“Si un hombre alberga cualquier miedo, éste perturbará todos sus pensamientos y dañará su personalidad, convirtiéndole en esclavo de un fantasma”
Legouve
La ignorancia y el temor son los peores males; por esta razón dedicamos un capítulo extenso al origen, dinámica y solución de los temores.
El miedo es un sentimiento natural que se convierte en temor, cuando la persona toma conciencia de los peligros que le amenazan y llega al pánico cuando llevado por la fantasía, imagina un final desastroso. El miedo es natural, su función es la supervivencia; nos hace pensar, sopesar las posibilidades y evitar riesgos innecesarios. Es un gran acicate de la conducta humana. Todo lo que realiza el ser humano está orientado a sobrevivir, a crecer y a liberarse.
Puesto que el temor no es un sentimiento natural, hay que admitir que apareció en un momento de la historia humana. Freud, creyó haber encontrado ese momento: El hombre primitivo vivía en pequeñas hordas, sometido a un jefe audaz y vigoroso, que ejercía un poder despótico. Poseía a todas las mujeres mientras que a los demás varones, les estaba prohibida toda relación sexual. Esta prohibición constituía el tabú, cuya violación era castigada con la muerte.
El tabú es una palabra polinesia que significa sagrado, impuro, prohibido. Su fórmula es prohibir. ¡No hagas! Esta fórmula, con el correr de los años se convirtió en norma moral, de todas las religiones. Y, así como la violación del tabú era castigada con la muerte física, la violación de la norma moral era castigada con la muerte eterna (el infierno).
El tabú evitaba el incesto. Esta prohibición es natural y la observan en forma instintiva los animales superiores; tiene como objetivo, evitar la degeneración de las especies.
A este tabú le siguieron otras prohibiciones, con el fin de controlar las conductas instintivas a través del temor. El tabú y el temor son las formas más primitivas de control.
Ahora, regrese mentalmente a la prehistoria y visualice al hombre prehistórico en lucha terrible contra el mismo hombre, caníbal salvaje; en lucha contra los animales feroces; en lucha contra las fuerzas naturales, contra los fantasmas y contra los dioses vengativos y crueles. Ese mundo aterrador fue el caldo propicio del cual surgieron infinidad de temores, que se han eternizado en el tiempo y que se transmiten en forma consciente e inconsciente de generación en generación.
Han pasado miles de años, desde aquel escenario primitivo. El hombre ha dominado la naturaleza, se han desvanecido los fantasmas y se han desvanecido los dioses, pero los temores siguen enraizados en el corazón de los hombres.
El temor nace de una interpretación errónea de la vida, originada por desconocimiento de la realidad, por una fantasía distorsionada, por someterse pasivamente a la autoridad, por experiencias traumáticas y por condicionamiento social.
El temor es un sentimiento inconsciente aprendido en la primera infancia, por condicionamiento, en contra del cual, poco puede la razón.
En nuestra cultura nos educan para la competencia, lo cual supone un riesgo constante de fracaso y es fuente de angustia y de temor. Este tipo de educación va en contra de la naturaleza biológica del ser humano, cuyo di encéfalo es el de un animal cobarde y temeroso.
Según Burk: “La contradicción existente entre la naturaleza cobarde del hombre y la vida social, organizada en términos de competencia es la causa de tantos temores, complejos y enfermedades.
Necesitamos aprender a vivir de acuerdo a un concepto de superación y no de competencia.
Los niños nacen sanos, espontáneos y temerarios, pero los “padres” los reprimen con toda clase de temores: ¡Cuidado! ¡Qué dirán! ¡Tienes que ser el mejor! Todo con el fin de que se “adapten” a las normas sociales; en vez de estimularles al desarrollo y a la libertad. ¡Pobres padres! si conocieran el veneno que encierran estos mensajes; pero, ellos nunca sabrán que son los principales causantes de la mayoría de los temores, sufrimientos y frustraciones de sus hijos. De este modo, los hijos quedan programados para ser los represores de las futuras generaciones. Esta es una cadena sin fin, pero usted puede romperla.
