Los Secretos de la Oración y la Sanación


El que quisiere tener salud en el cuerpo, procure tenerla en el alma.
Francisco de Quevedo
Para mejor comprensión de éste capítulo, te recomiendo leer previamente los capítulos 197 y 198.

Podemos buscar en las tradiciones precristianas de los antiguos esenios algunos de los datos menos distorsionados de nuestras olvidadas tecnologías. Quizá la mejor forma de llegar a compren­der la elocuencia de esta sabiduría se encuentre en el modelo ese­nio de oración y de sanación, que empieza dando por hecho algo que es donde las terapias modernas terminan. El principio funda­mental de la sanación esenia es que ya estamos sanados. En cada momento de nuestro tiempo en este mundo estamos tomando decisiones que afirman o niegan la vida que existe en nuestros cuerpos.

Los maestros esenios veían las expresiones de enfermedad como poderosas ilusiones, que surgían de las elecciones y accio­nes realizadas por una persona, en lugar de contemplar las «cau­sas» externas. Creían que determinamos nuestra respuesta a las situaciones que se nos plantean en la vida, unas veces consciente­mente y otras no. Sabemos que la filosofía esenia, a través de sus escrituras más sagradas, consideraba nuestra alma como una expresión divina del Creador, intacta e impoluta. Nuestra alma ya está sana, e intenta expresar ese estado a través del cuerpo. Al aceptar nuestra sanación a través de nuestras creencias y del per­dón, esta se refleja a través de la expresión del alma en este mundo, el cuerpo humano.

Esta perspectiva nos invita a ver los estados que observamos en nuestro cuerpo como indicadores de la cualidad que hemos elegi­do. Si pudiéramos destilar los múltiples proverbios, parábolas, enseñanzas y dichos en resúmenes concisos, descubriríamos que esta forma de pensamiento indica que afirmamos o negamos la vida en nuestro cuerpo según la cualidad que domine en cuatro supuestos o principios. Cada principio contribuye a nuestra expre­sión general de salud y vitalidad. Cada uno testifica la naturaleza interrelacionada del espíritu, la materia y la vida. Podemos ver estos principios hoy en día, en el idioma del siglo XX, como posi­bles modelos que nos ofrecen una comprensión de las elecciones que realizamos a diario: su naturaleza, nuestras razones para optar por ellas y sus posibles resultados.

En las páginas siguientes, cada principió es presentado de forma concisa, en unas cuantas palabras o en una sola frase. Luego viene una explicación, con un ejemplo o una sencilla descripción. Luego examinamos las implicaciones y consecuencias del princi­pio, centrándonos en por qué es importante. Por último, veremos cómo poner en práctica cada uno de ellos en nuestra vida.

PRINCIPIO 1. YA ESTAMOS SANADOS
Explicación
La clave para comprender este principio es la misma que nos permite elegir nuevos resultados para nuestra situación. La com­prensión de que ya estamos sanados surge de nuestra visión del mundo como un conjunto de posibles resultados y de nuestra habilidad para elegir qué resultado queremos experimentar. El reconocimiento de nuestro papel como fuerza activa en la creación, capaz de atraer nuevos resultados a nuestra vida mientras nos des­prendemos de los que ya nos han servido, es inherente a esta fe. Nuestro cuerpo es el mecanismo de respuesta interactiva, que nos refleja la cualidad que hemos elegido para los siguientes aspectos: pensamiento, sentimiento, emoción, respiración, nutrientes, movi­miento y respeto por la vida.

Hay casos documentados de tumores que desaparecen sin causa aparente de explicación; en lugar de imponer la voluntad de curar el cáncer, los médicos eligie­ron sentir, pensar y exteriorizar una situación donde el tumor nunca había existido. Al hacerlo, atrajeron un nuevo desenlace, la capa superpuesta de una posibilidad cuántica que reflejaba las creencias del momento. En dos minutos y cuarenta segundos la nueva creencia reemplazó a la antigua. Los antepasados conocían el poder de esta tecnología como método de oración, que trascendía cualquier principio religioso, místico o científico.
Implicaciones

Para aceptar el principio de que ya estamos curados, se nos invita a concebir la posibilidad de que hay muchos resultados para una situación en concreto. El acto de elegir cosas nuevas en nuestra vida es la tecnología que nos permite seleccionar otras posibilida­des. Desde la perspectiva que define la oración como una cualidad del sentimiento, esta también se convierte en un lenguaje para ajustar las elecciones de salud y relaciones que afirman la vida.

