suerte de fortaleza de autoafirmación. Para encontrarme con los demás necesito identificarme con mi propio centro que está vacío de aditamentos y es común a todos los seres humanos.
Las supuestas cualidades de las falsas identificaciones son murallas. El peligro de las falsas identificaciones es que mientras nos ocupamos en creer y sostener lo que no somos, sustentado por la identificación del yo, digamos que mientras nos entretenemos con eso, perdemos la valiosa oportunidad de descubrir quiénes somos en realidad. Y ese conocimiento, ese concepto que construye nuestra identidad, es la base de todo lo que pensamos, sentimos y hacemos.
Esta época de Navidad es propicia para descubrirnos a nosotros mismos. Y este tema de quién soy, es el primero que nos conviene enfocar. Fue Cristo quien en plena sociedad esclavista lanzó un nuevo concepto de persona absolutamente revolucionario. Valorizó el trabajo en una sociedad que recluía ese quehacer a lo más bajo de la escala social: el esclavo. Amplió la dimensión de la persona humana a un plano ético, equiparó a los seres humanos a la condición de divinidad pero a todos los seres por el simple hecho de nacer humanos.
En una sociedad tan estratificada como la esclavista este fue un impacto en la conciencia. Habló además de la existencia de otra dimensión fuera del mundo. El saber quién se es, hizo que la humanidad post cristiana le encontrara un nuevo sentido a la vida. Una vez más debemos hacer conciencia de nuestro poder para darle un valor trascendente a nuestra vida, para saber cuál es el genuino objetivo de pisar la tierra. Pareciera que nos hemos olvidado que ante todos somos personas que sentimos, que ayudamos a los demás, que tenemos ideas sobre la vida y la muerte y que hemos venido a aprender y a mejorar nuestra condición básica de ser humanos. Lo que creemos que somos nos conduce por una determinada senda.
Es esa idea lo que nos hace encontrar el final del camino ¿Si no sabemos quiénes somos en verdad, adónde iremos a parar?
Ver capítulos anteriores del Taller de Autoestima
Del Taller de Autoestima de Juan Carlos Fernández. Capítulo 253 Volumén 2:Falsas identificaciones del Autoconocimiento
Del Taller de Autoestima de Juan Carlos Fernández. Capítulo 253 Volumén 2:Falsas identificaciones del Autoconocimiento