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- Tendencia a pensar y actuar espontáneamente y no a partir de los miedos basados en experiencias pasadas. Es quien se siente libre para actuar. Es quien empieza a experimentar una fuerza que lo inclina al enorme placer de ser tal como es y actuar en espontánea consecuencia. Es alguien que ya logró creer en sí mismo y vivir a partir de esa identidad. Es quien nada teme porque ya no le importa el qué dirán. Es quien se sabe amado tal y como es y ha dejado de buscar el reconocimiento de los demás. Es la rica espontaneidad que se sucede cuando vives planeando menos y disfrutando más con la dicha de una vida no estructurada, por lo menos no por ti ya que te alcanzas a dar cuenta de que está planeada por Dios y a Él nunca le salen las cosas mal. Esta espontaneidad yo la he vivido como hacedora de milagros. Cuando te levantas por la mañana sin ningún plan específico o con tan solo algunos compromisos agendados, pero que al final del día te das cuenta de que no hiciste nada, absolutamente nada de lo que habías planeado y todo lo que hiciste fue al momento, pero con una sutil sensación de saberte guiado, realizando magistralmente todo porque aún sin esperarte que saliera todo perfecto, así sucedió. Te dejas llevar y eso es todo. Es cuando haces solo aquellas cosas que le dan sentido a tu momento, y si no, no. Y no pasa nada. Solo experimentas paz. Incluso, luego de lo que he vivido en el último año de mi vida, te puedo afirmar que la misma curación espontánea en muchas personas se sucede cuando llegan a sentir paz interior. Su energía cambió y la frecuencia vibratoria del padecimiento ya no es posible que exista en presencia de una frecuencia vibratoria tan alta como la de su espíritu en paz.
- Una inequívoca habilidad para disfrutar de cada momento. Esta es una hermosa característica que le confiere tremenda alegría y emoción por existir a cada instante de tu existencia. Vas caminando por tu vida y todo te emociona. El momento más trivial lo empiezas a ver como gran oportunidad de disfrute. La planta o el adorno de tu oficina lo empiezas a ver bello (cosa que no hace la mayoría) y no tan solo le observas sino que empiezas a disfrutar tan solo por ese momento de contemplación. Todo te empieza a parecer mágico y digno disfrutarse. Recuerdo uno de mis viajes de trabajo en carretera cuando súbitamente en medio del desierto se descompuso el auto y mi colaborador y yo nos quedamos horas sin saber qué hacer. Mientras que el chofer entró en angustia y mi colaborador un poco también porque teníamos que llegar a una cita, yo decidí bajarme a apreciar la carretera y el desierto. Luego empecé a jugar a aventar piedritas para atinarle a un poste lejano. Mi colaborador me siguió el juego y me ganó, tenía mucho mejor puntería que yo. Luego decidimos empezar a contar chistes. Mientras tanto nadie venía por nosotros y no servían los celulares. Luego de mucho tiempo sin que nadie nos auxiliara, alguien pasó y se ofreció a llevarnos pocos kilómetros adelante donde estaba la siguiente caseta. Me pareció formidable porque ahí podía comer algo y comer lo disfruto intensamente. Al llegar a la caseta, mi colaborador me preguntó: "¿Qué vamos a hacer? La conferencia debe empezar en menos de una hora y todavía estamos lejos del destino y sin saber cómo llegar. A lo que le contesté luego de comerme una deliciosa galleta: "No lo sé, no tengo ni idea. Pero de que vamos a estar ahí, vamos a estar ahí". "Pero, o sea, ¿cómo?" –me volvió a preguntar. "Ya te dije que no sé (¡y es que efectivamente no pasaba nadie en la carretera y los celulares seguían sin señal!). A ver –le dije— vamos a preguntar al de la tiendita exactamente a cuánto tiempo estamos de distancia del lugar al que vamos". Eso hice y súbitamente alguien a mi izquierda que no había visto momentos antes, escuchó la pregunta y respondió: "Como a 45 minutos". Me dirigí hacia él y le agradecí la información. Luego, esa persona, hombre de 50 años aproximadamente, vestido todo de blanco, se dirigió a su automóvil (creo que había bajado a usar los servicios) y pocos metros adelante se detuvo, dio vuelta y dirigiéndose a mí dijo: "Yo voy para allá, si gustas te llevo". "¡Claro, encantado, muchas gracias!" – le dije. Y nos subimos a su auto de inmediato. En el camino comentamos cómo suceden los milagros y cómo le han sucedido también a él. Yo le comenté que lo identificaba como un ángel que me enviaron, y de hecho hoy sé perfectamente que fue así. Yo solo deseaba que nos dejara en la entrada de la ciudad y de inmediato nos bajaríamos a tomar un taxi que nos llevara al lugar de la cita para no quitarle más tiempo. Y esta persona, perfecto desconocido, me dijo que no, que tenía el deseo de dejarme en la puerta del lugar al que íbamos. Por más que le dije que no era mi intención desviarlo tanto, insistió y nos llevó. Llegamos a las 11:58 cuando la cita era a las 12:00. Lo que pudo ser origen de angustia, todo el tiempo lo disfruté, jugué, comí, conversé de milagros, viví uno, y llegué. La paz interior produce milagros en el exterior ¡y eso se disfruta tanto!
