Rosa Argentina Rivas, autoridad en el tema del perdón, explica cómo superar el dolor y el rencor. |
Existen muchas frases sobre el valor del perdón. Pero tal vez una de las más famosas y acertadas la pronunció el célebre poeta inglés Samuel Johnson: “Un hombre sabio procurará siempre perdonar, porque sabe lo que es el valor de la vida y no permitirá que ésta pase con un dolor que es totalmente innecesario”.
La mexicana Rosa Argentina Rivas, psicoterapeuta clínica, fundadora y presidenta de la Asociación Latinoamericana de Desarrollo Humano, es una autoridad internacional en temas como el manejo del estrés y el perdón. En junio del 2012 publicó el libro ‘Saber perdonar, paz y libertad’ (editorial Urano), que ha convertido en todo un best seller.
Según ella, quien no perdona está condenado a vivir en su propio infierno, atrapado en el dolor. Reconoce que el dolor y el rencor son sentimientos difíciles de superar, pero está convencida de que nada ni nadie pueden –ni se merecen- ser imperdonables. En entrevista con EL TIEMPO dice que “el perdón es un favor para ti, para nadie más”.
¿Por qué es tan difícil perdonar?
Una de las razones por las que se nos dificulta perdonar es porque no entendemos qué significa perdonar. Existe una terrible confusión, pues muchos piensan que perdonar es justificar lo que la otra persona ha hecho, dejarlo pasar o seguir tolerando una situación. Y esto nos lleva a una confusión muy grande porque, obviamente, hay cosas que son injustificables. Y a veces no perdonamos porque indirectamente pensamos que a través de ello estamos cobrando algún tipo de venganza. Hay gente que, al no perdonar, siente que tiene control sobre el otro. Sobre todo cuando esa otra persona le pide que le perdone.
Pero es que hay cosas que parecen imperdonables…
Ese es una de los argumentos de los que no perdonan: ¿Cómo voy a perdonar, si lo que me hicieron es imperdonable? Creo que hay actos completamente deleznables, que no se deben tolerar, pero no hay nada que no sea imperdonable. Te reitero: el perdón es un favor para ti mismo.
¿Por qué perdonar es un favor para uno?
El perdón es un acto personal, de tu interior; cuando perdonas no estás liberando al otro, te estás liberando a ti mismo. Las personas que guardan rencores en la vida se quedan atrapadas en el pasado, y curiosamente se convierten en esclavas de aquellos que los lastimaron, aunque ya no existan en su vida, e incluso, hayan muerto. ¿Quién es el que realmente sufre las consecuencias del rencor? La otra persona sigue su vida como si nada hubiera pasado y puede llegar a ignorar por completo cómo te sientes. Pero tú eres el que quedas atrapado en un círculo de malos sentimientos.
¿Pero acaso no hay derecho a sentir rabia, a odiar, sobre todo cuando nos han causado tanto dolor?
Todos tenemos derecho a odiar, como tenemos derecho a hacer una cantidad de cosas que a la larga nos perjudican. El odio es un sentimiento que destruye a la persona. Tu odio te lleva a una constante planeación de venganzas, que en la mayor parte de las ocasiones no vas a lograr cristalizar y que te generarán simple frustración. Y aún en el caso de que pudieras ejercer alguna venganza, sabes que te la van a devolver, y se generará una escalada de violencia que nunca va a parar, y vivirás literalmente en el terror.
¿Y qué pasa con ese sentimiento de querer desquitarse?
¿Tenemos derecho de golpear al otro? Bueno, tengo mi libertad, puedo hacer con ella lo que quiera. Pero, ¿qué consecuencias vas a pagar? El odio es de las peores cosas que le pueden pasar al ser humano, porque te paralizan la vida. Una persona que odia se ha cerrado a horizontes nuevos y está completamente cerrada a la posibilidad de confiar, de volver a amar. Pero perdonar no significa que debas seguir tolerando lo mismo.
Perdonar, pero no tolerar. ¿A qué se refiere?
