también es capaz de conseguirlo. ¡volverlo realidad!"
- Juan Antonio Razo
Mientras lee este capítulo, trate de tomar distancia respecto de sí mismo. Trate de proyectar su conciencia hacia un rincón del techo y mírese leyendo, con el ojo de la mente. ¿Puede mirarse a sí mismo casi como si fuera otra persona?
Intente ahora otra cosa. Piense en el estado de ánimo en el que se encuentra. ¿Puede identificarlo? ¿Qué está sintiendo? ¿Cómo describiría su presente estado mental?
Piense ahora durante un minuto sobre cómo está trabajando su mente. ¿Es rápida y despierta? ¿Se siente dividido entre practicar este ejercicio mental y conjeturar lo que se pretende con él?
Su capacidad para hacer lo que acaba de hacer es específicamente humana. Los animales no la poseen. La denominamos «autoconciencia»; es la aptitud para pensar en los propios procesos de pensamiento. Ésta es la razón de que el hombre posea el dominio de todas las cosas del mundo y de que pueda realizar progresos significativos de generación en generación.
Por eso podemos evaluar y aprender de las experiencias de los otros, tanto como de las nuestras. Por eso podemos crear y destruir nuestros hábitos.
No somos nuestros sentimientos. No somos nuestros estados de ánimo. Ni siquiera somos nuestros pensamientos. El hecho mismo de que podamos pensar sobre estas cosas nos separa de las cosas y del mundo animal. La autoconciencia nos permite distanciarnos y examinar incluso el modo en que nos «vemos»: ver el paradigma de nosotros mismos, que es el más fundamental para la efectividad. Afecta no sólo a nuestras actitudes y conductas, sino también al modo en que vemos a las otras personas. Se convierte en nuestro mapa de la naturaleza básica de la humanidad.
De hecho, mientras no tengamos en cuenta cómo nos vemos a nosotros mismos (y cómo vemos a los otros) no seremos capaces de comprender cómo ven los otros y qué sienten acerca de sí mismos y de su mundo. Sin conciencia, proyectaremos nuestras propias intenciones sobre su conducta, y al mismo tiempo nos consideraremos objetivos.
Esto limita significativamente nuestro potencial personal y también nuestra capacidad para relacionarnos con los demás. Pero a causa de la singular capacidad humana de la autoconciencia, podemos examinar nuestros paradigmas para determinar si son principios basados en la realidad, o están en función de condicionamientos y condiciones.
El espejo social
Si la única visión que tenemos de nosotros mismos proviene del espejo social (del actual paradigma social y de las opiniones, percepciones y paradigmas de las personas que nos rodean), la concepción que tengamos de nosotros será como la imagen reflejada en los espejos deformantes de los parques de diversiones.
« Siempre te retrasas. »
« ¿Por qué no puedes mantener las cosas en orden? »
« ¡Tienes que ser un artista! »
« ¡Comes como un cerdo! »
« ¡Me parece increíble que hayas ganado! »
« ¡Nunca llegaras a ser alguien!»
« ¡A ti todo el mundo te ve la cara! »
« ¡Nunca tendrás mucho dinero! »
Estas imágenes están como desmembradas y carecen de proporción. Sin embargo les abrimos la puerta, nos comportamos como tal, conciente ó inconciente y se convierten a través del tiempo en profecías autocumplidas, porque el Universo nos da lo que sentimos de nosotros mismos. Es frecuente que estas opiniones del entorno hacia nosotros son más sus propias proyecciones de ellos originadas en las preocupaciones y las debilidades de carácter de las personas en las que se originan, y no representa fielmente lo que somos ó podemos ser.
Muchos consultorios psicológicos están llenos de personas tratando de deshacer este nudo de lo que nos dijeron que éramos, puesto que con estas creencias nuestra vida no funciona bien. Es como si nos hubieran dado zapatos de un número diferente al que debemos usar, hasta que no nos deshagamos de esto y reconozcamos quienes realmente somos podemos pasar la vida tratando de arreglar zapatos que no son de nuestro número.
Por lo anterior mucha la gran mayoría de las personas estamos en gran medida determinados por el condicionamiento. Saber y reconocer el tremendo poder del condicionamiento en nuestras vidas, genera un mapa totalmente distinto y nos permite enfocar hacia donde hay que tomar acciones y cambios de creencias para mejorar nuestra vida.
Hay en realidad tres mapas sociales, tres teorías deterministas ampliamente aceptadas, que independientemente o en combinación, pretenden explicar la naturaleza del hombre.
- El determinismo genético.
Dice básicamente que la culpa es de los padres y abuelos. Ésa es la razón de que usted tenga mal genio. Sus padres ó abuelos eran irascibles y eso está en su ADN. El ADN pasa de generación en generación y usted lo ha heredado. Además usted es irlandés, y así son los irlandeses.
- El determinismo psíquico.
Dice básicamente que la culpa es de los familiares con quienes se crió de pequeño. Su educación, sus experiencias infantiles establecieron lo esencial de sus tendencias personales y la estructura de su carácter. A ello se debe que no le guste estar rodeado de personas. Así es como lo educaron en su casa. Usted se siente terriblemente culpable si comete un error porque en su más profundo interior recuerda la impresión emocional recibida cuando usted era muy vulnerable, tierno y dependiente. Se recuerda el castigo, el rechazo, la comparación con los demás y los problemas emocionales, cuando uno no se comportaba de acuerdo con lo esperado.
