"El verdadero cambio en tu interior solo se hace cuando eres capaz de aceptar a la gente tal cual como es y te aceptes a ti mismo tal como eres."
Louise L. Hay
1. Dejemos de criticarnos
Este es quizá el punto más importante. Ya hablamos de la crítica en el capítulo 114. Si nos decimos a nosotros mismos que, pase lo que pase, estamos bien y valemos, podemos cambiar con facilidad nuestra vida. Pero si nos decimos que estamos mal, nos resultará enormemente difícil lograrlo.
Todos cambiamos, todos. Cada día es un nuevo día y hacemos las cosas de manera algo diferente a como las hicimos el día anterior. Nuestra capacidad para adaptarnos y avanzar con el proceso de la vida es nuestro poder.
Todos cambiamos, todos. Cada día es un nuevo día y hacemos las cosas de manera algo diferente a como las hicimos el día anterior. Nuestra capacidad para adaptarnos y avanzar con el proceso de la vida es nuestro poder.
Las personas que proceden de hogares problemáticos suelen tener un sentido de la responsabilidad exagerado y han adquirido la costumbre de juzgarse sin piedad. Crecieron en medio de la tensión y la angustia El mensaje que recibieron cuando eran niños les hace pensar: «Seguro que algo no funciona bien en mí». Piensa por un momento en las palabras que empleas cuando te regañas. Las más comunes son: estúpido, chico malo, chica mala, inútil, descuidado, feo, bobo, indigno, perezoso, desaseado, etc. ¿Son éstas las mismas palabras que empleas para describirte? Tenemos una gran necesidad de fortalecer nuestra propia valía y mérito, porque cuando pensamos que no valemos lo suficiente encontramos la manera de ser siempre desgraciados. Nos creamos enfermedades y dolor, aplazamos cosas que nos beneficiarían, maltratamos nuestro cuerpo con comidas dañinas, con alcohol y otras drogas...
En cierta manera todos nos sentimos inseguros, porque somos humanos. Aprendemos a no pretender que somos perfectos. Sin embargo en muy frecuente adoptar patrones de personas que consideramos mejores que nosotros, ya sea desde un famoso actor ó estrella de cine, un deportista hasta alguien en nuestro medio que internamente lo comparamos como superior. La necesidad de ser lo que no somos, sólo nos crea una enorme presión, y nos impide ver los aspectos de nuestra vida que necesitan curación. En lugar de eso podríamos descubrir nuestras aptitudes creativas, nuestra individualidad, y valorarnos por esas cualidades que nos distinguen de los demás. Cada uno de nosotros tiene un papel único que desempeñar en la Tierra, papel que oscurecemos al criticarnos.
2. Dejemos de asustarnos
Muchos de nosotros nos llenamos de miedo con pensamientos aterradores, logrando con ellos hacer las situaciones peores de lo que son. Cogemos un pequeño problema y lo transformamos en un monstruo gigantesco. Es una forma terrible de vivir, siempre a la espera de que ocurra lo peor en nuestra vida. ¿Cuántos de ustedes van a la cama por la noche imaginándoos el peor de los guiones posibles para un problema? Eso es lo mismo que hace un niño pequeño cuando se imagina que hay monstruos debajo de la cama y se asusta por ello. Si haces esto, no es raro entonces que no puedas dormir. Cuando eras pequeño necesitabas que tu madre o tu padre vinieran a tranquilizarte. Ahora que eres adulto sabes que tienes la capacidad de tranquilizarte a ti mismo, pero pocos la usan.
Esto suelen hacerlo mucho las personas enfermas. Con frecuencia se imaginan lo peor, si es que no están ya planeando sus funerales. Ceden su poder a los medios de comunicación y se consideran datos estadísticos. También ocurre a menudo en las relaciones. Alguien no te llama por teléfono e inmediatamente supones que no eres digno de amor y decides que jamás vas a volver a embarcarte en otra relación. Te sientes abandonado y rechazado. Lo mismo sucede con el trabajo. Alguien te hace un comentario y comienzas a pensar que te van a despedir. Construyes estos paralizantes pensamientos en tu mente. Recuerda que los pensamientos de temor son afirmaciones negativas.
