Guía emocional para sobrevivir a la Navidad.


1.- La Navidad no da la felicidad. Albert Domènech

No convertir los encuentros familiares en obligaciones, limitar los temas de discusión, gestionar el luto o ser equitativo tomando decisiones, consejos más saludables

Calles iluminadas en ciudades y pueblos, escaparates de comercios decorados oportunamente con motivos navideños, mercados temáticos, villancicos como bandas sonoras, anuncios de juguetes o ayudantes de Papa Noel que regalan caramelos recuerdan insistentemente que la Navidad está cada vez más cerca. Son algunos de los elementos característicos de esta época que disparan nuestras emociones y nos provocan unas sensaciones poco unificadas, instaladas permanentemente en una diversidad de estados de ánimo que van desde el odio, la ilusión, la tristeza, la alegría o la magia, al aburrimiento o la resignación, entre muchos otros.

Cada familia o cada individuo vive la Navidad de diferente modo, según sus convicciones, experiencias recientes, relaciones familiares o los obstáculos vitales que se ha encontrado por el camino. Lo que para unos pueden ser días plagados de diversión, felicidad, alegría u optimismo, para otros sólo son momentos de nostalgia, tristeza, aburrimiento o mucho dolor. No existe ningún manual objetivo que sirva para todos, pero sí que hay una serie de consejos a tener en cuenta para que canciones como Noche de paz o Dulce Navidad no se queden sólo en el título. Expertos en comunicación interpersonal, psicólogos y sociólogos nos dan algunas de las claves para tener la fiesta (de Navidad) en paz. Las resumimos en este decálogo:

 La felicidad es un estado de ánimo que depende de la actitud interior de las personas, y no de los demás o de normas pactadas socialmente. El experto en comunicación interpersonal,Ferran Ramon-Cortés, tiene claro que “pensar que hay que vivir la Navidad desde una posición de diversión y de alegría es absolutamente ficticio porque cada persona tiene su momento vital y es imposible controlarlo. En el mismo sentido se expresa el psicólogo Rafael Santandreu, quien cree que “por mucho que vayas a comer todos los días a casa de tus padres no les vas a hacer más felices como seres humanos. Si son quejicas y depresivos lo seguirán siendo.Que vayas a su casa un día normal, o por Navidad, no será nunca la cura de sus problemas”.Son muchas las personas que no soportan la presión social de tener que vivir unas determinadas fiestas con un estado de ánimo concreto, algo que se acaba traduciendo en una pérdida más exacerbada de la ilusión o en el aumento del estrés y las emociones más negativas.

2.- Que cada uno viva las fiestas como quiera

Ramon-Cortés cree que es importante “aceptar la forma que tiene cada uno de vivir la Navidad y tener muy presente que cada persona la encarará de diferente manera”. El experto en comunicación deja claro que es imposible que alguien que ha tenido una pérdida reciente viva con intensidad estas fiestas, y achaca la obsesión de ser feliz durante la Navidad a un factor social: “Parece que exista la obligación de que durante un periodo de fiestas lo tenemos que pasar bien, y no es así. Cada uno tiene que hacer lo que sienta, y los demás deberíamos aceptarlo exquisitamente”, señala; para concluir que “si alguien te dice que no está de humor para acudir a una celebración no hay que tomárselo como una ofensa o falta de respeto, sino aceptar que aquella persona necesita otras sensaciones”.

La socióloga e investigadora Cristina Brullet cree que hay gente a la que no le gusta la Navidad “porque supone una carga extra de trabajo” y admite que proliferan “personas que se han acostumbrado a tener proyectos mucho más personales a la hora de buscar momentos lúdicos o disfrutar de la vida”. Otra opinión es la de la psicóloga Maribel Martínez que relaciona la Navidad con el ciclo vital: “En la infancia solemos vivir, según el contexto o la sociedad, las fiestas como algo mágico, bonito y muy excitante. Cuando nos hacemos mayores tenemos más problemas y experimentamos pérdidas, por lo que nos cuesta más disfrutar de estas fiestas que vivimos como una carga u obligación, ya que asumimos que ese momento mágico no volverá a ser lo que era”. Aún así, para Martínez hay familias que viven un punto de inflexión: “La llegada de nuevos niños a una familia, ya sean sobrinos, hermanos, nietos o hijos, implica una segunda oportunidad para vivir las fiestas con la misma ilusión que tienen los más pequeños; es como si la Navidad adquiriera sentido y se volviera a poner en marcha un nuevo ciclo de vida”.