- El determinismo ambiental.
Dice que la culpa es del patrón o el jefe (o de su esposa, su hijo adolescente, su situación económica, el presidente en turno, la escuela a que asistió o la política nacional). Alguien o algo de su ambiente es responsable de su situación, usted es simplemente una víctima sin poder por el medio ambiente.
Todos estos mapas se basan en la teoría de estímulo/respuesta que solemos asociar con los experimentos de Pavlov. La idea básica es que estamos condicionados para responder de un modo particular a un estímulo concreto.
Modelo reactivo
¿Con cuánta precisión y funcionalidad describen estos mapas el territorio? ¿Con cuánta claridad reflejan esos espejos la naturaleza verdadera del hombre? ¿Se convierten en profecías de autocumplimiento? ¿Se basan en principios que podemos comprobar en nuestro interior?
Entre estímulo y respuesta
Para responder a estos interrogantes, permítame que comparta con la historia ejemplificadora de Víctor Frankl.
Frankl era un determinista, educado en la tradición de la psicología freudiana según la cual lo que nos sucede de niños da forma a nuestro carácter y personalidad, y gobierna básicamente la totalidad de nuestra vida. Los límites y parámetros de nuestra vida estarían fijados y, en lo esencial, no sería mucho lo que podríamos hacer al respecto.
Frankl era también psiquiatra y judío. Estuvo encerrado en campos de concentración de la Alemania nazi, donde experimentó cosas tan repugnantes para nuestro sentido de la decencia que incluso repetirlas aquí nos provoca zozobra.
Sus padres, su hermano y su mujer murieron en los campos, en cámaras de gas. Con la excepción de su hermana, perdió a toda su familia. El propio Frankl fue torturado y sometido a innumerables humillaciones, sin estar nunca seguro de si en el momento siguiente lo llevarían a la cámara de gas o se quedaría entre los que se «salvaban», los cuales retiraban los cuerpos o recogían las cenizas de los condenados.
Un día, desnudo y solo en una pequeña habitación, empezó a tomar conciencia de lo que denominó «la libertad última», esa libertad que sus carceleros nazis no podían quitarle. Ellos podían controlar todo su ambiente, hacer lo que quisieran con su cuerpo, pero el propio Víctor Frankl era un ser autoconsciente capaz de ver como observador su propia participación en los hechos. Su identidad básica estaba intacta. En su interior él podía decidir de qué modo podía afectarle todo aquello. Entre lo que le sucedía, o los estímulos y su respuesta, estaba su libertad o su poder para cambiar esa respuesta.
En medio de sus experiencias, Frankl se imaginaba por ejemplo, dando conferencias ante sus alumnos después de haber sido liberado del campo de concentraron. En el aula se describiría a sí mismo y expondría como lección o que había aprendido durante la tortura.
Por la vía de de ejercicios de este tipo (mentales, emocionales morales, usando principalmente la memoria y la imaginación) ejercitó su libertad. Los nazis tenían más libertad exterior, más opciones entre las que podían elegir en su ambiente, pero él tenía más libertad interior, más poder interno para ejercitar sus opciones. Se convirtió en un ejemplo para quienes lo rodeaban, incluso para algunos de los guardias. Ayudó a otros a encontrar un sentido en su sufrimiento y dignidad en su vida de prisioneros.
En las más degradantes circunstancias imaginables, Frankl usó el privilegio humano de la autoconciencia para descubrir un principio fundamental de la naturaleza del hombre: entre el estímulo y la respuesta, el ser humano tiene la libertad interior de elegir.
La libertad de elegir incluye los privilegios que nos singularizan como seres humanos. Además de la autoconciencia, tenemos imaginación (capacidad para ejercer la creación en nuestras mentes, yendo más allá de la realidad presente). Tenemos conciencia moral (una profunda percepción interior de lo que es correcto o incorrecto, de los principios que gobiernan nuestra conducta, y de la medida en que nuestros pensamientos y acciones están en armonía con dichos principios). Y tenemos voluntad independiente (capacidad para actuar sobre la base de nuestra autoconciencia, libres de cualquier otra influencia). Todo esto es la capacidad de creación.
Como consecuencia de nuestros privilegios humanos, podemos formular nuevos programas para nosotros mismos, totalmente independientes de nuestros instintos y adiestramiento. Por ello la capacidad del animal es relativamente limitada, y la del hombre, ilimitada. Pero muchos viven como animales, sobre la base de nuestros instintos, condicionamientos y condiciones, siguiendo los dictados de nuestra memoria colectiva, también nosotros seremos limitados.
Nuestras dotes singularmente humanas nos elevan por encima del mundo animal. La medida en que ejercitamos y desarrollamos esas dotes nos da poder para desplegar nuestro potencial humano. Entre el estímulo y la respuesta está nuestra mayor fuerza: la libertad interior de elegir. Somos co-creadores con el Universo, recuérdalo.
Ver capítulos anteriores del Taller de Autoestima
Del Taller de Autoestima de Juan Carlos Fernández. Capítulo 173 Volumén 2: Ser Proactivo
Del Taller de Autoestima de Juan Carlos Fernández. Capítulo 173 Volumén 2: Ser Proactivo