¿Y tú Cómo Estas? parte 1/2



“Lo importante no es oír lo que se dice,  sino escuchar para averiguar lo que se siente”. Alejandro Ariza Z.

Una de mis mayores sorpresas pero que ya casi me he acostumbrado es que luego de escuchar a alguien con toda mi atención y amorosa empatía para saber cómo se encontraba, éste se va y sin nunca haber hecho la pregunta: “¿Y tú cómo estás?”. Al principio es desconsolador, impresionante el desdén, incomprensible ese egoísmo, desmoralizante la inequidad, doloroso el desprecio –por lo menos para mí—, pero luego entendí que pocos, muy pocos en verdad, somos los que tenemos el amor manifestado en talento para saber escuchar interesándose verdaderamente en la vida del otro.

 Ese interés ha sido una piedra angular de mi vida y característica muy particular de mi persona, quizá origen de mi más verdadero éxito en las relaciones humanas. Todo mi tiempo, toda mi atención y todo mi ser está con la persona a la que tengo enfrente luego de que le pregunto: “¿Cómo estás?”, y guardo profundo silencio y amoroso respeto por lo que me diga. Toda mi mente y cuerpo están de lleno en ese momento de atención y verdadero interés en el otro. Siempre he sido así y sé que esto ha sido el abre puertas de los más hermosos senderos de mi vida. Así es como hace más de dos décadas empezó mi magnetismo social. Este ha sido el gran secreto de tremendamente hermosas consecuencias en mi vida. Hoy no guardo ningún secreto y por eso he querido hablarte de esto hoy.

Cuando uno pregunta “¿Cómo estás?” a alguien y lo hace con sincero interés, con un lógico silencio subsiguiente que lo manifiesta, centrando la vista en la persona a quien uno se dirige, dejando de hacer todo y centrando nuestra energía tan sólo en escucharle, sin atender a ningún otro distractor, es ahí donde se produce un poderosísimo efecto transformador en la persona que se siente escuchada. Hacer esto cura. Es uno de los más poderosos efectos de sanación inmediata en miles de personas. Me consta como pocas cosas en mi vida. En ese momento no solo hacemos que alguien se sienta en verdad importante, ¡hacemos que alguien confirme su existencia! Nada más y nada menos. Ratificamos y confirmamos a otro ser humano en su dimensión de tal. Hacer esto es privilegio de ángeles en la tierra. Hay una forma de escuchar que supera cualquier elogio.
Te invito a ser más humano, pero la decisión de hacerlo sigue y seguirá siendo privilegio tuyo. Por lo menos, si te sientes parte de la filosofía Nueva Conciencia, ¡siempre pregunta: “¿Y tú cómo estás?”! ¡Siempre! A toda persona, en todo momento que puedas, pero más y sin fallar nunca, a alguien que te haya escuchado a ti. Ahí está forzosamente indicado este toque mágico de Nueva Conciencia.

Hoy ya no he tenido otro más sano remedio que reír cuando un “amigo”, o algún familiar nunca me pregunta “¿Y tú cómo estás?”. Ya he perdido todo interés en hablar con esas personas, ¡lógicamente! Sin embargo, yo a ellas les sigo preguntando “¿Cómo estás?” y escucho. Me encanta y no puedo rehuir a mi naturaleza. Sólo escucho, emito mi opinión cuando me la piden (algo que siempre pasa) pero hasta ahí acaba la historia. Mi turno para hablar con ellos de mí, pocas veces llega. Cuando por la confianza (o por la sensación de querer también compartir mi vida) le he llegado a decir a alguno de mis “amigos”: “...oye, y por qué tú no me preguntas cómo estoy...”, me he llevado el redoble de sorpresa cuando más de alguno me ha dicho luego de su actitud de extrañeza ante mi pregunta: “...pero para qué. Si a ti siempre te va bien. Qué me puedes decir”.
Son de esos momentos en donde no sé si reír o llorar. Y para colmo, he tenido la experiencia de que uno de ellos, efectivamente nunca me escucha aunque se lo pida, ¡y me sigue platicando de él mientras tanto! Es egoísta.