Si habitualmente repasas en tu mente situaciones o pensamientos negativos, busca la imagen de algo con lo que verdaderamente te gustaría reemplazarlos. Podría ser un hermoso paisaje, una puesta de sol, flores, algún deporte, o cualquier cosa que te guste. Utiliza esa imagen como un «interruptor» cada vez que te des cuenta de que tienes pensamientos de miedo. Di: «No, ya no voy a pensar en eso. Voy a pensar en puestas de sol, en rosales, en París, en yates o hermosos saltos de agua», según cual sea tu imagen. Si lo haces así, finalmente superarás la costumbre, aunque es algo que requiere mucha práctica.
3. Seamos amables, cariñosos pacientes con nosotros mismos
“Querido Dios, te ruego que me des paciencia. ¡Y la quiero ahora mismo!”. La paciencia es una herramienta muy potente. La mayoría sufrimos de la expectativa de la gratificación inmediata. Queremos que todo suceda enseguida. No tenemos paciencia para esperar nada. Nos irritamos si tenemos que esperar en una cola o si estamos atascados en un embotellamiento. Queremos todas las respuestas y todos los bienes ahora mismo, ya. Con muchísima frecuencia hacemos desgraciadas a otras personas con nuestra impaciencia. La impaciencia es una resistencia a aprender. Deseamos tener las respuestas sin aprender la lección o sin dar los pasos necesarios. Piensa en tu mente como si fuera un jardín. Para empezar, un jardín es un trozo de tierra. Puede que en él haya muchas zarzas de odio a uno mismo y piedras de desesperación, rabia y preocupación. Hay un viejo árbol llamado miedo que necesita una buena poda o que lo corten. Una vez hayas limpiado bien el terreno y abonado la tierra, siembra algunas semillas de alegría y prosperidad. El sol brilla sobre tu jardín, y tú lo riegas, lo abonas y lo cuidas amorosamente.
Al principio no se ve que suceda gran cosa. Pero tú no te detengas, continúa cuidando tu jardín. Si tienes paciencia, las plantas crecerán y se llenarán de flores. Lo mismo sucede en tu mente: tú seleccionas los pensamientos que vas a cuidar, y si tienes paciencia, verás cómo crecen y contribuyen a crear el jardín de experiencias que deseas.
Todos cometemos errores. Es normal equivocarse cuando se está aprendiendo. Como ya he dicho, son muchas las personas que padecen de perfeccionismo. No se dan ni una sola oportunidad de aprender algo nuevo porque si no lo hacen a la perfección en los tres primeros minutos, ya suponen que no sirven. Cualquier cosa que decidas aprender requiere tiempo.
Cuando uno comienza a hacer algo que nunca ha hecho, generalmente lo encuentra algo raro. Sin embargo, las cosas nuevas que hagas en la vida no tienen ninguna forma correcta o incorrecta de hacerlo. Puede parecernos diferente e inmediatamente la juzgamos. Sin embargo, con un poco de práctica se nos hace normal y natural, No vamos a amarnos a nosotros mismos totalmente en un solo día, pero podemos amarnos un poco más cada día. Si cada día nos damos un poquitín más de amor, dentro de dos o tres meses habremos progresado bastante en nuestro amor propio.
Así pues, las equivocaciones son nuestros peldaños. Son muy valiosas porque son nuestras maestras. No te castigues por cometer un error. Si estás dispuesto a utilizarlo para aprender y crecer, entonces te servirá como un peldaño hacia la realización total en tu vida. Algunos llevamos bastante tiempo trabajando en nosotros mismos, y nos preguntamos por qué aún nos siguen reapareciendo problemas. Es necesario que continuemos reforzando lo que sabemos, que no nos resistamos agarrándonos la cabeza y exclamando: « ¿De qué me sirve?». Cuando estamos aprendiendo algo nuevo tenemos que ser dulces y cariñosos con nosotros mismos. Recuerda el jardín de que hablábamos hace un momento. Cuando aparezca una mala hierba negativa, arráncala cuanto antes.
4. Aprendamos a ser cariñosos con nuestra mente
No nos odiemos por tener pensamientos negativos. Podemos considerar que estos pensamientos nos «construyen», y no que nos «derriban». No tenemos por qué culparnos por tener experiencias negativas. Podemos aprender de ellas. Ser cariñosos con nosotros mismos quiere decir dejar de culparnos, dejar de sentirnos culpables, acabar con todo castigo y con todo dolor. También puede ayudarnos la relajación. La relajación es absolutamente esencial para comunicarnos con el Poder interior, porque si uno está tenso y asustado corta, obstruye su energía. Sólo lleva unos pocos minutos al día permitir al cuerpo y a la mente abandonarse y relajarse. En cualquier momento puedes cerrar los ojos, hacer unas cuantas respiraciones profundas y liberar cualquier tensión que lleves contigo. Al espirar, céntrate y di en silencio: «Te quiero. Todo está bien». Verás cómo te sientes mucho más tranquilo. Así te envías mensajes que te dicen que no tienes por qué ir por la vida continuamente tenso y asustado.
