El buen humor es una de las grandes claves de la realización personal.
La risa tiene efecto sanador.
Para avanzar en el camino de la deseada auto-realización, el tercer paso deberá ser la conquista de la necesaria cuota de humor en su vida. No cualquier humor, un particular, específico y grandioso buen humor.
Es bueno tener dinero y las cosas que el dinero puede comprar, pero también es bueno ponerse una que otra vez a reflexionar para estar seguro de no haber perdido las cosas que el dinero no puede comprar.
Por si no le queda claro, hablo de saber vivir, aunque sea por un minuto cada día, por encima del recuerdo de nuestro agobiante pasado, sin estar pendiente de las restricciones y amenazas de todos los terroristas del mundo y de los poderes multinacionales.
Hablo de poder sonreír, aun sabiendo del duro mañana que profetizan agoreras todas las instituciones y los cerebros privilegiados que derraman sobre nuestras cabezas sus terribles visiones económicas, sociales y ecológicas.
Me refiero a levantarnos contentos cada mañana, a pesar de las absurdas restricciones que nos imponen leyes y reglamentaciones, que nos limitan aunque no recordemos haberlas aceptado.
Hablo de no dejar de reírnos, a carcajadas si es posible, aunque sea por un segundo de los hechos ciertamente triviales de nuestro diario padecer.
Hablo de la sonrisa cómplice con Dios, con la naturaleza o con el orden general de las cosas, que pone al hombre por encima de su cotidianeidad, de sus intereses momentáneos y de lo efímero de sus frustraciones.
La risa es, y los médicos lo sabemos, una de las tres formas probadas de producir endorfinas (ciertas sustancias que produce cada organismo, que son específicas del cuerpo que las elabora y que poseen un increíble efecto sanador: reconstituyente, analgésico, anti-inflamatorio y hasta donde sabemos con muchas acciones a favor del sistema inmunitario, que serían capaces de protegernos de algunos cientos de enfermedades desde el resfrío hasta el cáncer).
Quizá porque nuestro cuerpo sabe estos datos, aunque nuestra cabeza lo ignore, es que asociamos naturalmente el buen humor con la fertilidad, con la evolución y con la vida.
Así como en los cuentos el héroe libera a la princesa matando al dragón y salvando todos los obstáculos para volver a casa triunfante; en lo cómico, la gran heroína (la risa) nos libera a todos de las prohibiciones de la cordura y la coherencia, para poder volver al hogar de lo espontáneo.
El mundo para muchos incomprensible, infantil e incorrecto de lo que nos causa gracia.
El chiste, la anécdota y la humorada siempre nos recuerdan la necesidad de enfrentarnos con lo que no se esperaba. El desafío de lo lógico, lo regulado y lo repetido. Allí está lo liberador, lo creativo y disparador. Allí está la exitosa vuelta al hogar condecorados de nuestra sonrisa de satisfacción.
¿DE QUÉ SE RÍE?
"El humor nos advierte que el orden es demasiado rígido (señala Pescetti), que determinada regla no tiene sentido, que lo formal a veces invade nuestra actividad, que nos hemos dejado oprimir por demasiadas preocupaciones.
Nos previene de nuestras torpezas y distracciones, nos alerta ante la estupidez propia y ajena.
Nos ayuda a superar el dolor que algo nos provoca y a darnos cuenta cuando estamos tomando las cosas demasiado en serio."
De todas las risas posibles, no me interesa la que surge de gozar el sufrimiento ajeno. En lo personal nunca me divierte la risa que se burla de lo nuevo y siempre me subleva la burla que desprecia y humilla lo diferente.
Elijo el humor de quien se ríe de lo de otros solamente porque lo sabe igual a lo propio y demuestra su capacidad de reírse de sí mismo.
Reírse de uno mismo enseña a gozar con las extrañas y absurdas cosas que nos suceden. Es la señal de la madurez que siente el que está seguro de sí mismo.
Por eso es que lo invito a que sonría hasta que note que su sobriedad y circunspección han desaparecido de su vida.
Sonría hasta que provoque la sonrisa en otros.
Sonría a los tristes, a los tímidos y sobre todo a los aburridos.
Sonría a los amigos, a los ancianos, a los jóvenes, a su familia y a sus adversarios. Sonría cada vez que pueda y aprenderá que nada es capaz de arruinarle su alegría, ni siquiera la tristeza de llorar lo doloroso.
El gran Groucho Marx escribió un breve epitafio para que apareciera escrito en su tumba, un mensaje dirigido a quienes lo visitarán tras su muerte.
Es una simple frase escrita en la piedra.
Dice:
"Perdonen si no me levanto... "