El principio de que ya estamos curados nos recuerda que cada vez que pedimos ser sanados en una situación, existe la posibilidad de que nuestra súplica ya haya sido respondida en otra situación. Teniendo en cuenta esta posibilidad, cada vez que nos diagnostican un estado de mala salud o una enfermedad que pone en peligro nuestra vida, se nos está mostrando sólo uno de los múltiples resultados posibles para ese momento.
El diagnóstico de una condición no es necesariamente acertado ni fallido. Al no permitir otras posibilidades, sencillamente es incompleto. En ese mismo momento, también ha de existir otro resultado en que la mala salud, la enfermedad o esa condición no estén presentes. Ya existen todas las posibilidades. Cada resultado es real. Según este principio, la diferencia entre diversos resulta­dos es una cuestión de perspectiva nuestra.

Aplicado a nuestras vidas
En cada momento, elegimos cosas que afirman o niegan la vida en nuestro cuerpo. Consciente o inconscientemente, elegimos la cualidad de cada uno de estos seis parámetros: pensamiento, senti­miento, emoción, respiración, nutriente y movimiento. Hemos de preguntamos si aportamos la cualidad más alta que somos capaces de producir, para cada uno de ellos. En caso de que descubramos las condiciones en nuestro cuerpo que queramos cambiar, la cuali­dad de la salud es la señal para tener en cuenta uno de los paráme­tros de la vida o una combinación de los seis.

Al aplicar nuestro método de oración olvidado al principio de que ya estamos curados, la oración se convierte en una aclaración de la(s) condición(es) que elegimos representar en el mundo, en lugar de ser una súplica para un cambio en nuestra condición actual. Sentir y vivir con el conocimiento de que ya existen otras condiciones nos sintoniza con el fruto de nuestra nueva elección.

PRINCIPIO 2. TODOS SOMOS UNO
Explicación
Las cifras del censo mundial indican que somos aproximada­mente seis mil millones de personas en el planeta. Este principio nos recuerda que cada persona es una expresión única e individua­lizada de una sola conciencia unificada. Dentro de esta unidad, las opciones y acciones de cada persona afectan a todas las demás en algún grado.

Implicación

Las implicaciones de este principio son muy extensas y, al mismo tiempo, de una tremenda importancia. En el sentido más amplio, nuestro papel dentro de una conciencia unificada significa que no pueden haber acciones aisladas, que no existe el «ellos» y el «nosotros». Ya no podemos contemplar las condiciones de nuestro mundo como «sus problemas» y «nuestros problemas». En un campo de conciencia unificada, cada elección que hacemos y cada acto que realizamos en cada momento, día tras día, ha de afec­tar a todas las demás personas de este mundo. Algunas acciones producen un mayor efecto que otras. Sin embargo, el efecto sigue presente.

-Cada vez que elegimos una nueva forma de enfrentarnos a los retos de la vida, nuestra solución contribuye a la diversidad de la voluntad humana que asegura nuestra supervivencia. Cuando uno de nosotros se aventura en una nueva solución creativa para los aparentemente pequeños retos de nuestra vida individual, nos con­vertimos en un puente para la siguiente persona que se encuentra ante el mismo reto, y para la siguiente, y así sucesivamente. Cada vez que uno de nosotros se enfrenta a la condición a la que otros ya se han enfrentado en el pasado, tiene más opciones a las que recu­rrir de nuestra respuesta colectiva. Relativamente pocas personas pueden crear posibilidades que se conviertan en opciones para todos.

En este mundo de conciencia unificada están implícitas las consecuencias de nuestras acciones. Cada vez que herimos a los demás con nuestras palabras o acciones, en realidad nos estamos hiriendo a nosotros mismos. Cada vez que quitamos la vida a alguien, nos hemos quitado una parte de nuestra propia vida. Los propios pensamientos que nos hacen herir a otro limitan nuestra habilidad para expresar la voluntad de la creación a través de noso­tros mismos.
Al mismo tiempo, cada vez que amamos a otra persona, nos amamos a nosotros mismos. Cada vez que dedicamos un tiempo a otra persona, intentamos entenderla, nos ponemos al alcance de los demás, hemos hecho cada una de estas cosas para nosotros mismos. Cuando desaprobamos las acciones, elecciones o creencias de los demás, a través de ello somos testigos de aquellas partes de nosotros mismos que necesitan mayor sanación.

Aplicación

Cuando otras personas realizan acciones que puede que consi­deremos de forma negativa, se nos invita a que reconozcamos su papel en la unidad como una parte de nosotros que ha elegido una vía distinta. Sin tener que condonar, consentir o incluso aceptar las acciones de otras personas, se nos dice que bendigamos compasi­vamente la acción como una posibilidad más y que prosigamos con nuestra nueva elección. 

