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El truco de los cien dólares
Una vieja creencia -o cualquier creencia- no es otra cosa que un hábito de vibraciones al que respondemos como focas amaestradas. Dicho de otro modo, nuestros encantadores y fuertes apegos (creencias) nos fueron transmitidos y son más fuertes de lo que nos imaginamos. Sin embargo, estas viejas creencias a las que tanto nos aferramos, y a las que respondemos con tanta facilidad, no son más que la forma en la que estamos acostumbrados a pensar que funciona la vida como, por ejemplo, el tener que luchar.
Por ejemplo, algo surge en nuestro mundo, evoca una vieja creencia, y empezamos a vibrar negativamente sobre lo sucedido por simple hábito. ¡Sólo por hábito! Así que nuestra meta debe ser encontrar cualquier cosa que nos permita romper esos viejos patrones de pensamiento, los cuales se convierten en vibraciones habituales. He aquí una pista: se agrupa en la misma categoría de necesitar un buen número de salidas por las que fluya el dinero, lo que significa que debemos dar a la energía del dinero diversas salidas por las cuales fluya, antes de que pueda empezar a fluir a nuestro alrededor. A juzgar por mi propia experiencia, así como la de mis amigos, ésta es una forma segura de ganar.
Consigue un billete de cien dólares -o el billete de mayor denominación que puedas (no escatimes)- y pégalo en tu cartera. Ahora, vete de compras. Si puedes ingeniártelas para pasar el día completo, maravilloso. Si no, ve a almorzar en el centro comercial más cercano, o en algún lugar donde haya muchas tiendas. Estás en busca de todo lo que quisieras comprar con esos cien dólares. Puede ser un walkman, unos pantalones, un balón de fútbol, un nuevo vestido, algunas herramientas, o una colcha; cualquier cosa que se te ocurra que te gustaría poseer.
Todavía tienes esos cien dólares en el bolsillo, así que repítete a ti mismo (mientras sientes ese deleite): "¡Guau, podría comprarme eso con mis cien dólares, sin problema!". "¡Oh, sensacional, podría comprar esto otro!". "¡Caramba, eso es justo lo que siempre he deseado y tengo el dinero para comprarlo!".
No tienes que buscar cosas y sumarIas hasta hacer el total de los cien dólares. Debes buscar cosas individuales que cuesten esa cantidad y que a ti te gustaría tener, si lo quisieras. Para cuando hayas encontrado alrededor de mil cosas que podrías comprar, observa lo que ha pasado. Has gastado emocionalmente cien mil dólares que recorrerán un largo camino para ayudarte a seeentir próspero, contrarrestando un montón de esos viejos modelos de pensamiento en los que existen vibraciones de carencia.
Mi amiga Joselyn estaba peligrosamente al borde de la bancarrota, se encontraba en serios problemas financieros y estaba pasando por uno de esos frustrantes periodos de "no sucede con suficiente rapidez". Aun cuando sabía perfectamente bien que esa actitud estaba contribuyendo a que continuara el patrón de vibraciones negativas en el que se había hundido, no podía hacer nada. Entonces, un buen día, recordó el truco de los cien dólares. Casi en ese mismo instante, subió a su automóvil, y se dirigió al centro comercial más grande del área, que por cierto estaba muy alejado de su propia casa.
Joselyn pasó casi todo el día entusiasmadísima con este simple juego. Se obligó a sí misma a enfrascarse realmente en él, a relajarse, a divertirse ya" gastar, gastar, gastar" emocionalmente. Finalmente, exhausta pero llena de las vibraciones de una válvula abierta por la emoción de buscar cosas que comprar, al volver a casa se encontró con (¡lo juro..., es una historia real!) un mensaje de su hermano ofreciéndole ayuda financiera; otro mensaje de una amiga ofreciéndole lo mismo, y uno más en el que le avisaban que el préstamo que había pedido sobre su casa -y que le habían negado dos veces por el tipo de casa poco común en que vivía- ya había sido aprobado y recibiría el dinero en unos cuantos días. Además, mientras volvía a casa había tenido una idea para dar un nuevo enfoque a su negocio, y hacer que empezara a dar dinero. No era un mal resultado para las horas de juego que había invertido.
Del Taller de Autoestima de Juan Carlos Fernández. Capítulo 99 Volumén 2