Hace años aprendí de Jean Cocteau, escritor francés, que un egoísta es aquel sujeto que se empeña en hablarte de sí mismo cuando tú te estás muriendo de ganas de hablarle de ti. Es increíble pero así hay gente. Es del tipo de persona que me imagino cree que los triunfadores u optimistas no tienen nada que aportar o decir que sea verdadero. Hay personas así. Con esta anécdota, quiero hacer un paréntesis en el tema central de este capítulo y hacer acopio de esta idea: Hoy me queda extremadamente claro que el pesimismo y la ignorancia como inconciente colectivo de nuestra sociedad ha sido el origen de que muchas personas crean que para platicar se necesitan solo temas agoristas, derroteros, de pensamientos enfocados a la carencia, la enfermedad o la desgracia. ¿No me crees? ¡Ja! Pues entonces escucha con atención el tema de conversación del 95% de las personas que te rodean en un solo día..., o ¡escúchate a ti y mira de qué hablas durante casi todo el día, y a diario! Asaltos, robos, infidelidades, injusticias del gobierno, problemas de familiares, enfermedades... y luego quieres sentirte bien. Aja, sí. Fíjate en este fenómeno: si por mecánica costumbre le preguntas a alguien “¿Cómo estás?” y te responde también por mecánica costumbre “...bien gracias”, de inmediato te sueles pasar de largo y a lo que sigue.

Al fin todo está bien, ¿no? Pero si ante la misma pregunta “¿Cómo estás?”, alguien te responde con un misterioso silencio, o de plano te dice cosas como “...mal, pues más o menos, pues ahí con un problemita, con un gran pendiente, un poco preocupado”, entonces de inmediato te detienes y entonces sí pones más atención y dedicas más tiempo a escuchar. ¡Increíble, ¿no?! Yo estoy seguro de que sería mejor hacerlo al revés. Pero bueno, eso será tema de otra columna. Por el momento mira como puede darse con tremenda frecuencia el caso de que te quejes de algún comportamiento de algún familiar y vas y se lo cuentas a otros familiares también, te quejas por injusticias en tu trabajo o en el país o quizá, al igual que miles de personas, has descubierto cómo es fácil llamar la atención hacia tu persona usando alguna mala noticia o aparente desgracia que vives y quieres ser quien primero la publica en la comida o cena con familiares y amigos.

Esta técnica para llamar la atención es tan eficiente que cuando yo la veo en mi familia o en amigos, tan solo en mi interior me aíslo de esos temas –o incluso me retiro— y siento una amorosa compasión por la persona que toca dichos temas. ¡Hay tanta necesidad de amor que hasta de esa forma puede llegar el ser humano a reclamarlo! Hablando de sus desgracias. Auténticos tratados acerca de sus heridas, y para colmo, luego parece competencia para ver quién es el más jodido de la reunión cuando otros quieren arrebatar la palabra y hablar de su ejemplo de desgracia aún mayor. Hay gente que luce sus heridas como si fueran medallas. Normalmente se trata de gente que no se siente amada y reclama el que se le confiera un poco de atención que su corazón tanto necesita.

En cambio, la gente que más amada se siente, es la que menos habla de heridas o problemas, es quien habla de la felicidad con que diario vive. Obvio, la felicidad es la cosecha del amor. Gracias a esta Nueva Conciencia, en las mesas o reuniones donde más participo nunca se hablan de temas dolorosos o negativos, ¡nunca! Por lo menos yo no lo permito. Y nunca nos quedamos sin tema de conversación, mismos que pueden durar horas y horas. Esta es la dicha que tengo de convivir tanto con mi alma gemela y con quien puedo hablar así diariamente. Y durante todo ese tiempo, nunca se tocan malas noticias ni se critica a nadie. Se comparte vida, se analiza un bello pensamiento, se escucha poesía, se aprecia el fruto de un hermoso trabajo, se recuerda un fantástico viaje, se admira el talento de alguien, se aprecia una obra de arte o nos regocijamos con la historia del triunfo de otra persona en determinado ámbito.

¿Cómo se logra esta Nueva Conciencia? Respuesta: preparándote para dichos temas precisamente. Busca lo mejor de tu vida y lo encontrarás para transformarlo en tema de conversación en un futuro. Lee. Pero lee algo que nutra tu alma y ensalce tu espíritu, para que de esa manera sean tus consecuentes temas de conversación. Aquí he observado un fenómeno que nunca falla: Mientras más optimismo y hermosura en los temas de conversación de alguien, más posible que se trate de alguien preparado por su buena lectura y creativo optimismo, alguien que a la vez se siente amado; y mientras más desgracias sean los temas de conversación de alguien, más seguro es que se trate de un ignorante y que para colmo se sienta poco amado. Son personas que al no dedicar tiempo a cultivar su mente con el bien, la verdad y la belleza de la buena lectura, se dejan llevar por el nefasto torrente que los medios de comunicación les facilitan con su cómoda accesibilidad televisiva, de tal suerte que son personas que más parecen corresponsales de algún noticiero que familiares o amigos en la reunión. En fin, aquí cierro lo que me pareció un valioso paréntesis y sigo con nuestro tema: ¿Y tú, cómo estás?

Continuará...
Del Taller de Autoestima de Juan Carlos Fernández. Capitulo 60 - Volumén 2