Juegos Olímpicos Espirituales: Espirituculturismo


“En ninguna parte puede hallar el hombre un retiro tan apacible y tranquilo como en la intimidad de su alma.” - Marco Aurelio


Las Olimpíadas, evento deportivo mundial, en donde la mayoría de los países participan con sus mejores deportistas cada cuatro años. De hecho, el concepto de Olimpíada (acentuado) es lo que se conoce como esa fiesta de talento físico, y olimpiada (sin acento) es el periodo de cuatro años entre dos celebraciones consecutivas de juegos olímpicos. Esto lo acabo de aprender ahora que consulté el Diccionario General de la Lengua Española VOX. Desde que vengo apreciando las Olimpíadas, un deporte de gran lucimiento en las grandes competencias internacionales es el fisicoculturismo, en el que los atletas hacen gala de su enorme e indescriptible musculatura. 


Ver a esos hombres y a esas, mujeres siempre me ha conducido a varias reflexiones y a la vez a admirados: ¿cuántas horas habrán dedicado al ejercicio para estar así? La respuesta más común de sus declaraciones a la prensa y televisión, suele ser medido su de entrenamiento no en horas, sino en años, años enteros de dedicación en los que ¡diario! tonificaron sus músculos para lograr esculpir tal físico. Ello me ha llevado a pensar, con Nueva Conciencia, que lo mismo sucede con la evolución espiritual de una persona. Si existieran juegos olímpicos espirituales, creo que bien podría llamarse a este deporte: espirituculturismo.

Tuve el gran impulso de proponer este deporte del alma, por los testimonios que he observado en el medio que me desenvuelvo, por los envíos con preguntas tales como: ¿Qué debo hacer para sentirme mejor? ¿Cómo logro crecer como persona? ¿Cómo puedo ser más humano?. Con base en las experiencias personales y opinión de expertos, puedo decir que vivir en paz es tan sólo el resultado de un método, orden y disciplina de mucho tiempo, practicados durante años para evolucionar espiritualmente. Por eso mi propuesta es un auténtico espirituculturismo, por la dedicación cotidiana para crecer en lo más grandioso de un ser humano, su espíritu. No con, esta afirmación demerito al cuerpo, no en absoluto, sino que tan sólo intento mostrar en su más justa proporción humana" algo mucho menor al espíritu que le da vida. Por cierto, si es ésa la proporción cuerpo-espíritu, ¿por qué tantas personas dedicarán más tiempo al cuidado de su físico que al de su espíritu? Pues muy posiblemente porque el cuerpo "se ve" y se mide más fácilmente. De esa manera, no me extraña que el cuerpo obedezca a las leyes de la Física, pero el espíritu obedece a las leyes divinas. 


La madre de toda habilidad es la práctica. No existe nada mejor para asegurar la maestría en alguna disciplina que la excelencia engendrada por la práctica constante. Por ejemplo, al término de algunas de mis conferencias, se acercan personas para preguntar en dónde pueden tomar un curso de oratoria o de comunicación. Tras indicarles que en Nueva Conciencia se desarrollan cursos y seminarios para diferentes necesidades, y que deben practicar mucho, me ha resultado difícil confesar a ciertas personas que tienen gusto por la oratoria, que yo nunca he tomado un curso en esa área, pero eso sí, lo único que he hecho es hablar y hablar, pronunciar conferencias casi diario durante diez años. 
Recuerdo que a mi maestra, colega y amiga Marina Buzali, afamada conferenciante, le hice un comentario hace años, cuando juntos dábamos clase de comunicación oral, en el sentido de que muchas de las cosas que enseñamos no son tan útiles como la práctica misma de la comunicación oral. Dijo que estaba de acuerdo conmigo, pero que debíamos enseñar algunos lineamientos para que luego con la práctica se perfeccionara. Comento esto para recalcar la importancia de la práctica -ejercicio constante-, acompañada de una indescriptible paciencia, para cultivar la maestría en alguna disciplina. ¿Quién te inspira más confianza, un médico que lleva años trabajando y ganando experiencia o un brillante alumno que acaba de aprobar su examen profesional incluso con mención honorífica? ¿Confías más en un abogado que lleva años litigando o en un brillante alumno recién gra­duado? ¿En un mecánico que apenas acaba de abrir su taller o en un maestro que lleva años arreglando automóviles?. 

No demerito el esfuerzo que se realiza al empezar, pero ello dista mucho de ejecutar con maestría determinada disciplina u oficio. Sólo con el tiempo surge la credibilidad en un auténtico maestro. Doy fe de ello. Mi mayor éxito como consultor y asesor emocional muchas personas lo avalan años de práctica en el área del desarrollo humano, más no ejerzo la Medicina porque descubrí algo mucho mejor: Nueva Conciencia. Nunca en mi vida he prescrito formalmente un medicamento, ya que tuve la dicha, con la práctica de los años, de darme cuenta de que ayuda y cura más un diálogo llano, puro y sincero en donde se modifique la forma de pensar del aquejado, para que como consecuencia haya un cambio en el actuar, y así ser más feliz. Todas mis terapias están orientadas hacia el crecimiento espiritual por técnicas que yo mismo he desarrollado en investigaciones personales. Lo que cura es el espíritu que con paciencia espera su madurez. 

Siempre me impactó el éxito del escritor y conferencista Anthony Robbins, quien sin un título profesional de ningún tipo, sin carrera universitaria en su haber, logró ayudar -y sigue ayudando-a miles de personas aplicando sus conocimientos obtenidos por la lectura de cientos de libros de desarrollo humano, y así ha logrado ser el gurú de la superación personal y la autoayuda más importante del planeta. Sigo sus pasos, al igual que los de los grandes maestros Wayne W. Dyer, Deepak Chopra; y de quien más he aprendido y anhelo seguir aprendiendo: Jesús. 

Seas creyente o no, quiero compartir contigo la fuerza del espirituculturismo, que requiere un gran ejercicio interior de la persona para merecer la medalla olímpica divina: la paz. Existen varios ejercicios que se pueden realizar para tener un espíritu preparado para lograr tan anhelada presea, el oro de la paz, pero el ejercicio que más fortalece, el que más nos garantiza alcanzar la máxima condecoración divina-olímpica, sin lugar a dudas es el perdón. Perdonar es un ejercicio de alto impacto, es un ejercicio exclusivo para seres humanos de gran fortaleza y valentía. A los débiles y cobardes les es casi imposible realizarlo.

Continuará...


Del Taller de Autoestima Volumén 1 de Juan Carlos Fernández