3.- La ilusión por encima de la obligación

Cristina Brullet cree que “se ha perdido el sentido de obligación absoluta a la hora de celebrar la Navidad. Cada vez es más habitual encontrar personas que se sienten libres para no acudir a determinadas cenas o comidas y eso ya no comporta tanto malestar entre las familias”. Para Brullet las situaciones familiares cada vez son más diversas, por lo que “lo que para alguno es magia e ilusión, para otros es aburrimiento y una obligación que no apetece llevar a cabo”.  El experto en relaciones interpersonales Ferran Ramon-Cortés es de la misma opinión que Brullet, aunque piensa que “el hecho de que se pierda esta obligación es un exponente claro de que existen muchos conflictos y conversaciones pendientes que hacen que optemos por evitar la polémica y no acudir a las cenas”. La psicóloga Maribel Martínez apunta que en “muchas ocasiones, hacemos las cosas por una motivación intrínseca interior o que nos viene desde fuera, y esa motivación ya es suficiente para hacer algo que, en principio, no nos apetece”. Martínez cree que la decisión final tiene que ver más con una valoración personal: “Es un tema de acuerdo-beneficio y ver, desde un punto de vista emocional, el coste que tendría no acudir a esa cita”.

La socióloga Brullet habla también de otro tipo de obligación: “La relacionada con la responsabilidad y la ética: si tus padres o tu familia se va haciendo mayores y no tienes ningún conflicto con ellos, hay una cierta obligación no pactada para celebrar estos días en compañía, y eso algo que acaba pesando”. En el caso de conflicto familiar, Brullet es tajante: “No tiene sentido ponerse en una situación que te hace sufrir y que, además, también puede ser tensa para los que te acogen”. La socióloga concluye que “las estrategias son diferentes y dependerán del grado de proximidad o de ruptura que una persona tiene son su familia”.

4.- Repartir bien los días de vacaciones

na de las principales fuentes de conflictos y polémicas tiene que ver con el hecho de tomar decisiones familiares sobre dónde y con quién se pasarán cada uno de los días, especialmente en el caso de familias separadas o reconstituidas fruto de separaciones o divorcios. La psicóloga Maribel Martínez recomienda que, “si hay un mínimo de relación y se puede mirar por la comodidad de todos hay que hacer un esfuerzo para ponerse de acuerdo”, aunque admite que este punto suele provocar “muchas disputas, algunas de ellas irreparables”. El mes de enero, como el de septiembre, es uno de los más prolíficos en divorcios: “Parece que la gente aguanta la Navidad para no estropear las fiestas pero luego toma decisiones” señala Martínez. 


En este sentido, y en un contexto de crisis económica, Martínez admite que existe una tendencia, que va muy al alza, de personas que deciden acudir a terapias de pareja tras un periodo largo de convivencia. Por su parte, la socióloga Cristina Brulletapunta que cada vez hay más familias que deciden reunirse antes o después de Navidad, para que durante los días más señalados se hagan actividades distintas que no impliquen estar con toda la familia.


5.- La gestión del luto

La Navidad es el periodo del año en el que solemos echar más de menos a las personas que nos han dejado o se han ido a vivir lejos de casa. La propia dinámica de las fiestas es un obstáculo prácticamente insalvable para aquellos que han sentido de cerca alguna pérdida, especialmente si esta aún es reciente. El comunicador Ferran Ramon-Cortés cree que en estos casos lo mejor que podemos hacer es dar rienda suelta a nuestros sentimientos: “Todo lo que sea una gestión para intentar no sentir tristeza o dolor lo único que provoca es que ese sentimiento salga por otro lado y en el momento más inoportuno”. Por ello Ramon-Cortés cree que “es muy humano, natural y bonito que en un momento de la Navidad nos salten las lágrimas. Lo único que nos ayuda en estos casos es vivir con naturalidad el momento emocional en el que nos encontramos, lo demás es una ficción que nos saca de la realidad”. 


La socióloga Cristina Brullet apunta que “si uno está triste, es recomendable poder compartir ese sentimiento con otras personas, antes de quedarte aislado o dejar de hacer aquello que te apetecería hacer”. Según ella, “compartir el duelo es muy positivo y beneficioso”.


6.- Prohibir temas de discusión

Durante las celebraciones pasamos muchas horas compartiendo manjares, bebida, compañía y como no, conversaciones. Los problemas empiezan cuando, ante determinadas cuestiones más polémicas, hay miembros de la familia que tienen posturas opuestas que acaban generando incomodidad a toda la mesa. 

