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Sin embargo, ante la discrepante cifra de quien sabe escuchar y quien no, ante la evidente falta de interés de la mayoría por lo que le sucede y siente otra persona, mi pregunta se mantenía, a momentos en forma expresa, a momentos en forma tácita: “¿Por qué?”. Y no fue sino hasta la semana pasada, cuando visite a un gran amigo exitoso escritor, que mientras conversábamos con toda atención, súbitamente llegó a mí la respuesta ante lo expuesto hoy aquí. De repente, en alguno de los temas que platicábamos, mi amigo se expresó con fuerte tono de voz y con una seguridad implacable: “Mira, llegó un momento en mi vida en que aprendí que
Lo más maravilloso y extraordinario te sucede exclusivamente a ti.
Tal vez por eso –continuó— es que cuando vives algo que te emociona tanto, y te urge ir a platicarlo con tu mejor amigo o amiga, con algún familiar, no te comprenden, no les emociona como a ti o no te creen. Y he llegado a pensar que es muy lógico, ¡si sólo te sucedió a ti! ¿Por qué han de sentir lo mismo?”.
Me quedé perplejo ante su explicación. La abrumadora verdad que percibí salía de sus labios generó mi momento para aprenderlo y aceptarlo.
Hoy ya no tengo la menor duda de ello y ese concepto me ha servido como un bálsamo revivificante cada vez que siento el impulso irrefrenable de compartir lo más maravilloso que me sucede. Pero hoy, con la enorme diferencia de saber desprenderme del resultado de mi interlocutor. He aprendido a compartir por el simple hecho de compartir y sin esperar a cambio una misma satisfacción. ¿Por qué? Si quien me escucha, tan solo me escucha, y no vivió lo que yo. Así, la diferencia en emoción es total. ¡Caray! Qué lógico y normal lo veo hoy. Tal vez por eso, cada vez que vivimos algo maravilloso, aunque existe el natural impulso de compartirlo con los seres que amamos, ellos, en su mejor disposición querrán comprender o empatar con lo que les exponemos, sin embargo, por más magistral que sea la exposición de los hechos, los hechos solo te sucedieron a ti. Las reacciones serán siempre diferentes. Como dice el escritor Wayne Dyer, la palabra “agua” no moja a nadie. Necesitas experimentar el agua para sentirte mojado. No por otra vía. Tal vez por eso, hoy en día, quienes tenemos la dicha incólume de vivir continuamente momentos de una gran emoción por existir, lo más que podemos hacer con nuestros relatos, es invitar a que la gente se lance a conquistar su propio éxito, que se atreva a vivir sus propios momentos de triunfo y gloria, que hagan algo por vivirlo.
Cuando dos personas han vivido un éxito de enorme magnitud, según sus muy personales parámetros del mismo, ¡es tan fácil comprenderse! Es tan fácil creer y emocionarse con lo que dice el otro. Hoy he comprendido que el mayor de los éxitos, cuando lo vives, es privilegio de uno. De nadie más. Mucha gente pudo participar para que tú lograras lo que lograste, sin duda; todos estamos unidos por una mágica red que nos sincroniza para experimentar la vida, sin embargo, el exquisito momento del triunfo, ese, precisamente ese, es privilegio de uno. Se acabó la historia. Es un bello síntoma y como tal, insisto, privilegio de uno. Aquí, retomando un poco de mis conocimientos médicos, quiero compartir contigo la diferencia entre “Signo” y “Síntoma” que me enseñaron en la facultad de Medicina. “Signo” es toda manifestación clínica, medible y cuantificable, objetiva en su estudio. Un ejemplo de “Signo” en Medicina, sería la temperatura corporal. Con un termómetro tienes la cifra objetiva: 36.5 °C, por ejemplo. No hay duda para comprender esto, la cifra ahí está, los números son claros. Por otro lado, veamos lo que significa “Síntoma” en Medicina: “Manifestación subjetiva, no medible ni cuantificable, que acompaña a un padecimiento”.
Un ejemplo de síntoma: el dolor de cabeza. Fíjate: cuando alguien te dice: “Me duele mucho, pero en verdad mucho mi cabeza”, ¿Cómo llegas a entender qué tanto le duele? ¿Qué tanto es “mucho”? No existe un dolorímetro para que todos estuviéramos de acuerdo en la cifra exacta de dicho dolor de cabeza. Tan solo, si te interesa, puedes llegar a intentar comprender a esa persona con mucho dolor de cabeza porque cuando te lo dice, inconscientemente lo comparas con alguna referencia de tu pasado en donde tú hayas experimentado un dolor de cabeza muy intenso. Y tan sólo de acordarte, lo empiezas a comprender. Tan solo así, te puedes hasta preocupar por su dolor de cabeza. Pero nunca, ¡nunca!, sabrás exactamente cuánto le duele. Hasta ese dolor es privilegio de uno. Por eso me atrevo a afirmar que la alegría y el entusiasmo que una persona puede experimentar, siempre será un síntoma de su emoción por existir, así, siempre será privilegio de uno. De nadie más. Luego entonces, no debemos frustrarnos si alguien no nos comprende o no se emociona como nosotros, cuando le compartimos aquello que tanto nos ha hecho gozar. Esto lo acabo de aprender y, redundando en el concepto, hoy he querido compartirlo contigo de tanto que me emocionó aprenderlo. La gran diferencia es que hoy, respeto la emoción que tú puedas llegar a sentir.
Estas reflexiones, aunque siempre las he desarrollado con un enfoque para ayudar al ser humano en general, de toda edad, sexo o religión, color, cultura o lo que fuere, hoy quiero enfatizar un poco en aquellos que me hagan el honor de leerme y que sean auténticos líderes. ¿Por qué hago esta salvedad? Porque sin duda alguna, los líderes son personas que generan cambios, que ven más allá de los demás, que cautivan a otras personas y éstas, convencidas por su congruencia, deciden seguirlo. Sin embargo, uno de los precios que varios líderes deben pagar, es la ocasional sensación de
“Soledad”. Y es que el líder, a momentos, siente que nadie lo comprende. ¡Pero por supuesto! Es lógico, si el líder tiene una visión mucho muy diferente al de las otras personas. Es alguien que ve más allá de lo evidente. Es quien escucha a personas que ven la realidad y se preguntan por qué, mientras él ve sus sueños e ideales y se pregunta por qué no. El líder suele ser un apasionado de sus ambiciones por mejorar el mundo, y cuando lo logra, con cada paso que da, suele salir disparado a compartirlo con sus colaboradores y amigos. Es aquí, precisamente aquí, que un líder debe recordar que lo más maravilloso y extraordinario, le sucede exclusivamente a él. Y así, se podrá evitar la frustración que todo líder vivimos cuando nos percatamos del ambiente rico en apatía que suele reinar en varios sectores de nuestra población. Tan solo hay que seguir adelante y, con el ejemplo, inspirar a otros a que experimenten su propia emoción por existir. Este ya es un gran paso.
Continuará...
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Del Taller de Autoestima de Juan Carlos Fernández. Capítulo 48 Volumén 1: Privilegio de uno
Del Taller de Autoestima de Juan Carlos Fernández. Capítulo 48 Volumén 1: Privilegio de uno