"El hombre no es la criatura de las circunstancias, sino que las circunstancias son las criaturas del hombre" - Benjamín Disraeli
El verano pasado salía de una plática de desarrollo humano y recuerdo perfectamente cuando una persona se me acercó y me hizo una pregunta muy interesante: "Después de todo lo que acabo de escuchar me ha surgido una duda, ¿qué es lo más humano del humano?". En ese preciso instante pensé -"pues ¿qué habré dicho para que le surgiera tan curiosa pregunta?"-y de momento me quedé callado con una cara de como pensando, realmente como pensando porque no tenía ni idea de qué responderle a esta persona. Lo primero que se me vino a la mente fue: -"Sí, claro, ya veo. Esa es una pregunta muy inteligente y me gustaría respondérsela en mejor ocasión, qué le parece si descansamos un momento y con gusto lo busco más tarde y conversamos".
Así fue por suerte, entre tanta gente, el ruido, el brindis de clausura, etc., todo volvió a la normalidad. Sin embargo, al llegar a la soledad reflexiva de mi habitación no dejaba de merodearme su pregunta, ¿qué es lo más humano del humano?, ¿acaso realmente hay algo tan característico que defina tan sólo a nuestra especie?, pues no tenía la plena certeza, pero le confieso que ciertos estudios a los que tuve acceso apuntaban para responder a esa pregunta.
Permítame platicarle algo; mire, es muy curioso que cuando un animal de especie inferior a la nuestra nace, siempre será eso que nació; por ejemplo, un perico nace perico, vive como perico y morirá irremediablemente como perico. Un perro nace perro, vive como perro y también morirá irremisiblemente como perro. La misma suerte corre un delfín, una garrapata o un avestruz. Entonces, la enorme diferencia consiste en que el ser humano nace y luego "elige" qué quiere ser, incluso puede elegir ser más humano o no serlo. Esta reflexión es muy confrontante, muy comprometedora.
Así fue por suerte, entre tanta gente, el ruido, el brindis de clausura, etc., todo volvió a la normalidad. Sin embargo, al llegar a la soledad reflexiva de mi habitación no dejaba de merodearme su pregunta, ¿qué es lo más humano del humano?, ¿acaso realmente hay algo tan característico que defina tan sólo a nuestra especie?, pues no tenía la plena certeza, pero le confieso que ciertos estudios a los que tuve acceso apuntaban para responder a esa pregunta.
Permítame platicarle algo; mire, es muy curioso que cuando un animal de especie inferior a la nuestra nace, siempre será eso que nació; por ejemplo, un perico nace perico, vive como perico y morirá irremediablemente como perico. Un perro nace perro, vive como perro y también morirá irremisiblemente como perro. La misma suerte corre un delfín, una garrapata o un avestruz. Entonces, la enorme diferencia consiste en que el ser humano nace y luego "elige" qué quiere ser, incluso puede elegir ser más humano o no serlo. Esta reflexión es muy confrontante, muy comprometedora.
Cuando usted nace, todavía depende de su madre por un tiempo; incluso, el ser humano es el animal que nace más indefenso al compararlo con una gran gama de animales de especie inferior a él. La madre todavía le tiene que proporcionar espacio, tiempo y alimento. Pero conforme uno va creciendo y desarrollándose se empieza a vivir la apasionante aventura de elegir. Este enorme poder se va incrementando con el transcurso de los años; por ejemplo, dudo mucho, que usted haya elegido el kínder al cual asistir, que haya revisado los programas de estudio, que haya entrevistado a las distintas maestras de esa institución para valorar su nivel académico, etc., pues no, ¿verdad? Creo que a usted, al igual que a mí, nos mandaron y ni nos preguntaron. Pero con el transcurso de los años usted ya pudo elegir la universidad a la cual asistir, la carrera que estudiar o incluso pudo elegir estudiar o no hacerlo. Por lo menos, espero que a esas alturas de la vida ya le hayan permitido elegir.
De esa forma es que se va madurando; todos nosotros necesitamos algún día confrontamos con el momento de la elección, incluso confrontar el momento cuando nosotros somos los únicos en el proceso de elegir y no hay nadie a quien consultar. Si usted ya ha llevado una vida de altas responsabilidades es posible que ya haya experimentado momentos como ese. Toda la vida nos encontramos eligiendo, elegimos a qué hora levantamos, cuándo bañamos, qué jabón usar para limpiamos, la ropa que ponemos, el alimento que ingerimos, el automóvil que nos transporta, etc., la lista sería interminable. Sin embargo, cuando realizamos tantos actos en nuestra vida, a base de repetirlos día con día se convierten en hábitos, y es entonces cuando se hacen inconscientes y por ello muchas veces ya no nos damos cuenta del proceso de la elección; pero eso no implica que nuestra elección sea falsa o inadecuada, no, todo lo contrario, simplemente hemos caído presa de la costumbre.
