3ª Ley: Ley de la Justicia Espiritual o Ley de Acción y Reacción Espiritual (causa-efecto)
• Lo que haces a los demás, te lo haces también a ti mismo.
• Se avanza espiritualmente cuando el espíritu toma conciencia de sus errores (actos en contra de los otros seres de la creación) y los repara.
Hay mucha gente que argumenta su ateísmo en la máxima: “Si hubiera realmente un Dios no permitiría que pasaran estas injusticias en el mundo”. ¿Qué opinión tienes al respecto?
Que se trata de una opinión fundada en un conocimiento incompleto de la realidad espiritual, que conduce a interpretar ciertas situaciones dramáticas de la Tierra como parte de una injusticia, porque se tiene la creencia de que la vida del ser empieza con el nacimiento del cuerpo físico. Si consideráramos que la vida del ser humano se inicia con el nacimiento, llegaríamos a la conclusión inevitable de que el mundo es injusto, y de que si existe un creador se trata de un creador igualmente injusto, pues parece que favorece desde el principio a unas criaturas en detrimento de otras. ¿Acaso no hay seres que desde su nacimiento ya vienen al mundo con una perspectiva de vida llena de desgracias, bien porque nacen con enfermedades de nacimiento, o en extrema pobreza, o en familias que no los quieren, mientras que otros parecen ser los favoritos de la providencia porque son más listos, más bellos, más amorosos, más queridos o más sanos?
Pero si consideramos que esta vida no es más que un breve episodio de la vida de cada ser, y que este episodio es la justa continuación y consecuencia de una serie de episodios anteriores cuyo argumento se enlaza perfectamente con las circunstancias en las que el espíritu se encuentra en la actual vida, comenzaremos a comprender aquello que antes nos parecía incomprensible, y por ello injusto.
Absolutamente todos los espíritus parten del mismo punto. Todos los seres espirituales son creados iguales, como un principio vital espiritual ignorante e inconsciente, pero con la potencialidad de evolucionar constante e indefinidamente hasta alcanzar las mayores cotas de amor y sabiduría, a través de la experiencia de la suma de incontables encarnaciones. Las únicas diferencias de partida entre unos y otros estriban en el momento en el que fueron creados, es decir, en la edad del espíritu, ya que el proceso de creación de vida espiritual no termina nunca. Mientras unos iniciaron esa andadura hace miles de millones de años, antes que vuestra galaxia fuera apenas una nebulosa en formación, y cuentan a sus espaldas incontables encarnaciones en el mundo físico, otros apenas acaban de empezar su proceso evolutivo, es decir, son espíritus jóvenes. Dependiendo de sus acciones y sus decisiones, su camino evolutivo será recto o tortuoso, lento o rápido ¿Acaso no habéis observado que hay personas que desde su más tierna infancia demuestran una gran madurez impropia de su edad, con una gran capacidad para amar y comprender, mientras que otros, siendo ya adultos o ancianos de cuerpo, son todavía inmaduros en su comportamiento, hasta el punto de que parecen tener menos edad de la que físicamente aparentan?
Las diferencias que observáis entre unos espíritus y otros respecto a su capacidad espiritual, aparentemente innata, se deben a la mayor o menor edad del espíritu, y del mayor o menor aprovechamiento que hicieron de las encarnaciones para su progresión espiritual. Las diferencias que observáis en las circunstancias de su vida, que parecen fruto de la fatalidad, corresponden por tanto a las consecuencias o decisiones que estos mismos espíritus han tomado en vidas anteriores y en el periodo de vida en el que no están encarnados.
¿Y de qué manera los actos de la vida actual tienen que ver con aquellos vividos en el pasado?
Existe una ley universal, la cual podríamos llamar Ley de la Justicia Espiritual, Ley de Causa-Efecto, o Ley de Acción y Reacción Espiritual que dice, más o menos, que el espíritu recibe exactamente lo mismo que da. En realidad equivale a decir que lo que hacemos a los demás nos lo hacemos en realidad a nosotros mismos. La consecuencia de ello es que cada espíritu ha de hacer frente a las circunstancias que él mismo ha creado, de manera que muchas de las circunstancias adversas a las que se enfrenta el espíritu en una vida son consecuencia o efecto de una causa que él mismo creó en una encarnación anterior.
¿Por qué es una ley universal?
Porque el espíritu no puede ser feliz ni puede avanzar en su evolución espiritual sin haberse enfrentado y haber resuelto aquellas circunstancias, aquellos actos que realizó contra las leyes universales y contra los demás seres de la creación.
Si por la ley del libre albedrío el espíritu es libre para elegir el camino que quiera, de tomar las decisiones que crea convenientes, por la ley de justicia espiritual ha de saber que cada acción que realiza tiene sus consecuencias y que finalmente, tarde o temprano, éstas acabarán afectándole a él. Dicho de otro modo: “La siembra es libre, la cosecha es obligatoria”. Es decir, si algo nos pareció correcto como emisores, también nos deberá parecer justo como receptores y viceversa, y si no nos gusta recibir lo mismo que hicimos es que había algo en lo que hicimos que no era demasiado bueno, porque lo que no es bueno para nosotros, tampoco es bueno para los demás. Habéis oído que muchos grandes profetas, incluido el propio Jesús, dijeron: “No hagas a los demás lo que no quisieras que hiciesen contigo” y “haz a los demás lo que quisieras que hiciesen contigo.” Conociendo la ley de acción y reacción habría que añadir a estas máximas una coletilla: “No hagas a los demás lo que no quisieras que hiciesen contigo, porque al final te lo haces a ti mismo” y “haz a los demás lo que quisieras que hiciesen contigo, porque en realidad te lo haces a ti mismo”. En esta máxima, “lo que haces a los demás también te lo haces a ti mismo” se encierra el principio de justicia espiritual.
¿Por qué la llamas ley de acción y reacción espiritual?
Porque en cierta manera se parece a la Tercera Ley de Newton o Ley de acción y reacción de la Física Clásica. Para el que no esté familiarizado con ella, esta ley viene a decir algo así como que siempre que un cuerpo ejerce una fuerza sobre otro, al mismo tiempo recibe sobre él una fuerza de la misma magnitud. Es decir, si dos astronautas están en el espacio, cogidos de la mano y uno de los dos decide empujar al otro, él mismo se verá desplazado con la misma fuerza que ejerció, pero en dirección contraria. Los efectos de la ley de acción y reacción física los conocen bien aquellos que han disparado con una escopeta o arma similar. Conocemos que en el disparo, la escopeta ejerce una fuerza sobre la bala que la impulsa hacia el exterior con gran velocidad. Pero al mismo tiempo la bala ejerce sobre la escopeta la misma fuerza, pero en sentido contrario. Esta fuerza, debida a la existencia de la ley de acción y reacción, es conocida en el argot de las armas como retroceso, y es tan fuerte que si no se está entrenado puede causar lesiones en el punto de apoyo del arma.
Pues a nivel espiritual, de forma análoga a esta ley de acción y reacción física, la ley de acción y reacción espiritual nos dice que todo acto realizado hacia los demás nos será devuelto en la misma medida. Lo cual implica en la práctica, y como ya he dicho, que todo aquello que hacemos a los demás, en realidad nos lo hacemos a nosotros mismos.
Esta es la base de la justicia espiritual, ya que a cada uno se le enfrenta con sus propias acciones, y queda en uno la decisión de modificar su conducta o no tras experimentar las consecuencias de sus actos.
Continuará...
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Autor: Vicent Guillem
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