La psicóloga Maribel Martínez cree que “el problema es que la capacidad de conversar de las personas no es muy grande, tenemos mucha más capacidad para discutir que no de entender la posición del otro y empatizar con él”. A partir de aquí, Martínez recomienda poner algunos límites dependiendo de las familias y partiendo de la base de experiencias pasadas: “Si reconocemos que no tenemos la capacidad de hablar de una manera constructiva sobre un tema me parece muy saludable poner límites y evitar hablar sobre ese tema. 

Al final, todo se reduce a nuestra actitud y hay que recordar que dos no discuten si uno no quiere”. De la misma opinión es Cristina Brulletque deja claro que “decidir no hablar de determinados temas no es ser hipócrita, es hacer uso de una estrategia psicosocial muy razonable, en un contexto en el que sabes que tu expresividad será difícil de controlar”.

7.- La herencia no se toca

Maribel Martínez asegura que la herencia es uno de los motivos principales por el que muchas familias dejan de hablarse. En este sentido la psicóloga considera que “la Navidad es un motivo de encuentro, no de desencuentro, por lo que es más importante que busquemos nexos en común y hablemos de estos temas en otros momentos”. 

Ferran Ramon-Cortés cree que es vital “encarar estas relaciones de Navidad desde la mirada positiva del otro, recargando las cosas que nos unen con los demás, no las que nos separan, o con resentimiento por otras cuestiones”. Cortés concluye que “el resentimiento ante determinados temas personales nos hace actuar destructivamente con el otro y nos genera un estrés constante porque estamos pendientes de ver quién será el que tirará la primera piedra”.

8.- Gestionar el estrés

Las fiestas de Navidad nos suponen una carga extra de trabajo, por lo que poner más tareas en nuestra agenda, frecuentemente ya apretada, nos supone un plus de estrés que, según la actitud que tengamos, puede convertirse en un gran problema. La psicóloga Mónica Martínez cree que “el estrés se hace más presente cuando convertimos algo en una obligación, en algo que tenemos que hacer nos apetezca o no”. 

Martínez cree que tampoco hay que olvidar el contexto económico que estamos viviendo y que provoca estrés a muchas personas “que ven que no tienen dinero para comprar regalos o para hacer las celebraciones que querrían, por lo que añaden más preocupaciones a su lista”. Ferran Ramon-Cortés cree que también nos influyen de manera determinante “los nervios por saber que, después de tanto tiempo, nos tendremos que ver las caras con personas que no sabemos cómo reaccionarán o qué conversaciones y discusiones se generarán este año”. Para Cortés, esa desconfianza nos genera estrés “porque las lecturas que hacemos de las cosas suelen ser más negativas”.

9.- Los regalos tampoco son obligatorios

El amigo invisible, Papa Noel, Reyes, Tió y otras tradiciones convierten la Navidad en la época de los regalos por excelencia. Escoger un buen regalo también es algo que nos suele estresar, por lo que los expertos consultados recomiendan, en primer lugar, hacer uso del sentido común y evitar sorpresas arriesgadas, especialmente en personas o familias que no conocemos mucho. 

Para el comunicador Ferran Ramon-Cortés la cosa se complica cuando hacer un regalo se convierte en una obligación, y no se realiza desde la ilusión o la generosidad: “Todo lo que no se haga con ilusión es estrés adicional que no tiene sentido porque estás pervirtiendo del objetivo del regalo: dar una muestra de cariño”. Para Cortés, en estos casos es mejor pactar con la familia dejar de hacer regalos: “El origen de todo está en la ilusión; en el momento en que esta ilusión se pierde la iniciativa tiene que morir”.

10.- No perder la compostura en las cenas de empresa

Uno de los encuentros más habituales durante la Navidad es el que tiene que ver con las celebraciones que se hacen en el seno de las empresas. “La principal recomendación que se puede hacer es que la gente no beba demasiado y mantenga en todo momento la conciencia de que comparten mesa con personas que les pueden perjudicar profesionalmente”, asegura la socióloga Cristina Brullet.

La investigadora deja claro que “aunque no lo parezca, en estas cenas hay una continuidad del ambiente laboral, especialmente en empresas más jerarquizadas, por lo que la gente no cambiará de rol por estar en un ambiente más distendido o se hará amigo tuyo”. Brullet concluye que no hay que perder nunca de vista que “una empresa como tal, salvo excepciones, no se basa en las relaciones de amistad, sino en unas relaciones profesionales que tienen como objetivo que el trabajo que se haga esté bien hecho”.