La clave de nuestra unidad es la influencia para transformar nuestro mundo. El poder de nuestra unidad permite que relativa­mente pocas personas puedan influir en la calidad de vida para toda una población.

PRINCIPIO 3. ESTAMOS EN RESONANCIA, «EN SINTONÍA» CON NUESTRO MUNDO
Explicación
Somos parte de todo lo que percibimos. Al igual que grupos de átomos, moléculas y compuestos, estamos hechos justamente de los mismos elementos que nuestro mundo, nada más y nada menos. Este principio, base de muchas creencias antiguas y de los indígenas, nos invita a recordar que mediante hilos invisibles y cuerdas inconmensu­rables, formamos parte de toda expresión de vida. En un mundo de semejante resonancia, cualquier roca, árbol, montaña, río y océano forma parte de nosotros. Sea lo que fuere lo que les suceda a los mate­riales de nuestro mundo, lo percibimos con nuestro cuerpo.
Los materiales que nos rodean en nuestra vida cotidiana refle­jan la cualidad que hemos elegido en nuestra vida. Nuestros hoga­res, coches, animales domésticos y nuestra Tierra, todos sin excep­ción, nos reflejan, en cada momento, la cualidad, las implicaciones y las consecuencias de nuestras decisiones.

Implicación

Mientras aprendemos a reconocer qué es lo que nos están diciendo las condiciones del mundo exterior, se nos muestran posi­bilidades cargadas de fuerza para crear un cambio en nuestro mundo mediante los cambios en nuestra vida. Los investigadores han documentado cambios en la Tierra que están en relación direc­ta con los cambios en la conciencia humana. Sensores colocados en la tierra alrededor de una persona que experimentaba desde una ira extrema hasta el súmmum de la compasión, han detectado el cambio en la frecuencia biológica.

¿Cuál es el efecto exterior de que muchas personas, quizá co­munidades enteras o ciudades, compartan emociones comunes de ira o compasión? ¿Es posible que sanar las emociones dentro del pequeño mundo de nuestros cuerpos tenga efectos sobre el mundo que nos rodea, en cosas como los patrones climáticos y la actividad sísmica?

Aplicación
En cada momento de la vida estamos relacionándonos con los elementos de nuestro mundo. A través de nuestras amistades, ro­mances, hogares, vehículos y las circunstancias de la vida, se nos ofrecen poderosas revelaciones para comprender nuestro sistema de creencias, juicios e intenciones. A medida que cambiamos nues­tras creencias y hallamos nuevas formas de expresión, este princi­pio afirma que el mundo que nos rodea refleja nuestras decisiones. Los sistemas turbulentos se serenan en presencia de la paz. Las elecciones que afirman la vida dentro de nuestros cuerpos crean condiciones en nuestro mundo que reflejan dichas decisiones. Qui­zás esto sea una explicación de la antigua sugerencia de que, para sanar nuestro mundo, hemos de empezar por crear las condiciones que nos sanarán a nosotros.

PRINCIPIO 4. LA TECNOLOGÍA DE LA ORACIÓN NOS FACILITA EL ACCESO DIRECTO A NUESTRO CUERPO, A LOS DEMÁS Y A LAS FUERZAS CREATIVAS DE NUESTRO MUNDO
Explicación
Mediante nuestra tecnología interna de la oración entramos en comunión con las fuerzas invisibles de nuestro mundo. Siempre hemos tenido la habilidad de acceder a estas fuerzas y utilizarlas para determinar la cualidad que rige nuestra vida y nuestro mundo.
Implicación

Las experiencias del mundo exterior reflejan las elecciones que hemos hecho en cada momento, en cada respiración. Unas veces somos conscientes de ellas, otras no. Investigaciones recientes han demostrado que nuestras emociones y sentimientos influyen direc­tamente en la expresión de nuestro ADN. ¡Otros estudios indican que nuestro ADN también influye en el comportamiento de los átomos y moléculas de nuestro mundo exterior!

Hemos presenciado la respuesta del tejido humano para cuali­dades específicas del sentimiento, como en la «curación» de lesio­nes y tumores en cuestión de segundos. Se ha demostrado el vín­culo, aunque las implicaciones sobrepasan el marco de la ciencia moderna. Nuestra elección de reconocer la relación es muy perso­nal, y nos invita una vez más a «pensar pensamientos de ángeles y actuar como actúan los ángeles».'