- Pérdida de interés en juzgar a los demás. Es cuando ya no quieres opinar acerca de lo que hacen los demás, incluso llegando más allá y perdiendo el interés de juzgarte a ti mismo. Simplemente porque ya no te interesa. Ya hay cosas muchísimo más importantes e valiosas por experimentar. Es cuando descubres que cuando criticas o juzgas a los demás, nunca los defines a ellos, sino que tan solo con cada juicio que emites, te estás definiendo tú mismo. Es cuando alguien te invita a "echar chisme" y la sola invitación ya no te causa ningún interés, es cuando un tipo de entretenimiento que viviste anteriormente lo empiezas a ver como una de las más tremendas pérdidas de tiempo. El tiempo y espacio para estar en paz se te hace tan preciado que criticar a otros resulta en un tiempo imposible ya de invertir. Lo que hagan los demás es algo que ya te tiene sin el más mínimo cuidado. Tú te sabes en paz y eso empieza a ser más que suficiente para ti. Con el tiempo, he observado que no tan solo pierdes el interés en juzgar a los demás, sino que increíblemente los empiezas a querer así tal como son, llevándote la sorpresa de que entonces así ellos te quieren más a ti. Otra vez se demuestra que recibes lo que das. Esto es uno de los cambios más increíbles de mi vida. Hace 15 años yo no podía soportar ciertos comportamientos en alguien, y hoy, simplemente observo en paz sin emitir juicio alguno, y hasta he llegado a querer, y mucho, a esas personas con comportamientos que antes juzgaba inaceptables. Hoy ya no es así. Hoy sé que todos están bien con respecto al estado de conciencia que les permite actuar en consecuencia. Todo está en orden. Ya no hay necesidad de poner etiquetas a nadie, porque empiezas a ver a todos como manifestación de Dios. Hoy también he notado que cada vez que alguien se acerca a mí para que les firme algún autógrafo en mis libros, incluso si es alguien joven y sencillo, se me sale en automático hablarle "de usted" y con respeto. La gran mayoría me dice que por favor les hable "de tu", y lo intento, pero lo que no saben es que quizá se me sale en automático dirigirme a ellos con respeto porque ya no veo a la persona, sino a una manifestación más de Dios en ellos y así se merece todo mi respeto y admiración. Eso he sentido. Ya no se trata de ver etiquetas humanas, sino de ver divinidad en todos los seres humanos que se acercan a uno.