Meditación diaria
También recomiendo acallar la mente y escuchar la propia sabiduría interior. Nuestra sociedad ha hecho de la meditación algo misterioso y difícil; no obstante, es uno de los procesos más antiguos y sencillos que existen. Lo único que necesitamos hacer es relajarnos y repetir en silencio palabras tales como «amor» o «paz», u otra que tenga sentido para nosotros. «Om» es un sonido muy antiguo que da muy buen resultado. Incluso podemos repetir: «Me amo», o «Me perdono», o «Soy perdonado». Después, escuchemos un momento. Hay quien cree que para meditar es preciso hacer que la mente deje de pensar. En realidad, no podemos detener la mente, pero sí podemos hacer más lentos nuestros pensamientos y dejar que fluyan. Algunas personas se sientan con una libreta y un lápiz y anotan sus pensamientos negativos porque al parecer así éstos se disipan con más facilidad. Si logramos llegar a un estado en que podamos observar cómo pasan nuestros pensamientos y no darles importancia (Ah, aquí hay un pensamiento de miedo, algunos de rabia, ahora pasa un pensamiento de amor, ahora uno de desgracia, ahí va uno de abandono, allá un pensamiento de gozo...»), comenzaremos a utilizar con sabiduría nuestro inmenso poder.
Se puede meditar en cualquier sitio y convertir la meditación en un hábito. Considérala como una manera de concentrarte en tu Poder Superior, de comunicarte contigo mismo y con tu sabiduría interior. Lo puedes hacer de la manera que más te guste. Algunas personas hacen una especie de meditación mientras caminan o corren para hacer ejercicio. Repito: no pienses que lo haces mal porque lo haces de modo diferente. A mí me encanta ponerme de rodillas en el jardín y cavar la tierra. Es una fabulosa meditación para mí.
Visualizar resultados optimistas. Es muy importante también la visualización y hay muchas técnicas para llevarla a cabo. Mediante la visualización creas imágenes nítidas y positivas que refuerzan tus afirmaciones. Muchos de mis lectores me han escrito para explicarme la clase de visualizaciones que hacen con el fin de reforzar sus afirmaciones. Lo importante a tener en cuenta respecto a las visualizaciones es que deben ser compatibles con el tipo de persona que eres. De lo contrario, no funcionarán. Por ejemplo, una mujer enferma de cáncer se imaginaba cómo las células buenas de su cuerpo atacaban y mataban a las células malas del cáncer. Al final de la visualización dudaba de haberlo hecho correctamente y no le daba la impresión de que fuera a funcionar. « ¿A ti te gusta matar?», le pregunté yo entonces. A mí personalmente no me hace gracia crear una guerra en mi cuerpo. Le sugerí que cambiara su visualización por otra menos violenta. Creo que es mejor emplear imágenes como el sol que derrite las células enfermas, o un mago que las transforma con su varita mágica. Cuando yo tuve cáncer imaginaba un agua limpia y fresca que arrastraba las células malas de mi cuerpo. Necesitamos hacer visualizaciones que no nos disgusten ni resulten repugnantes para nuestro subconsciente.
Si tenemos familiares o amigos que están enfermos, les hacemos un flaco servicio al imaginarlos continuamente de este modo. Visualicémoslos sanos y bien. Enviémosles buenas vibraciones. Sin embargo, es preciso que recordemos que depende de ellos ponerse bien. Existen muchas cintas con visualizaciones y meditaciones guiadas que les puedes regalar para que les ayuden en su proceso si están abiertos y dispuestos. Si no lo están, sólo envíales amor. Todo el mundo puede hacer visualizaciones, Describir la casa en la que te gustaría vivir, tener una fantasía sexual, imaginar lo que le harías a una persona que te ha hecho daño, todo esto son visualizaciones. Es asombroso lo que es capaz de hacer la mente.
Continuará...
Del Taller de Autoestima de Juan Carlos Fernández. Capítulo 118 Volumén 2: Amarse a uno Mismo