"Dios no te hubiera dado la capacidad de soñar sin darte también la posibilidad de convertir tus sueños en realidad."
-Hector Tassinari
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Cuando encuentro una cura milagrosa en treinta días en alguno de los libros que suelo comprar, generalmente lo descarto en ese mismo instante. No soy partidaria de los planes de treinta días. Sin embargo con el éxtasis del maravilloso poder de la Ley de Atracción, era evidente que necesitaba un plan para realizar tantos cambios que debía hacer en mi vida, pensé que si lo dejaba sin un objetivo límite de tiempo, pasarían semanas y quizá meses envuelto en el querer cambiar. Dicho esto, tengo que confesar, que aunque esos treinta días increíbles dieron un giro completo a mi vida al comprobar que el cambio es posible, los primeros diez fueron una pesadilla.
De hecho, trabajar durante esos días fue ", la cosa más difícil que he llevado a cabo, desde dejar de beber, dejar de fumar, hasta terminar con alguien, pero los resultados fueron asombrosos y aún más que asombros, o de lo contrario no habría continuado. Nunca había imaginado siquiera la posibilidad de vivir una vida sin algún grado de preocupación, para no mencionar un estrés excesivo, o un verdadero pánico. Y sin embargo, eso era precisamente lo que estaba sucediendo. Estaba aprendiendo a vivir sin preocupaciones. Era maravilloso. Parecía haber encontrado una forma de vivir en un estado completamente opuesto al que yo creía que era el normal.
Aunque ahora pongo en práctica los cuatro pasos de la creación reflexiva casi todos los días, para cosas tan simples como pedir encontrar un lugar de estacionamiento cerca de la puerta, si no hubiera sido por este programa de introducción de treinta días que yo mismo diseñé, dudo que hubiera continuado, el problema no es el concepto de la Ley de Atracción, el problema somos nosotros acostumbrados a vivir con nuestras viejas creencias, aunque nos hagan sufrir. Mi adicción a la emoción negativa estaba demasiado interiorizada en mí, era ya una forma de vida como para renunciar a ella en un abrir y cerrar de ojos. No habría sabido cómo empezar o cómo seguir, sin importar qué tan grandiosa considerara esta enseñanza.
Esos primeros treinta días me proporcionaron un comienzo tan importante para aprender a asumir y a controlar mi flujo de energía, que habría podido destruir cualquier temor que hubiera tenido alguna vez conocido o desconocido y hacerlo desaparecer de mi vida. Por supuesto, no busco lograr una vida de súper héroe de los comics, simplemente disfrutar de la vida y dar gracias por ello. Todavía se me complica un poco hablar a mi favor en situaciones íntimas, así que sólo lo hago cuando sé que mi válvula está abierta y entonces me resulta muy fácil. Algunas veces cierro mis puertas con llave, si eso me hace sentir mejor en días en los que mi ánimo anda bajo. Pero el temor de que vayan a entrar en mi casa a robarme no existe.
¿Y el dinero? Ahora está cayendo en cascada, con facilidad, y desde hace algún tiempo; pero aprendí, al principio de mi programa, que el dinero vendría y se quedaría, o se iría, en proporción directa a mi flujo de energía. Si no había estado entrando dinero, yo sabría que mi válvula estaba cerrada por la preocupación y el temor. Cuando el dinero era más abundante, sabía que mi válvula se había abierto un poco. Cuando el dinero no llegaba, tenía que trabajar mucho más en lo que yo llamo "cambio rápido", que consiste en alterar con rapidez nuestra energía y transformarla de negativa a positiva.
Pasar rápido de sentirme mal (energía de baja frecuencia) a sentirme bien (energía de alta frecuencia). Tenía que encontrar formas de salir del hábito de preocupación en el que me hallaba inmersa y abrir esa válvula. Así, pues, mientras mantuviera mi válvula aunque fuera un poco más abierta que cerrada, el dinero llegaría, pero sólo en proporción a cuánta energía de "sentirme bien" fuera capaz de generar.
Obviamente, de cuando en cuando caigo en el enfoque negativo, pero sólo por poco tiempo: unos pocos minutos, un par de horas, algunas veces hasta un día o dos si realmente quiero sentirme como en los viejos tiempos. Pero entonces, cuando he tenido suficiente, doy un giro completo yo misma. Ya no estoy dispuesta a sacrificar todos mis "quiero", mis sueños y mi bienestar por la aceptación de los sentimientos negativos sobre algún estúpido suceso negativo. Y ya no me lanzo, como el Llanero Solitario, contra condiciones no deseadas, para tratar de arreglarlas. En verdad, los perros viejos seguramentepueden aprender nuevos trucos.
Pero, perro viejo, perro joven, o algo de los dos, no hay una sola razón bajo el sol, ni una sola excusa en todo el universo, por la que tú no puedas hacer eso también, si quieres. Una vida llena de libertad te está esperando, más allá de cualquier capacidad que yo pueda describir; una libertad enorme, que sólo puedes conocer dentro del propio placer de vivirla.
Estoy hablando de la total libertad personal: libre de aburrimiento o monotonía, libre de la necesidad de probarte o justificarte, libre de la necesidad de necesitar, libre también de la ansiedad y de todo aquello que te aprisiona, así como de los "deberías" de la vida que tan tercamente hemos colocado sobre nosotros. Hablo de la libertad de existir tal como deseamos, de la libertad de adquirir, de ser audaz, de prosperar y hasta de mayor libertad aún, si eso es nuestro un deseo.
Estoy hablando de crear tu propia utopía, no el año próximo, no la próxima década, sino ahora.
Ahí es a donde me llevaron esos primeros treinta días, aunque no de un solo golpe. Este proceso siempre está en progreso, y lo estará, mientras yo esté en este cuerpo. Algunos días son mejores que otros, pero todos los días tienen más alegría permanente de la que nunca pensé que fuera posible, porque tengo las claves para que así sea. Usarlas o no, es mi elección, pero una cosa es cierta: ya no tengo más excusas en las cuales apoyarme.
Ahí es a donde me llevaron esos primeros treinta días, aunque no de un solo golpe. Este proceso siempre está en progreso, y lo estará, mientras yo esté en este cuerpo. Algunos días son mejores que otros, pero todos los días tienen más alegría permanente de la que nunca pensé que fuera posible, porque tengo las claves para que así sea. Usarlas o no, es mi elección, pero una cosa es cierta: ya no tengo más excusas en las cuales apoyarme.
No obstante, debo advertirte que si te decides a entregarte plenamente a este cambio de treinta días, tal vez tengas que enfrentarte a una batalla mayor con tus temores. Los viejos hábitos son difíciles de vencer, y a tus temores no les gustará que estés pensando en cortarlos y desecharlos. Francamente, a ti tampoco. Sin embargo, toda nuestra batalla es en contra de los hábitos. Eso es todo, con nuestros cómodos viejos hábitos.
Ver capítulos anteriores del Taller de Autoestima
Del Taller de Autoestima de Juan Carlos Fernández. Capítulo 103 Volumén 2:
30 Días para Implementar
La Ley de Atracción