¿Tienes Miedo? parte 2/2


"Tanto si cree que puede como si cree que no puede, tiene usted razón.
Henry Ford

Miedo al fracaso o miedo al éxito

Todos tenemos miedos. Algunas personas temen el fracaso; está el miedo a hacer el tonto si se intenta algo y no se consigue. Está el miedo incluso a poner en situación embarazosa a otras personas.

Otros podrían tener miedo al éxito. Triunfar podría ser más temible aún que fracasar. Si uno logra llegar a la presidencia de esa gran empresa, por ejemplo, tendría que hablar ante grupos numerosos  dirigir a subordinados, confeccionar informes anuales, responder ante los accionistas. ¿Será capaz? ¿Tiene miedo a no saber hacerlo?


Danny De Vito, que mide menos de metro y medio, se convirtió en popular figura de la televisión y en actor y director de cine de extraordinario éxito. Venció sus miedos antes que dejar que éstos lo vencieran a él. Todos necesitamos dominar nuestros miedos, de uno en uno.


Si se convirtiera en estrella cinematográfica, ¿podría habérselas con la prensa, con los críticos, con el trabajo ante las cámaras? Si se hiciera rico, ¿perdería la amistad de sus compañeros, el amor de su familia? ¿Significaría quebrantar al­guna ley no escrita tener más dinero que sus pa­dres, más que aquellos a quienes toma por mo­delo?. ¿Si iniciara un negocio exitoso ¿sentiría que puede administrarlo correctamente?, manejar bien el dinero, conseguir nuevos clientes, manejar correctamente el pago de impuestos?

¿Podrían temores ocultos como éstos ser los verdaderos obstáculos en nuestro camino? ¿Podrían  ser ellos, y no los motivos que alegamos, lo que impide nuestro avance?
Pienso que la respuesta es ¡Sí!


Miedo al fracaso o miedo al éxito, la verdad es que la mayoría de nosotros no nos atrevemos a tener, hacer o ser lo que realmente deseamos. No hay nada exterior que nos lo impida; somos nosotros mismos quienes nos lo impedimos.


Como es lógico, a casi todos nos cuesta reconocerlo. Para proteger los sentimientos, el subconsciente enmascara los miedos con excusas de aspecto totalmente razonable. Es posible que una persona sea calva, bajita y lleve gafas de cristales gruesos. Por consiguiente, se dice a sí misma que nunca va a encontrar la pareja perfecta de su vida, que nunca estará felizmente casada.

Quizá sea usted «sólo una mujer» o «sólo una esposa», o sea muy voluminosa; entonces su inconsciente razona que nunca podría lograr un puesto ejecutivo en una empresa dominada por hombres y llegar hasta la cumbre.


Tal vez vive en un barrio no muy bueno, tiene pocos estudios y no sabe hablar con corrección, así pues, su inconsciente considera que nunca podría conseguir un puesto de trabajo con un sueldo elevado.


Acaso se ha arruinado, ha perdido todo su dinero y todos sus bienes, de modo que piensa que no puede fundar una empresa importante, invertir en bienes inmuebles ni aconsejar a los demás sobre cómo encontrar un incentivo en la vida.


¿Cierto?
¡Falso! Lo que hace, en realidad, es prestar oídos a una propaganda negativa. No puede por­que se ha convencido a sí mismo de que no puede.


Póngase en marcha

El miedo nos limita, nos frustra y nos paraliza. Levanta obstáculos y barricadas y nos hace sentirnos derrotados de antemano, lo que, a su vez, produce ansiedad y sentimientos de culpabilidad que pueden abocar a una completa inmo­vilización. El miedo nos impide intentar hacer algo y, al no intentarlo, no llegamos a avanzar, con lo que se crea un círculo vicioso que nos demuestra que ya desde el principio aquello era imposible. Tengo una amiga que se lamentaba de que no podía volver a estudiar porque necesitaría cinco años para graduarse y para entonces tendría ya 43. No pude por menos de preguntarle  « ¿Qué edad tendrá dentro de cinco años si no reanuda los estudios y no se gradúa?» Una mujer que ingrese en la Facultad de Medicina a los 39 años tendrá 47 cuando esté en condiciones de ejercer, pero si consideramos una esperanza de vida de 81 años, tendrá por delante 34 fructíferos años para realizar una gran aportación a la sociedad y a sí misma.