En una pareja, por ejemplo, si hay violencia intrafamiliar, se puede llegar a una separación. Y por más que la persona me diga: ¡perdóname!, y de que yo lo perdone, eso no significa que tengamos que seguir juntos. La gente se confunde pensando que el perdón significa seguir tolerando lo intolerable y eso no es verdad. Yo perdono, tú coges tu camino, y yo el mío. No tenemos por qué continuar juntos y eso se da en la pareja y en todos los contextos.
¿Qué piensa de la frase ‘yo perdono, pero no olvido’?
Tú no puedes olvidar lo que te ha sucedido. Y ese es otro error del concepto del perdón. Hay quienes no perdonan porque dicen que no pueden olvidar. ¡Claro que nunca vas a olvidar! El cerebro graba absolutamente todo, sobre todo aquello que tiene un alto contenido emocional. Hay gente que con solo recordar un evento se le sube el color a la cara, empuña las manos, se le retuerce el estómago y quisiera matar. Ahí no hay perdón.
¿Qué hay que hacer entonces con el recuerdo?
Intentar olvidar es perder el tiempo: tienes que perdonar. El perdón te va ayudando a sanar la herida y hará que el recuerdo ya no te provoque ni esa ira, ni esa tristeza, ni esa desilusión. Pero el perdón es lo que antecede esa situación. La gente que está tratando de olvidar, para llegar a perdonar, nunca va a perdonar, porque nunca va a olvidar.
¿Cómo manejar la mente?
Tienes que dominar tu pensamiento, porque mientras le sigas dando vueltas en la cabeza al mismo problema, te sigues calentando. Tienes que ejercer un control sobre tus imágenes y tus palabras; como lo relato en mi libro, debes evitar la famosa narrativa dolorosa: contar una y otra vez lo que te hicieron. Eso no te resuelve el problema: lo hace cada vez más doloroso y profundo. Hay que practicar diferentes pasos, donde entran fenómenos como la comprensión, cómo encontrarle un sentido a la ofensa, de qué manera crezco yo con lo que me ha sucedido y cómo me puedo convertir en una mejor persona con esa experiencia.
El perdón en los asuntos de pareja suele ser muy complicado…
Sí, pero cualquier persona adulta puede decir: hasta aquí, no quiero seguir viviendo en esta casa, asumo los riesgos de enfrentar mi vida solo, o sola, pero esto se acaba. Pero si la persona te dice: ¡Por favor, perdóname! Le podrás responder: ‘Por supuesto que te perdono, rencor no te voy a guardar porque no me voy a desbaratar la vida, pero eso, a seguir viviendo contigo, son dos cosas distintas’. Perdonar no significa cambiar una decisión. Esa es la manera con la que los chantajistas abusan.
¿Y quiénes son los chantajistas, qué pasa con ellos?
La persona que ofende y lastima es, en el fondo, una persona insegura y débil. Los mayores golpeadores, en el caso de las familias, son hombres inseguros, tan inseguros que se atreven a decirle a una mujer: ‘Si te vas, te mato’, con lo cual demuestran el terror que les produce la idea de ser abandonados. La violencia siempre es signo de una inseguridad muy grande, y en ese sentido hay que tratar de entender un poco a la otra persona, aunque te parezca incomprensible. Pero recuerda: comprender no significa justificar.
¿Cómo manejar el perdón en los temas familiares?
Hay cosas que los padres pueden hacer con sus hijos: violencia hacia ellos y violencia hacia la esposa, que afecta profundamente a los niños. Pero la pregunta es: ¿De qué te sirve guardar un rencor? ¿Puedes resolver un problema a través de ello? La respuesta es siempre no. Ahora, ¿quién se queda con la amargura? Eres tú. Ya bien sea con un padre que te pegó o que abusó de ti, o con una pareja que te engaña, ¿quién es el que realmente sufre las consecuencias del rencor? Solo tú.