- Pérdida de interés en interpretar las acciones de los demás. Es cuando ya no te interesa explicarte porqué los demás hacen lo que hacen. Simplemente observas qué hacen y ahí está, hagan lo que hagan es algo totalmente independiente de ti. Cuando alguien llega y te hace la clásica pregunta: ¿Cómo ves? ¿Qué opinas de esto que hizo fulanita o zutanito? Tú solo te limitas a decir: pues cada quien. Y sigues en tu camino de paz. Ya no hay emoción en emitir veredictos como la tenías antes. Desaparece tu interés en diagnosticar por qué se comporta alguien de determinada manera. Tu discurso cambia. Incluso llega un momento cuando te preguntan tu opinión y llegas a decir: no lo sé. Y efectivamente no sabes, porque ya ni te enteraste de lo que hizo la otra persona. ¡Y es que estabas tan intensamente ocupado con tu propia vida que no te dio tiempo de analizar lo que hacen los demás con la suya! Lo contrario sucede también: La gente que tiene un gran vació interior, que nada le emociona, que nada le satisface, busca llenar su vacío con el análisis de la vida de otros. Pero en cambio cuando tu vida se llena de paz interior, ya no hay cabida para interpretar las acciones de los demás, ya no tienes ni tiempo, ni ganas, ni el conocimiento de la vida del otro. Aquí te quedas amorosamente ocupado solo en el regocijo de tu paz interior y permites, permites.
- Pérdida de interés en el conflicto. Aquí es donde te das cuenta de que tu vida se está llenando de tanta paz que no hay que llenarla con nada más, ni escuchando ni favoreciendo ni generando ningún tipo de conflicto. Es cuando toda discusión, cuando todo juego psicológico del tipo Perseguidor-Víctima-Salvador, salen de tu vida radicalmente. Incluso empiezas a ver con asombro e incredulidad a otras personas que gozan de vivir en el conflicto. Te quedas pasmado y sin poderlo creer ante la gran capacidad que tienen otros en gritarse y ofenderse en alguna comida familiar o en cualquier otro lugar. Ya no te explicas cómo pueden vivir así. Es cuando empiezas a descubrir que si te encuentras en una relación donde al otro o a la otra le encanta generar conflicto por cualquier cosa, tu solo dices en tu interior: "paso". Ya no te interesa jugar esta desgastante, tonta y debilitante tortura psicológica autogenerada. Las invitaciones a discutir y a vivir un conflicto las empiezas a ver como lo más absurdo de la vida. Por lo mismo, también desaparece todo interés en ver noticieros o escucharlos por radio. Te das perfecta cuenta de que todos los noticieros lo único que buscan es vender conflicto como forma de entretenimiento. Ante una invitación a leer el periódico o ver o escuchar noticias, tu simplemente dices: No gracias, eso ya no es para mí. Y prefieres estudiar y leer algo muchísimo más valioso y que hoy te causa gran adicción. Mejor empiezas a invertir horas y horas en leer libros de espiritualidad y superación personal; empiezas a navegar por paginas de Internet que tienen sentido para ti y te aportan paz; empiezas a elegir programas de televisión que te hacen sentir muy bien, desapareciendo tu interés en ver películas de violencia, miedo o destrucción. Tú ya estás más allá de todo conflicto y lo notas perfecto. En un estado de paz interior se te empieza a hacer muy fácil decir "paso" cuando alguien te invita a discutir o a mantener un conflicto. Y algo maravilloso es que con el tiempo, la gente que disfruta vivir en el conflicto nota que tú "pasas" con tanta frecuencia que te empiezan a dejar de invitar. Es cuando alguien que quiere luchar descubre que a ti ya no te gusta luchar, y entonces van y buscan a otra persona que sí goce el conflicto. Todo esto lo podrás ver claramente y te sorprenderás de ese comportamiento. Y así se van alejando de ti las personas conflictivas, te dejan de hablar. Ya no juegas con ellos y te abandonan. Te dejan en paz, literalmente, pero porque tú la elegiste en tu interior.