El enemigo es el miedo. El miedo erosiona nuestra autoestima propia, corrompe nuestra confianza en nosotros mismos y, con el tiempo, nos convence de que somos unos perdedores. Mientras nos dejemos dominar por el miedo, nunca nos atreveremos a triunfar.

La salida

Con una nueva conciencia, podemos superar y vencer el miedo, siempre que comprendamos que su origen está den­tro de nosotros, no en el mundo exterior.

Franklin Delano Roosevelt abordó elocuen­temente el tema en una de sus charlas junto a la chimenea cuando dijo: «Sólo debemos tener miedo al miedo mismo.» Napoleón Hill, autor del clásico Piense y hágase rico, a quien se atribuye esa frase que al parecer escribió para Roosevelt, afirmó también: «En­fréntate a tus miedos y podrás hacerlos desapa­recer.»


Cuando comprendemos que las excusas ca­recen de valor podemos empezar a actuar. Cuan­do vemos que el verdadero problema lo consti­tuyen nuestros miedos inconscientes, y no una circunstancia externa, entonces podemos tomar el mando de nosotros mismos y de nuestras vi­das. Y, una vez que asumimos el control, pode­mos ser, hacer y tener lo que queramos.

Todos queremos desarrollamos plenamen­te y convertirnos en todo lo mejor que .poda­mos. Todos queremos gozar de abundancia y prosperidad. Todos queremos ser alguien que cuenta. Todos queremos ser sanos y felices. To­dos queremos relaciones profundas y gratifi­cantes. Todos queremos amor, alegría, dicha y satisfacción. Todos queremos lo mejor de todo.  Nosotros sabemos que eso es lo que queremos y sabemos que eso es lo que usted quiere. ¡El mila­gro radica en que todos podemos tenerlo! Lo único que necesitamos es vencer nuestros mie­dos y atrevernos a perseguir nuestros objetivos.

El progreso personal

Atreverse a triunfar puede ser algo instantáneo, que sucede de una sola vez, o puede ser el resultado de un esfuerzo acumulativo a lo largo del tiempo. Nosotros no sabemos qué necesita usted para superar sus miedos particulares, pero sí sabemos que puede hacerlo. Mi objetivo al escribir este capítulo es ayu­darle a crearse un entorno en el cuál sus pensa­mientos y creencias le sirvan para dar ese paso adelante. No se sí empezó a atreverse a triunfar antes de éste taller de autoestima, ó en el capítulo 10, ó si empezará a atreverse a triunfar en el capítulo 70 o en el capítulo 100 ó al terminar el taller.
¡Pero sé que puede hacerlo! En este momento no es necesario que usted lo crea, basta con que crea que éste taller de autoestima pue­de ayudarlo. Todos podemos hacer casi cualquier cosa si no violamos las leyes divinas ni los derechos de otros seres humanos.

LOS PROBLEMAS SON OPORTUNIDADES DISFRAZADAS

"La vida es como una piedra de esmeril y uno mismo, sólo uno mismo, decide si lo tri­tura o lo afila."
Caveti Robert

-Tengo un problema. Un joven se acercó al doctor Norman Vicent Peale (Padre poder del pensamiento positivo) en la Quinta Avenida de Nueva York, lo cogió por las solapas y le dijo:
-Doctor Peale, ayúdeme, por favor. No pue­do hacer frente a mis problemas. Son demasiado para mí.
-Escuche -contestó el doctor Peale-, ten­go que dar una conferencia. Si me suelta las so­lapas, le enseñaré un sitio en el que hay personas que no tienen problemas.
-Si pudiera hacer eso -exclamó el hom­bre-, daría cualquier cosa por ir allí.
-Cuando vea el lugar, quizá no quiera ir -repuso el doctor Peale-. Está a sólo dos man­zanas de aquí. Caminaron hasta el cementerio de Forest Lawn y allí se detuvo el doctor.   -Mire, ahí hay 150.000 personas. Y sé que ninguna de ellas tiene ningún problema.


Los problemas pueden ser ventajas

Ésa es una de las anécdotas favoritas del doc­tor Peale y nunca la hemos olvidado porque ilus­tra la verdadera naturaleza de los problemas. Los problemas son señal de vida. Si tiene usted un gran problema, agradézcalo, porque demuestra que está usted vivo y en funcionamiento. (Hay quien dice que la mejor manera de valorar a una persona es por la magnitud de los problemas que tiene.)