Aplicación

La oración puede que sea la fuerza más poderosa de la crea­ción. A cada uno se nos ha dado un lenguaje silencioso que nos permite participar en el resultado de los acontecimientos y de los retos de nuestra vida. Orar juntos es una oportunidad para com­partir los frutos de nuestro mundo.

Las antiguas tradiciones y los científicos modernos insinúan que la oración es la sofisticada tecnología que nos permite recono­cer las posibilidades de futuros resultados y elegir cuál queremos experimentar. Cuando nos convertimos en las condiciones que ele­gimos experimentar en el mundo, atraemos el resultado que refleja nuestra elección. Con ello, las guerras, las enfermedades y el sufri­miento ya no «suceden» sencillamente; sino que se nos ha mostra­do el mecanismo por el que suceden. Al mismo tiempo, también tenemos el poder de volver a elegir.

¡Qué irónico resulta que los descubrimientos de la tecnología del siglo XX, principalmente producto de la defensa y de su aplica­ción militar, hayan conducido a las revelaciones que nos dirigen hacia la poderosa y sencilla ciencia de la oración! La base está ahora en su lugar. Los datos se han medido y los experimentos se han llevado a cabo. Hemos probado, al menos bajo ciertas condi­ciones, que el pensamiento y la emoción producen el sentimiento, y que el sentimiento produce patrones vibratorios que afectan a nuestro mundo. Cuando cambiamos la cualidad de nuestro senti­miento, cambiamos el patrón de vibración, modificando así los patrones del mundo exterior.

La cuestión ahora es, ¿cómo y en qué medida afectan nuestros patrones de sentimiento al mundo que nos rodea? Si podemos hallar un vínculo entre la fuerza invisible del sentimiento humano y el efecto de nuestros sentimientos en el mundo que nos rodea, habremos llegado a cerrar el círculo. Ese vínculo dará nueva credi­bilidad a las tradiciones antiguas y a las habilidades que los místi­cos y los yoguis han demostrado con los años. Quizás el trabajo de Vladimir Poponin pueda ofrecernos algunas de las primeras prue­bas que confirman una relación directa entre la materia y el ADN humano.

MOVER MONTAÑAS: EL EFECTO FANTASMA DEL ADN
A principios de los noventa, la Academia de Ciencias Rusas de Moscú anunció una sorprendente relación entre el ADN y las cuali­dades de la luz, medidas en fotones. En un informe donde se des­cribían estos primeros estudios, el doctor Vladimir Poponin habla­ba de una serie de experimentos que parecían indicar que el ADN humano afectaba directamente al mundo físico a través de un nuevo campo que los conectaba. El doctor Poponin, reconocido como un gran experto en el campo de la biología cuántica, estaba prestando temporalmente sus servicios por un acuerdo entre enti­dades para una institución de investigación estadounidense cuando se realizaron esta serie de experimentos.

Los experimentos comenzaron con la medición en un entorno controlado de los patrones de luz al vacío. Cuando se hubo extraído todo el aire de una cámara especialmente diseñada, los patrones de las partículas de luz y el espacio entre ellas siguió una distribu­ción al azar, tal como se esperaba. Estos patrones fueron doble­mente revisados y registrados, para ser utilizados como referencia en la siguiente parte del experimento.

La primera sorpresa llegó cuando se colocaron muestras físicas de ADN dentro de la cámara. En presencia del material genético, cambió el espacio y los patrones de las partículas de luz. En lugar del patrón disperso que habían observado con anterioridad, las partículas de luz empezaron a crear un nuevo patrón que se aseme­jaba a la cresta y al seno de una ola suave. El ADN influía clara­mente en los fotones, como si a través de una fuerza invisible les diera la forma regular de una ola.

La siguiente sorpresa vino cuando los investigadores sacaron el ADN de la cámara. Estaban convencidos de que las partículas de luz retornarían a su estado original de distribución fortuita, pero sucedió algo inesperado. Los patrones eran muy distintos a los que habían observado antes de introducir el ADN. En sus propias pala­bras, Poponin describió que la luz se comportaba de un modo «sorprendente y contra intuitivo». Tras revisar los instrumentos y repetir los experimentos, los investigadores se enfrentaron a tener que hallar una explicación para lo que habían visto. Al no estar el ADN, ¿qué era lo que afectaba a las partículas de luz? ¿Había deja­do algo el ADN, una fuerza residual de algún tipo, que persistía mucho después de que el material biológico hubiera desaparecido?

