De no hacer negocios, a crear grandes negocios
Un buen amigo mío es dueño de una compañía independiente de bienes raíces, bastante grande, en el Estado de Washington. Siempre ha sido un hombre muy trabajador, trata en forma justa a sus empleados y apoya a sus agentes, pero estaba teniendo problemas financieros y no parecía encontrar la salida para ellos.
Mientras estábamos almorzando un día, Chuck empezó a hablar. Todo el mercado se encontraba en una prolongada etapa de crisis y las ventas de toda su gente andaban por los suelos. Hasta sus mejores agentes estaban hablando de dejar los bienes raíces para buscar mejor suerte en otros campos de los negocios.
Todos sabían que el mercado mejoraría, tarde o temprano, pero en tanto eso sucedía, había bocas que alimentar. Mi amigo no buscaba soluciones porque le parecía que no había ninguna. De acuerdo con su modo de pensar, había sido víctima de las circunstancias económicas. Él y su equipo habían agotado todos los recursos promocionales conocidos y habían recorrido asimismo todos los caminos posibles, sólo para encontrarse con que las ventas seguían cuesta abajo. Aunque nunca había hablado con Chuck de la Ley de la Atracción, decidí que aquella era una buena oportunidad para hacerlo, tan buena como cualquier otra. Lo conocía lo suficientemente bien como para saber que, cuando menos, me escucharía con amabilidad y atención, aunque sólo lo hiciera por buena educación.
Al parecer, el principal problema no era tanto que no estuvieran funcionando las ventas, sino que sus vendedores tampoco parecían estar funcionando. Estaban sumidos en una coladera en algún lugar, con las válvulas completamente cerradas, sintiendo profunda compasión por ellos mismos. Culpaban a la economía de lo que sucedía y creaban enormes agujeros negros grupales de carencia, lo que significaba una garantía absoluta de que la compañía seguiría su descenso hacia la ruina, hasta que llegara a su total desaparición. Así que sugerí a Chuck que volviera a reunir a su gente para hacerles notar que, puesto que nada hasta entonces les había funcionado, no tenían mucho que perder si probaban este nuevo proyecto que se les iba a sugerir.
Tocando sólo superficialmente el aspecto físico de la Ley de la Atracción, lo miré directamente a los ojos y le hablé desde el fondo de mi alma, con la esperanza de que la seriedad con que lo hacía, nada característica en mí, atrajera su atención. "Chuck, si sólo logras que tu gente haga esto, tu negocio dará un giro completo."
¡Funcionó! Debo admitir que me sentí un poco inflada mi vanidad mientras lo escuchaba responder anhelante: "Continúa...".
Le sugerí que hiciera que cada uno de sus vendedores eligiera la cantidad de dólares que le gustaría ganar en los siguientes tres meses, y que después la triplicara. (Chuck gimió: "¡Oh, Dios, vamos a lo mismo otra vez!", pero yo no hice caso). Entonces, le recomendé que cuando ya todos tuvieran esa cifra en la mente, preguntara a cada uno por qué quería el dinero. Debía hacerlo de uno en uno, trabajar con una sola persona a la vez hasta terminar el proceso, porque una vez que el primer vendedor aprendiera la rutina, el resto sabría cómo continuarla. (Su expresión de dolor cambió a un gesto a más suave que parecía decir: "¡Humm, suena interesante!").
Sin entrar en detalles, le expliqué que la primera respuesta de sus vendedores probablemente sería de varios "no quiero", procedentes de su sentido de carencia, y que declaraciones como: "Quiero el dinero para poder pagar mis cuentas", sólo lograrían atraer más de lo mismo: falta de dinero y más deudas.
Chuck no estaba entendiendo muy bien la idea, así que lo hice hablar preguntándole el porqué.
-Muy bien, amigo mío, ¿dime qué quieres, en este momento?.
-Quiero pagar mis cuentas.
-¿Por qué?
-Para sentirme mejor.
-¿Por qué?
--Porque detesto estar "apretado" de dinero.,
-¿Por qué?
-Porque eso me hace sentir mal (nos estamos acercando).
-¿Y cómo preferirías sentirte?
-¡Libre! ¡Quiero sentirme libre! ¡EUREKA! ¡Ya lo tenemos! -Muy bien. Afírmalo así.
-Quiero tener 60,000 dólares para poder sentirme libre. -¡Maravilloso! Ahora, ¿cómo te sientes?
-¡Oh!, muy bien por un momento, pero, ¡cielos! ¿De dónde vaya sacar ese dinero, con la situación como está?
-Olvida el dinero. Es sólo un sucio montón de papeles. Háblame de lo que harás con el dinero, una vez que hayas pagado las cuentas.