Por lo general, la opinión más aceptada es que los problemas son malos. La mayoría de la gente considera que el estado ideal de las cosas sería el de una total ausencia de problemas. Por lo tanto, tenerlos significa que algo va mal; en consecuencia, acabamos consagrando gran par­te de nuestras energías a deplorar nuestra suer­te. Terminamos diciéndonos a nosotros mis­mos: «¡Todo sería estupendo si pudiese librar­me de mis problemas!».

Ése es el lamento del pesimista. El optimis­ta, por el contrario, los considera oportunida­des. Si alguna vez se ha encontrado usted ante un grave problema y se ha abierto paso a través de sus temores para abordado, comprenderá in­mediatamente lo que queremos decir. Pero la mayoría de nosotros no hemos hecho eso, no nos hemos abierto paso; por lo tanto nos cues­ta creer que los problemas sean oportunidades disfrazadas.

Muchos de los grandes descubrimientos y avances de la ciencia han tenido como motivador resolver problemas. No dudo que sus problemas puedan ser graves, pero, quiero decirle que piense que aun en las peores situaciones po­sibles aquellos que se atreven pueden obtener resultados asombrosos.  Las personas que han superado las circunstancias más difíciles nunca se dejaron desmoronar por ese revés, esa aflicción, ni sucumbió a sus miedos. En lugar de ello, encontraron dentro de sí mismas el va­lor para reaccionar y triunfar.  De hecho, si no existieran problemas, las personas pueden continuar haciendo un trabajo equi­vocado, llevando una vida equivocada y vulgar. Pero no le deseo problemas a nadie. Lo que quiero decir es que cada problema contiene dentro de sí la semilla de una oportunidad que podría cambiar su vida. Los problemas pueden hacer que tensemos músculos físicos y espirituales que en otro caso quizá no utilizaríamos jamás, y cuya existencia incluso ignoraríamos.

Muchos de nosotros tenemos una actitud de­rrotista. Generalmente, la causa es que hemos permanecido durante tanto tiempo en una posi­ción de sometimiento que creemos que ésa es la situación normal y natural para nosotros. No podemos triunfar porque somos los proverbia­les «perdedores natos».  Una vez determinado que el problema con­siste en ser un perdedor, ¿cómo vamos a poder triunfar? Hemos eliminado la posibilidad de éxi­to. Pero el problema no es haber «perdido» ante­riormente, sino el modo de contemplar nuestras derrotas. Un optimista podría decir que aún no hemos tenido éxito.

Quizás el ejemplo más universalmente acla­mado de este principio lo constituye Thomas Edison. Aunque se le consideraba un inventor, Edison no siempre disfrutó del aplauso y el res­peto que se le dispensan hoy. Cuando le entre­vistó por primera vez, Napoleón Hill dijo:
-Señor Edison, ¿cómo me explica el hecho de haber fracasado miles de veces en su intento de crear una lámpara de incandescencia?


-Perdone -replicó Edison-. No he fra­casado casado ni una sola vez. He realizado miles de experimentos que no han dado resultado. Tenía que llevar a cabo suficientes experimentos para encontrar la forma de que funcionase. Todos hemos realizado miles de experimen­tos; es como cuando aprendíamos a andar; se­guíamos intentándolo porque veíamos que otros 10 habían conseguido. No es que seamos perdedores dos, tres o cuarenta veces. La mayoría de las veces se tra­ta simplemente de que no hemos realizado to­davía los suficientes experimentos para tener éxito. Si un solo experimento no produce un re­sultado positivo, la mayoría de nosotros con­cluimos que somos perdedores y renunciamos a seguir intentando. «No puedo hacerlo», es la conclusión habitual.


Pero ¿es válida esa conclusión? Decir que no podemos triunfar porque hemos fracasa­do una, dos o más veces en el pasado no es sino la expresión del miedo a fracasar de nuevo. Y, mientras tengamos ese miedo, tropezaremos con el obstáculo que en nuestro camino alza tal ex­cusa. Ha llegado el momento de rechazar todo ti­po de desánimo o abatimiento, ya sea producido por nosotros mismos o por otros. Lo que debe usted hacer es darse ánimos a sí mismo y dárselos también a otros.

En el siguiente capítulo analizaremos de lo que es posible hacer para cambiar esta situación.

Eliminar nuestros temores es una excelente oportunidad para vivir la ¡Emoción por Existir!

Del Taller de Autoestima de Juan Carlos Fernández. Capitulo 67 - Volumén 2