Poponin escribe que él y los demás investigadores se vieron «obligados a aceptar la hipótesis de trabajo de que se había excita­do alguna nueva estructura de campo...». Para hacer hincapié en que el efecto estaba relacionado con la molécula física del ADN, el nuevo fenómeno fue bautizado como el «efecto fantasma del ADN». La «nueva estructura de campo» de Poponin se parece sor­prendentemente a la «matriz» de la fuerza de Max Planck y a los efectos sugeridos en las tradiciones antiguas.

Esta serie de experimentos es importante porque demuestra claramente, quizá por vez primera en condiciones de laboratorio, que existe una relación que ofrece aún mayor credibilidad al efecto de la oración en nuestro mundo físico. En este caso, el ADN era más o menos una serie de moléculas separadas del cerebro de un ser vivo consciente. Incluso en ausencia de un sentimiento directo que vibrara a través de su antena de doble hélice, había una fuerza y un efecto que se podía medir en su mundo inmediato.

Los investigadores sugieren que una persona de tamaño, esta­tura y peso medio, posee muchos billones de células en su cuerpo. Si cada célula, cada antena de sentimiento y emoción dentro de una persona, contiene las mismas propiedades que afectan a su entorno, ¿cuánto se puede amplificar el efecto? Ahora. bien, ¿qué sucedería si, en lugar de enviar sentimientos cualesquiera a través de las células de una persona, el sentimiento fuera el resultado de una forma específica de pensamiento y emoción, regulado en forma de oración? Multiplica los efectos que puede producir la per­sona, robustecida por un método específico de oración, por tan sólo una fracción de los aproximadamente seis mil millones de per­sonas sobre el planeta, y empezaremos a sentir el poder inherente en nuestra voluntad colectiva. Es el poder que terminará con todo el sufrimiento y erradicará el dolor que ha sido el sello del siglo xx. La clave es que hemos de trabajar juntos para alcanzar esta meta. Esto puede llegar a ser el mayor reto del tercer milenio.

Nuestro lenguaje tiene el vocabulario para describir nuestra relación olvidada con las fuerzas del mundo, con la inteligencia del cosmos y entre nosotros. Con algunos de los instrumentos más sensitivos de nuestro tiempo para medir los campos de ener­gía que ni siquiera conocíamos hace cincuenta años, la ciencia ha confirmado ahora la relación que los antepasados nos recordaron hace más de dos mil años. Tenemos acceso directo a las fuerzas de nuestro mundo y hemos cerrado el círculo. Este es el lenguaje que mueve montañas. Es el mismo lenguaje que nos permite ele­gir la vida en lugar de los tumores cancerosos, y crear paz en situaciones donde puede que creamos que esta no existe. Cuando leemos sobre milagros de sanación, ya no nos quedamos con el deseo de que estos mismos milagros puedan ocurrir hoy. Los milagrosos resultados ya están aquí, sencillamente se nos pide que los escojamos.

Hoy en día continúo rezando. Para mí, cada momento de la vida se ha convertido en una oración. Todavía doy gracias por las cosas buenas, y me siento con poder para escoger nuevas situacio­nes en lugar de aquellas que me han causado sufrimiento en el pasado. Mi formación en informática me ha enseñado que hay pocos misterios, y pocos que no podamos probar, si osamos acep­tar las «leyes» que la naturaleza nos enseña en el milagro de cada día.
La oración me ha demostrado que ciertas cosas son, indepen­dientemente de nuestra habilidad para poder probarlas en el momento. Por ejemplo, sé que algunos de los más sagrados recuer­dos de nuestra herencia fueron repartidos por monasterios, iglesias, tumbas y templos por nuestros antepasados. También sé que los mismos recuerdos viven en las costumbres y tradiciones de pue­blos que antes considerábamos como primitivos. Sé que somos capaces de tener hermosos sueños, grandes posibilidades y fuentes insondables de amor. Quizá lo más importante sea que sé que ya existe una posibilidad donde hemos acabado con el sufrimiento de todas las criaturas y honrado el aspecto sagrado que hay en toda forma de vida. La posibilidad ya existe aquí y ahora. Sé que estas cosas son ciertas, porque las he visto. El momento en que permiti­mos tales posibilidades a gran escala se convierte en el primer momento de una nueva esperanza. Ese es el momento que siempre recordaremos. Es el momento en que anularemos el día final de las profecías.

 Ver capítulos anteriores del Taller de Autoestima
Del Taller de Autoestima de Juan Carlos Fernández. Capítulo 199 Volumén 2: Los Secretos de la Oración y la Sanación