Poco a poco una colección de sueños, por largo tiempo escondidos, salió a relucir: él y su esposa, Sara, deseaban ir a las Bermudas, donde siempre habían querido investigar la posibilidad de establecerse cuando se jubilaran. Llevarían a sus nietos en un crucero, a alguna parte. Convertirían el sótano de su casa en un salón para oír música estereofónica. Y así, una cosa tras otra.
Pero noté que lo que más le entusiasmaba era pensar en las Bermudas, así que le pedí que se concentrara en eso. Puse la cara más seria que pude, me incliné a lo largo de la mesa y dije: "Cuéntame detalladamente lo que piensas de eso, Chuck. Cuéntame cualquier detalle por pequeño que sea sobre los sueños que Sara y tú tienen de irse a las Bermudas."
Fue impresionante. La habitación entera pareció iluminarse mientras la energía de Chuck subía hasta el cielo. Era como si nunca antes se hubiera atrevido a abrir su corazón sobre el tema, así que cuantas más palabras y sentimientos salían a la superficie, más se abría su válvula. Chuck no sólo estaba haciendo fluir su energía hacia este "quiero", sino que parecía a punto de explotar con ella.
Exactamente en medio de esa fantasía, le dije: "¡Espera! Precisamente a ese lugar del sentimiento donde estás ahora es al que quiero que lleves a cada uno de tus vendedores. Diles que se olviden de los billetes de papel que han especificado, y que en cambio, empiecen a enfocarse en las cosas que esos dólares les proporcionarían. Enseguida, sugiéreles que dejen que su energía fluya hacia esas cosas, hasta que lleguen al estado de pasión que tú estás experimentando. De esta forma los estarás ayudando a escabullirse por la puerta trasera, para llegar a 'sentirse bien'. Al evitar cualquiera de las connotaciones negativas usualmente asociadas con el dinero (especialmente cuando no lo tienen) inconscientemente permitirán que las ganancias sean atraídas hacia ellos.
"Tu gente quiere lo que todos queremos, Chuck: no los tontos pedazos de papel que llamamos dinero, sino las experiencias que trae consigo tenerlo. Hazlos prometerte que pensarán en esto durante treinta días, cuando menos una vez al día, todos los días, de diez a quince minutos."
Para mi total agrado, Chuck me llamó unas seis semanas después con las primeras buenas noticias. Su gente estaba tan desesperada, que no tuvo ningún problema en convencerlos de que participaran en su pequeño experimento.
Pero eso no me sorprendió demasiado, porque le había enseñado a Chuck cómo preparar bien el terreno. Le dije que visualizara esa junta inicial con sus vendedores, primero en su mente, tal como quería que fuera -incluyendo que todos estuvieran abiertos y bien dispuestos- y que hiciera fluir esa energía elevada hacia la reunión. Así lo hizo y cuando por fin se realizó la junta, no se mostraron tan resistentes a la idea como lo hubieran estado si Chuck no los hubiera ayudado con vibraciones.
Todos, excepto uno, cumplieron fielmente su promesa e hicieron fluir energía de "sentirse bien" hacia sus "quiero", mientras escribían nuevas historias para su vida. Se entregaron realmente al ritmo de ese ejercicio y empezaron a sentir mucho más entusiasmo por la vida, aunque sin saber todavía por qué. Se sentían mejor, así que a quién le importaba la razón.
Aproximadamente diez semanas después de iniciada la aventura, empezaron a realizarse ventas, aunque de nuevas fuentes totalmente inesperadas. Una muchacha tenía una tía en Illinois que de pronto había decidido cambiarse a Washington. Otro vendedor tenía un hijo en el ejército y sus amigos, que habían sido transferidos a la base local de Fort Lewis, habían pedido a sus madres que les buscaran casa en el área. Otro recibió dos recomendados de una persona que creía que no volvería a hablarle. Y todavía uno más había tenido gran éxito con una idea de mercadeo que le había permitido ponerse en contacto con un grupo selecto de compradores.
Todos habían tenido algún tipo de cambio, suficiente como para que no hubiera modo de pensar que se trataba de meras coincidencias. En medio de una de las peores crisis que el negocio de bienes raíces había experimentado en su historia, estos vendedores encontraron que podían sortear las condiciones y responsabilizarse de su propio destino.
Todos los días, este grupo se había conectado con su Ser interno/Ser expandido y se habían sentido inspirados por primera vez después de muchos meses. Estaban enviando oleadas bien cargadas de energía positiva al universo con sus listas individuales de pedidos, y el universo les había respondido con circunstancias, incidentes, ideas y motivaciones que estaban de acuerdo con sus grados de intensidad. Lo mejor de todo es que eso se volvió contagioso, y al parecer todavía lo es. (La persona a la que no le interesó participar en el experimento terminó por retirarse del negoció. Lo último que supimos de él era que vivía de la pensión de jubilación de su esposa).
Continuará...
Del Taller de Autoestima de Juan Carlos Fernández. Capítulo 99 Volumén 2
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