El Poder de Dar


Dar es una de las fuerzas más potentes del Universo. Cuanto más das, más creas e innovas. Cuanto más das, más te conectas con tus dones y potencial. Dar es un don e invita a la abundancia. ¡Dar no es una carga o un inconveniente! Todos estamos conectados: cuando damos a otros, nos damos a nosotros mismos; cuando herimos a otros, nos herimos nosotros.

El poder de dar es instantáneo

Concéntrate en un pensamiento positivo durante 30 segundos. ¿Cómo te sientes? ¡Te sentirás más ligero y feliz! Al contrario, si tienes un mal pensamiento te sentirás peor. Cuando envías pensamientos positivos, invitas a lo positivo. Esto es instantáneo. Cuando tienes demasiado trabajo y necesitas que alguien te dé, es difícil dar. Pero si te relajas y ofreces una simple sonrisa, te sentirás mejor. Durante un seminario para un banco en la India con 12.000 empleados, alguien me preguntó: "¿Cómo puedo dar y ser amable cuando ya lo he hecho durante 12 horas y entra otro cliente?" Yo contesté: "Tienes dos opciones sobre cómo tratar al cliente: con el ceño fruncido o con una sonrisa. Una sonrisa requiere que uses dos músculos, mientras que fruncir el ceño requiere 63. Tú decides: ¿cuántos músculos quieres usar cuando estás cansado?"


El Poder de Dar

El acto de dar es una bendición y un privilegio. Cuando damos con amor, decididamente llegamos al receptor a un nivel más profundo.

En el año 2006 di una conferencia en la Universidad de Aga Khan, en Karachi. Un chófer me recogió en el hotel para llevarme al auditorio donde daba la conferencia y después me llevó de vuelta. Era una persona agradable. Se aseguró de que llegara allí a tiempo y me esperó dejándome tiempo para departir con los participantes al finalizar la conferencia.

Al llegar de vuelta al hotel le pedí que esperara porque tenía algo para él. Le di una barra de chocolate con avellanas que había traído de Londres. No creo que hubiera visto ese chocolate antes, porque le vi girarlo varias veces como si se tratara de un extraño juguete. Agradeció mi gesto y dijo que lo iba a llevar a casa para sus hijos. Cuando entré en mi habitación después de este encuentro el teléfono estaba sonando. Era otro cliente mío de Karachi que me confirmó dos conferencias más por un importe de cinco cifras mientras estaba en la ciudad. ¡Esto fue una sorpresa inesperada! No estoy diciendo que la llamada no se habría producido si no hubiera regalado el chocolate, pero el momento concreto en que recibí la llamada para mí fue una confirmación de que nada de lo que das pasa desapercibido.

No siempre tenemos la suerte de ver clara y rápidamente la torna de nuestra acción de dar, como ocurrió en este ejemplo, pero cuando das en algún lugar pones en marcha energía positiva, que se expandirá y volverá a ti. A veces la recompensa es tangible y otras intangible.

El poder de dar es continuo

Si cierras el puño, no puedes recibir. Cuando abres tu mano y das, puedes también recibir. ¡Cuando paras de dar, paras de crear! Cuanto más estás en el flujo del dar, más dar fluye a través tuyo. Cuanto más estás en el flujo de la abundancia, más abundancia fluye a través tuyo. La abundancia puede ser de muchas formas: riqueza, espiritualidad, relaciones y salud. Puede ser tuya si incluyes el dar como parte habitual de tu vida. Las nubes cumplen una función de servicio cuando se abren y proporcionan lluvia, que es esencial para la supervivencia de las cosechas y la vegetación, que a su vez alimentan a la humanidad. Una vela enciende otra llama sin perder su propia luz. Las flores ofrecen amorosamente su fragancia a todos los transeúntes y son admiradas por su belleza y elegancia. ¡Florecen mientras dan! Una vaca necesita dar su leche antes de poder producir más. Una oveja necesita ser esquilada para generar más lana. Cuando un árbol produce fruta que nadie recoge, ésta cae y se pudre. Cuando el río deja de fluir, se estanca. ¡Cuando dejas de dar, dejas de crear! Los seres humanos necesitan dar para tener un propósito y un sentido.

El poder de dar es eterno

El hábito de dar viene dado por la naturaleza (las características innatas) y la educación (lo que adquieres). Heredas algún elemento del dar de tus padres y familia. También puedes adquirir el hábito de dar de tu entorno y modelos de conducta. Mis padres nunca me dijeron que tenía que dar o servir. Sin embargo, al crecer, la actitud de servicio se dio en mí de forma natural. No aprendí de lo que me dijeron, sino de lo que vi. Mis padres fueron unos grandes modelos del dar. El poderoso mensaje de San Francisco de Asís tiene sentido aquí: con palabras sólo puedes predicar, mientras que con acciones puedes enseñar. Mi abuelo dejó la India siendo adolescente para ir a África. Su viaje en esa tierra desconocida empezó de cero. Presenció la guerra poco después de emigrar. Tuvo muchos trabajos de poca categoría antes de aprender lo suficiente para iniciar su propio negocio. Durante su lucha por salir adelante siguió dando su tiempo, sabiduría y recursos a causas que valían la pena. Tuvo una vida llena de sentido, y una vida con sentido nunca es en vano. Cuando murió, se llevó con él reconocimiento espiritual y la satisfacción que obtuvo de crear un maravilloso futuro para su familia.

El ejemplo de mis padres y abuelos me ha influido a mí y a mis hijos. ¡Espero que este ejemplo continúe en nuestros nietos hasta la eternidad!

Cuando mueres, no te llevas lo que tienes. ¡Te llevas lo que diste! Un sabio anónimo dijo acertadamente que de aquí a cien años no importará el tamaño de tu casa o qué coche conducías o cuánto dinero tenías en el banco, pero que el mundo será diferente si fuiste importante en la vida de un niño.

Cuando estuve en Karachi dando apoyo a refugiados afganos, trabajamos con voluntarios locales que eran tan pobres que no podían permitirse coger el autobús para volver a casa después de trabajar diligentemente con nosotros durante muchas horas. ¡Me causó impresión ver cómo gente que no tenía nada tenía tantas ganas de dar! ¡Era algo increíble!

Las familias afganas que conocí no tenían nada; aun así ofrecían frutos secos a su invitado (un mehman, como ellos le llamaban), quien ante este acto de amabilidad se sentía como un majarajá (un rey). En la historia cristiana la misma filosofía sustenta el episodio de la viuda pobre que dio unos cuantos céntimos al templo pero que fue reconocida por Jesús por encima de aquellos que habían dado grandes regalos porque sabía que estaba dando todo lo que podía.

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Por Azim Jamal Azim Jamal es coautor del bestseller número 1 de Amazon The Power of Giving (El poder de dar).