- Pérdida de interés en tener que preocuparte. Paras de preocuparte, así de simple. Llega un momento en que te das cuenta de que no tiene ningún caso preocuparte por nada, por nada en absoluto. Llegas a comprender que preocuparte por lo que queda fuera del alcance de tus manos es carente de sentido porque precisamente no está a tu alcance la solución. Luego llegas a comprender que preocuparte por lo que sí puedes solucionar, también resulta absurdo porque si puedes hacer algo, pues lo haces y ya, sin preocupación alguna. Todavía recuerdo a una paciente, una señora, que siempre que llegaba a mi consultorio al principio siempre me decía: "Hola Alejandro, apenas llegué a mi consulta, y es que con tantos pendientitos que van saliendo y cosas que se te van juntando y luego una y otra cosa más que ya no sabe uno. Pero al fin aquí estoy". Siempre me decía igual. Hasta que un día se me ocurrió decirle: "Señora, por favor, dígame con exactitud de elementos, ¿cuáles con esos pendientitos a los que usted se refiere, uno por uno y exactos, y cuáles son esas cosas que se van juntando, exactamente a qué se refiere?". Nunca, nunca me supo decir ni uno solo. Descubrimos que solo se levantaba de la cama y se arreglaba para venir a consulta. Todos los "pendientitos" que aparentaban preocuparla ¡sólo estaban en su mente!, porque nunca existían en verdad. Así, todavía hay muchas personas que han desarrollado un placer de referencia, es decir, el gusto por ser volteadas a ver y ser el centro de atención, lográndolo cuando expresan su preocupación. Pero alguien con Nueva Conciencia de paz interior, ya no se detiene en estas necesidades del ego. Ya se encuentra en estados de conciencia mucho más elevados donde se pierde todo interés en tenerse que preocupar por nada.
- Frecuentes e irresistibles momentos de apreciación. Te empiezas a admirar de todo lo bueno que hay en todo. Aprecias el bien en todo lugar y persona. Lo descubres incluso en la persona que no lo ha visto en sí misma. Empiezas a tener frecuentes momentos de llanto donde se te salen las lágrimas muy fácilmente al quedarte asombrado ante la maravilla de algún momento o circunstancia. La música te cautiva como nunca antes, el talento artístico en cualquiera de sus formas lo valoras como evidente manifestación de Dios aquí en la Tierra. En tu vocabulario aparecen con mucha frecuencia señales de asombro: ¡Wow! Se te abren los ojos en franca señal de admiración con más regularidad. Te maravillas ante el uso de una computadora o de cualquier máquina que antes pasabas de largo. Es decir, aprecias y ya nunca más desprecias. Son dos tipos de energía radicalmente diferentes: apreciar o despreciar. El que aprecia se fortalece, quien desprecia se debilita. El que aprecia maneja frecuencias de energía muy rápidas y altas, el que desprecia muy bajas y lentas. Por lo mismo, siendo un tema extenso el de la energía, someramente te digo que el que aprecia normalmente se encuentra saludable, y el que desprecia está enfermo crónicamente de algo, nunca puede estar bien. Quien tiene paz interior, todo lo aprecia, todo, absolutamente todo y muy seguido. Apreciar sucede como consecuencia porque lo bello, bueno y verdadero es apreciable desde un corazón en paz y solo desde ahí.
- Alegres sentimientos de conexión con otros y con la Naturaleza. Empiezas a sentir "claramente" tu unión con todo. Cuando tienes contacto con la Naturaleza no te quieres ir de ahí. Te empieza a cautivar ver el mar o estar en el bosque como nunca antes. Quizá hasta empiezas claramente a escuchar voces que te hablan cuando observas un roble o cuando se te queda viendo fijamente un venado o un conejo moviendo su nariz. Empiezas a sentir a una planta solo con verla. Empiezas a sentir respeto por Todo, mismo respeto que surge como consecuencia de saberte conectado a ese Todo. Sientes una alegría en esos momentos que las palabras no pueden expresar. Sientes emoción con la emoción de otros. Sientes entusiasmo por el entusiasmo de otros. Sientes alegría por el triunfo ajeno. Y es que precisamente ya nada te es ajeno. Y esa alegría que empiezas a experimentar por saberte conectado con todo y con todos se trastoca muchas veces con amor hacia los demás difícilmente explicable. Uno de los signos inequívocos de un ascenso en el estado de conciencia es darse cuenta de la conexión.