Un grupo de psicólogos americanos acaba de realizar un estudio sobre un grupo de niños. Les colocaron un receptor y analizaron los mensajes recibidos por los niños durante los nueve primeros años. Los resultados indican que, el noventa por ciento de los mensajes son negativos; frente a un diez por ciento positivos. Nos encontramos ante una realidad alarmante, que revela la ignorancia, y los complejos que padece la sociedad; la cual los proyecta en todas las direcciones, a través de las conductas, del lenguaje y de las actitudes.
Los temores son como semillas; comienzan por echar raíces y luego se van apoderando del espacio mental.
Los temores grabados en la infancia jamás desaparecen. Están al acecho, preparados para atacar en cualquier momento, especialmente cuando se trata de tomar decisiones importantes.
Efectos del temor
Es causa de sufrimiento constante y el principal obstáculo para el desarrollo y el éxito; por tanto, hay que atacarlo para sobrevivir psíquicamente, para sentirse bien y para liberar el amor, la inteligencia y la creatividad. “El temor se apodera de los espíritus débiles, ahogando toda idea y deseo de libertad”.El temor determina la forma de percibir la vida y de reaccionar ante los acontecimientos. Es dinámico y tiende a crecer, a no ser que la persona tome conciencia de él y aprenda a controlarlo.
En cada época se desarrollan ciertos temores de acuerdo a la filosofía que rige la sociedad.
Los temores crecen en tiempo de crisis y pueden alcanzar niveles de pánico.
En la actualidad, los temores más comunes son: El miedo escénico, el temor al futuro, al fracaso, a la pobreza, a la enfermedad, a la vejez y a la soledad. Estos temores son propios de una sociedad competitiva, individualista y poco solidaria, que ha dejado al ser humano sólo y abandonado a su propio destino.
Los temores también tienen su parte positiva: estimulan a superarse.
Te invito a elaborar una lista de todos tus temores. Te sorprenderás de su extensión. Es bueno conocer los temores, pues ellos son nuestros peores enemigos. Si logras ubicarlos te resultará más fácil controlarlos y reducirlos.
Cómo superar los temores
Casi todas los programas de autoayuda están orientados a cambiar la mente por medio del esfuerzo consciente, lo cual resulta difícil y poco efectivo porque las raíces de la conducta humana no están en el consciente sino en el subconsciente; por tanto, hay que llegar al subconsciente para producir allí cambios profundos y reales; pero, al subconsciente no se puede llegar a través de la razón, debido al filtro crítico o censura que impide el acceso.
A lo largo de la historia el ser humano ha temido a las fuerzas ocultas de su mente, a sus impulsos vitales, instintivos y salvajes. Para controlarlos creó infinidad de tabúes y temores, los cuales se han eternizado hasta el día de hoy. Los seres humanos llevamos grabados infinidad de temores, de los cuales no tenemos conciencia porque forman parte de nosotros. Por una parte, esos temores nos ayudan a controlar instintos y pasiones y a convivir en cierta armonía, más, por otra parte, nos hacen cobardes e inhiben el impulso natural al desarrollo.
Del subconsciente provienen también las fuerzas vitales, que impulsan al desarrollo, a la sociabilidad, al amor y a la creatividad. El subconsciente es el disco duro de la mente. Contiene toda la experiencia de nuestra vida, convertida en materia prima que alimenta la memoria, la inteligencia y la creatividad.
La estructura de la personalidad hunde sus raíces en el subconsciente, de modo que, si queremos cambiar, necesitamos encontrar la forma de llegar a él. Este es el objetivo de la programación mental. Se trata de llegar directamente al origen, traspasando el filtro critico y realizar cambios profundos y definitivos, a nivel de creencias, criterios, hábitos, sentimientos y conductas.
Al programar la mente en positivo, se activan los mecanismos de desarrollo, se incrementa la inteligencia, la motivación, la autoestima y la creatividad, de modo que, en vez de percibir la vida como un problema, se percibe como una oportunidad.
La clave del éxito en el estudio, en la profesión y en el amor, depende de una buena programación mental, en la cual, usted tiene la última palabra
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Del Taller de Autoestima de Juan Carlos Fernández. Volumén 2: Cómo Superar Los Temores