Pero esos ‘dolores’ familiares suelen ser muy difíciles de superar…
¡Claro! Hay hermanos que resultan ser tus peores enemigos, o cosas que te hicieron tus padres y te siguen doliendo. Pero, ¿quién te ha dicho que tienes la obligación de seguir con una relación que te está violentando? Ahí nuevamente está el concepto equivocado de perdón, y esa es la razón por la cual no damos el paso. El perdonar no te exime de poner límites. Por ejemplo: las cenas de Navidad. Hay personas que siguen yendo a pesar de que saben que el tío se emborracha, el abuelo trata de abusar de una de las nietas, los padres se pelean o los hermanos discuten. Saben que esa es la rutina anual, y vuelven. Lo mejor, en ese caso, es tomar distancia.
Usted también trata el tema del perdón en el ambiente laboral…
Si estás en una convivencia laboral, donde no está en tus manos poner ciertos límites, lo que sí puedes hacer es propiciar un diálogo donde pongas límites personales: esto se vale, esto no se vale. Y tomar distancia. Podemos trabajar con una persona y ser colaboradores en equipo, pero eso no significa que tengamos que tener una amistad cercana, sobre todo con alguien que nos ha lastimado y que nos puede seguir lastimando. Porque si no perdonas, aún en el ambiente laboral, la vida se te convierte en un infierno. Pasas ocho o más horas de tu vida en tu trabajo.
¿En qué momento hay que buscar ayuda profesional?
Cuando sientas que la vida se te volvió un infierno. Hoy existen varias terapias sobre el perdón, y está comprobado que independientemente de la línea que sigas a nivel terapéutico, el perdón es indispensable, porque te libera.
¿En qué momento hay que acudir a Dios o a una ayuda espiritual?
Si eres creyente -yo lo soy- debes tener confianza en Dios, porque hay cosas que no entendemos por qué nos han sucedido. El dolor sigue siendo un misterio, porque un Dios bueno y misericordioso jamás va a mandar dolor. El dolor lo padecemos por nuestras malas decisiones, por nuestra fragilidad, porque somos perecederos, y por el mal uso que hacemos de nuestra libertad, porque permitimos que abusen de ella. El dolor es un fenómeno, pero si lo ponemos en manos de Dios, con el sincero deseo de sanar, Dios cura todas las heridas. Y el tiempo, ni qué decir.
¿Qué consejos prácticos daría para aprender a perdonar?
Busca un desahogo, alguien con quien hablar. No te tragues los sentimientos. Toda emoción que reprimes, eventualmente, crece dentro de ti. Si es tristeza, llora y busca a alguien con quien llorar. Si es enojo, busca algo a quien puedas expresarle lo que sientes, y como decimos en México, con quien puedas ‘mentar madres’. Y que puedas desahogar esa cólera que tienes, pero sin violencia. Muchas veces no perdonamos porque no reconocemos que nos han lastimado, porque se notaría que somos frágiles y no queremos que la gente se dé cuenta de eso.
Usted dice en su libro que no hay que estar hablando todo el tiempo sobre ese dolor…
¡Claro! Hay que dejar de estar hablando de lo que te hicieron, porque eso constituye una narrativa del dolor que, lejos de sacarte de ella, te hunde cada vez más. Deja de estarle contando a medio mundo: ‘¡Es que tú no sabes lo que me hicieron, fue terrible, es imperdonable!’. No. Lo que te hicieron ya te lo hicieron y eso no lo vas a poder cambiar. Lo que necesitas es perdonar a quien te lo hizo.
¿Cómo saber que ya hemos perdonado?
Cuando una persona ha perdonado te puede relatar una experiencia del pasado como el que te relata una historia. Ya no se le mueve nada, permanece tranquilo. Y dice: pues sí, efectivamente me pasó esto: mi pareja me hizo esto, mi padre, mi hijo, mi jefe o mi compañero de trabajo, y te lo cuenta como el que te cuenta una historia, casi, como en tercera persona. En ese momento habrás perdonado.
Por José Alberto Mojica Patiño
Redacción Vida de Hoy