- Frecuentes ataques de risa y sonrisas. La alegría de vivir es uno de los signos más característicos de una vida espiritual, de alguien en paz. Sucede el colmo de que hasta estando solo te empiezas a reír. ¡Sólo! Ya ni necesitas de que alguien te cuente un chiste o de ver algo cómico. Los frecuentes ataques de risa se suceden en automático porque tu mente empieza a recordar con singular constancia cómicas escenas que has disfrutado, mismas que se sucedieron por tu alegría de vivir y por tu paz que las atrajo. Y nunca te dejan, reverberan los momentos de risa en tu interior y vuelves a reír una y otra vez. Te ríes de lo que los demás no. Ellos se extrañan al verte y tú también al verlos. Si te ves al espejo, si te concentras un momento en observar tu rostro con gran atención, podrás ver una sonrisa constante que se quiere asomar en todo momento, incluso si haces este ejercicio, te puede ganar la risa tan solo de verte en el espejo. En cambio, algunas otras personas si se ven en el espejo y se detienen a analizar el reflejo que ven ahí, sin necesidad de un psiquiatra o un analista de imagen, pueden observar lo gris de su vida, los dolores que les ha generado vivir en el lado oscuro, es decir, en su ego, y se nota. La lucha, ya sea externa o interior, siempre se ve en el rostro. Siempre aunque se maquille. La risa y la alegría constantes son un signo inequívoco de tu despertar a estados de conciencia superiores, donde se vive en paz.
- Incrementada tendencia a permitir que las cosas sucedan, en lugar de hacer que sucedan. En este nivel se está mucho más allá del egoicamente atractivo liderazgo. Aquí se llega a la paz del plan de Dios. Aquí uno se rinde y deja de lado el deseo de ser el protagonista. Y hoy he aprendido que cuando te rindes amorosamente a Jesucristo, hasta ese entonces todo sale bien. Ahora sí. Y luego de comprobarlo una y otra vez, la paz empieza a ser el estado más natural de tu ser porque descubres Quién está dentro de ti. Empiezas a aceptar que todas las cosas que suceden, suceden por una válida razón, que aunque no la encuentres, sabes que existe, que aunque no la entiendas, pues te deja de interesar comprender o no. Simplemente sabes que las cosas pasan por algo y ese algo siempre termina siendo algo bueno. Lo sabes, y con ese conocimiento tú sigues haciendo lo que te corresponde y sin estorbar. Empieza a sucederte un pacífico comportamiento donde siempre sabes que si debes actuar, actúas, y si no, dejas que pase. Surge una sabiduría dentro de ti que te permite distinguir entre hacer algo o más bien permitir que sucedan las cosas. Es cuando sabes que todo se dirige al Bien, luego entonces permites, permites. Hay paz en ese permiso, o mejor dicho, el permiso sucede por haber paz en tu interior.
- Incrementada susceptibilidad al amor mostrado por otros, así como una urgencia incontrolable por extenderlo hacia los demás. Esta es una de las experiencias más espectaculares y únicas de la paz interior. Este siempre ha sido un signo característico de Nueva Conciencia. Empiezas a sentirte querido por todos y al mismo tiempo te urge amar a todo y a todos, sin distinguir credo, color, posición social, sexo, raza, edad, nacionalidad, cultura o inteligencia. Tal cual lo hacía el corazón de Jesucristo. Un corazón libre de prejuicios y lleno de amor por el ser humano en general, incluso por la Creación toda. Esto me pasa con una intensidad desmedida cada vez que acabo una conferencia. El éxtasis que experimento en esos momentos es inequiparable con ningún otro que haya experimentado como humano, incluso comparándolo con los más intensos. La paz y conexión que siento con todo el mundo en esos momentos es una experiencia indescriptible. Siento perfecto cómo fluye el amor hacia mí y como sale de mí también. Es como estar parado en el vórtice del amor cuando se vive en paz. También la gente me ha confesado que durante esos momentos siente igual. Surge un amor entre todos los presentes difícil de explicar. Dan ganas de abrazar y besar y llorar de la emoción. A quien vive en paz es muy sencillo amarlo y él ama también con tremenda soltura y facilidad.
Continuará...
Del Taller de Autoestima de Juan Carlos Fernández. Capitulo 70 - Volumén 2