¿Recuerda el último viaje que realizó? Si hace memoria es posible que se asombre por la cantidad de procesos de elección que realizó para dar un paseíto. Usted eligió el lugar a visitar, la vía más adecuada para ello, el hotel o la casa a la cual llegó, eligió la hora a la cual salir (aunque muchas veces no coincida con la verdadera salida), etc.
Esa enorme capacidad de elección es la manera en cómo se manifiesta una de las facultades espirituales del ser humano, "La Voluntad". A través de esta facultad es cómo nosotros elegimos, y el proceso que lleva a cabo nuestra voluntad es verdaderamente interesante. Cuando uno se enfrenta a determinadas circunstancias y necesita elegir es cuando entra en acción nuestra voluntad, manifestándose en el hecho mismo de elegir. Sin embargo., cabría hacerse otra pregunta, ¿de dónde elige nuestra voluntad? ¿Cuáles son las opciones que tiene? Precisamente, las opciones se las presenta la otra facultad espiritual del ser humano., "La Inteligencia".
La inteligencia se encarga fundamentalmente de conocer, el conocimiento. Es la materia prima de la inteligencia, y por ello. "saber" es una de las principales manifestaciones de la misma. De tal suerte, que cuando nosotros elegimos, nuestra voluntad siempre consulta las opciones que le presenta nuestra inteligencia.
Pongamos un ejemplo. Si usted quisiera ir hoy en la noche a una gran fiesta porque recibió la invitación para asistir, pues sin duda se encaminaría a ella (y más probablemente si la entrada es libre). Imagine que va usted manejando y al llegar a la esquina de una avenida principal observa que más adelante hay un accidente, y supone que tardaría mucho tiempo en cruzar las 7 calles que faltan para llegar al punto donde usted se dirige. En ese momento., es posible que dude acerca de cuál sería la mejor opción, sobre todo si trae un poco de prisa por llegar. ¿Sigo de frente ya que pronto se agilizará el tránsito? o ¿mejor doy vuelta a la izquierda y me voy por calles alternas?.
Esta parece una pregunta sencilla de responder, pero ¿qué tal cuando usted no conoce la zona, y ya está muy adentrada la noche? ¿Verdad que entonces ya no es tan sencilla? Pues bien, en ese momento la voluntad se acercaría a la inteligencia y le pediría las sugerencias para ahorrar tiempo, encontrando la vía más corta o el mejor atajo. Si usted "conoce" la zona, su inteligencia podría mostrarle a su voluntad un verdadero mapa geográfico y con ello la elección se haría la más adecuada. Pero, imagínese que su voluntad se acerca con su inteligencia y le dice: -"Inteligencia, oye, te tengo noticias, ¡estamos perdidos en medio de no sé dónde!, por favor preséntame las opciones más viables para salir de aquí, ¡estos rumbos me están poniendo los nervios de punta!, apresúrate". Y la inteligencia le responde: -"No hay nada, recuerda que hoy es la primera vez que salimos a la calle; ¡suerte!". Creo que aunque parezca un cuento para niños, es muy posible que ese haya sido el diálogo entre su inteligencia y su voluntad la primera vez que usó el automóvil manejando solo, en aquellos años de adolescencia, ¿lo recuerda? Pero al pasar de los años, verdaderamente se hace más difícil extraviarse porque cada vez se va conociendo más.
El ejemplo que acabamos de imaginar opera para cualquiera de nuestras elecciones; siempre necesitamos consultar a la inteligencia. De ahí el trascendente hecho que tiene el "conocer", el saber. Si reflexionamos un poco más, el ser humano se encuentra conociendo continuamente a través de la información que obtiene por sus cinco sentidos, todo lo que observa, lo que escucha, toca, huele o saborea. Todo es información que llega a la inteligencia en cada momento. Así, se va formando un verdadero banco de datos con dimensiones inenarrables. Me imagino que ha llegado a la conclusión de que entre más sepa, más opciones para que pueda elegir. Está usted en lo correcto
De esa forma es que se va madurando; todos nosotros necesitamos algún día confrontamos con el momento de la elección, incluso confrontar el momento cuando nosotros somos los únicos en el proceso de elegir y no hay nadie a quien consultar. Si usted ya ha llevado una vida de altas responsabilidades es posible que ya haya experimentado momentos como ese. Toda la vida nos encontramos eligiendo, elegimos a qué hora levantamos, cuándo bañamos, qué jabón usar para limpiamos, la ropa que ponemos, el alimento que ingerimos, el automóvil que nos transporta, etc., la lista sería interminable. Sin embargo, cuando realizamos tantos actos en nuestra vida, a base de repetirlos día con día se convierten en hábitos, y es entonces cuando se hacen inconscientes y por ello muchas veces ya no nos damos cuenta del proceso de la elección; pero eso no implica que nuestra elección sea falsa o inadecuada, no, todo lo contrario, simplemente hemos caído presa de la costumbre.
¿Recuerda el último viaje que realizó? Si hace memoria es posible que se asombre por la cantidad de procesos de elección que realizó para dar un paseíto. Usted eligió el lugar a visitar, la vía más adecuada para ello, el hotel o la casa a la cual llegó, eligió la hora a la cual salir (aunque muchas veces no coincida con la verdadera salida), etc.
Esa enorme capacidad de elección es la manera en cómo se manifiesta una de las facultades espirituales del ser humano, "La Voluntad". A través de esta facultad es cómo nosotros elegimos, y el proceso que lleva a cabo nuestra voluntad es verdaderamente interesante. Cuando uno se enfrenta a determinadas circunstancias y necesita elegir es cuando entra en acción nuestra voluntad, manifestándose en el hecho mismo de elegir. Sin embargo., cabría hacerse otra pregunta, ¿de dónde elige nuestra voluntad? ¿Cuáles son las opciones que tiene? Precisamente, las opciones se las presenta la otra facultad espiritual del ser humano., "La Inteligencia".
La inteligencia se encarga fundamentalmente de conocer, el conocimiento. Es la materia prima de la inteligencia, y por ello. "saber" es una de las principales manifestaciones de la misma. De tal suerte, que cuando nosotros elegimos, nuestra voluntad siempre consulta las opciones que le presenta nuestra inteligencia.
Pongamos un ejemplo. Si usted quisiera ir hoy en la noche a una gran fiesta porque recibió la invitación para asistir, pues sin duda se encaminaría a ella (y más probablemente si la entrada es libre). Imagine que va usted manejando y al llegar a la esquina de una avenida principal observa que más adelante hay un accidente, y supone que tardaría mucho tiempo en cruzar las 7 calles que faltan para llegar al punto donde usted se dirige. En ese momento., es posible que dude acerca de cuál sería la mejor opción, sobre todo si trae un poco de prisa por llegar. ¿Sigo de frente ya que pronto se agilizará el tránsito? o ¿mejor doy vuelta a la izquierda y me voy por calles alternas?.
Esta parece una pregunta sencilla de responder, pero ¿qué tal cuando usted no conoce la zona, y ya está muy adentrada la noche? ¿Verdad que entonces ya no es tan sencilla? Pues bien, en ese momento la voluntad se acercaría a la inteligencia y le pediría las sugerencias para ahorrar tiempo, encontrando la vía más corta o el mejor atajo. Si usted "conoce" la zona, su inteligencia podría mostrarle a su voluntad un verdadero mapa geográfico y con ello la elección se haría la más adecuada. Pero, imagínese que su voluntad se acerca con su inteligencia y le dice: -"Inteligencia, oye, te tengo noticias, ¡estamos perdidos en medio de no sé dónde!, por favor preséntame las opciones más viables para salir de aquí, ¡estos rumbos me están poniendo los nervios de punta!, apresúrate". Y la inteligencia le responde: -"No hay nada, recuerda que hoy es la primera vez que salimos a la calle; ¡suerte!". Creo que aunque parezca un cuento para niños, es muy posible que ese haya sido el diálogo entre su inteligencia y su voluntad la primera vez que usó el automóvil manejando solo, en aquellos años de adolescencia, ¿lo recuerda? Pero al pasar de los años, verdaderamente se hace más difícil extraviarse porque cada vez se va conociendo más.
El ejemplo que acabamos de imaginar opera para cualquiera de nuestras elecciones; siempre necesitamos consultar a la inteligencia. De ahí el trascendente hecho que tiene el "conocer", el saber. Si reflexionamos un poco más, el ser humano se encuentra conociendo continuamente a través de la información que obtiene por sus cinco sentidos, todo lo que observa, lo que escucha, toca, huele o saborea. Todo es información que llega a la inteligencia en cada momento. Así, se va formando un verdadero banco de datos con dimensiones inenarrables. Me imagino que ha llegado a la conclusión de que entre más sepa, más opciones para que pueda elegir. Está usted en lo correcto
Continuará...
Del Taller de Autoestima Volumén 1 de Juan Carlos Fernández