¿Qué ocurre entonces?
Que comienza la lucha por el amor. Se inicia la etapa del orgullo. En esta etapa el espíritu comienza a buscar, no sólo recibir amor, sino también darlo, pero encontrará gran multitud de obstáculos. Comienza a percibir, a ser consciente, a vivir en carne propia lo que es la incomprensión y la ingratitud. Y es que ocurre que la mayoría, las tres cuartas partes de la humanidad, todavía se encuentran inmersas en alguna de las fases de la vanidad. Están cosechando todavía el fruto de su etapa anterior, y no entienden qué está pasando. Parece que el mundo se haya vuelto contra él y contra su voluntad de mejorar, de amar y de ser amado. Si sucumbe al desaliento emocional, el egoísmo volverá a tomar fuerza en su mente. Para evitar que hieran sus recién descubiertos sentimientos, cubrirá con una capa su interior. Se volverá desconfiado, huraño, solitario, porque verá en el aislamiento una salida para evitar el sufrimiento. También para evitar sufrir puede tomar el camino de la resignación. Se amoldará a lo que los demás esperan de él, para evitar agresiones de espíritus más egoístas. Comienza a gestarse la peor enfermedad espiritual que existe y que es la causante de una buena parte de enfermedades físicas graves: la autoanulación de la voluntad, del libre albedrío, hasta el extremo de llegar un momento en que el espíritu no actúa ni vive como es en realidad, sino que es un perfecto esclavo espiritual de su entorno, que llega incluso a creerse que quiere lo que en realidad le ha sido impuesto. Pero de este modo se sufre por no querer sufrir, y este es un sufrimiento estéril que no conduce a ningún progreso espiritual. En esta etapa del orgullo se encuentra casi una cuarta parte de la humanidad. La transición entre la etapa de la vanidad y la del orgullo tampoco se produce abruptamente sino que el proceso será gradual, de forma que coexisten manifestaciones de ambos defectos durante bastante tiempo.
¿Y cómo continúa esta historia? ¿Cómo se supera esta etapa?
Amando, siempre amando. Sólo el amor romperá la coraza del orgullo. Como ya he dicho, el orgulloso tiene mayor capacidad para comprender y saber encajar mejor la ingratitud de aquellos que le hicieron daño que el vanidoso; para comprender que los que actúan egoístamente y con escasez de amor simplemente es porque todavía son espíritus jóvenes, en proceso de evolución, y que con el tiempo aprenderán, aunque necesiten de muchas vidas, porque el aprendizaje del sentimiento y el desprendimiento del egoísmo son procesos que necesitan de mucho tiempo para ser apreciables. Por el hecho de que no veamos cambios notables en una sola vida no quiere decir que el espíritu no vaya a avanzar. El que es bueno en esta vida, es porque ya nació bueno, con todo el bagaje de conocimiento de otras vidas, y aunque se pueda avanzar mucho en una encarnación, no podemos exigir que alguien pase de ser un pirata a un santo de la noche a la mañana. Si no os desesperáis porque un niño no aprenda a hablar en un sólo día, porque comprendéis que el aprendizaje del habla le cuesta al niño varios años de su vida física, no debéis impacientaros tampoco porque un niño espiritual tarde varios años espirituales, es decir, varias encarnaciones, en aprender a amar. Por ello, el espíritu que es más avanzado en el conocimiento de los sentimientos no puede pedir a otro que lo es menos que llegue a alcanzar su mismo nivel en una sola vida, si a él mismo le costó tantas vidas y esfuerzos el conseguirlo. Deberá conformarse con que aprenda hasta donde le es dado a su capacidad o a su voluntad. Debe recordar que, en algún momento, su evolución estuvo en ese mismo nivel, y alguien más avanzado que él estuvo a su lado, soportando sus actitudes egoístas.
¿Y si supera todo esto?
Se enfrenta a lo más difícil. Le falta todavía alcanzar la humildad y el desapego, es decir, la generosidad a la hora de compartir los sentimientos, objetivos que corresponde superar en la etapa de la soberbia.
El espíritu soberbio es un espíritu ya muy avanzado respecto a la media, y por ello es escaso en vuestro joven planeta. Se trata mayoritariamente de espíritus originarios de otros planetas más avanzados, que llevan más tiempo evolucionando. Quizás superen en muchos milenios la edad espiritual de la media del planeta. Al estar sus planetas más avanzados, prácticamente no existen en ellos ni la injusticia ni la ingratitud, con lo cual estos espíritus no encuentran circunstancias adversas que despierten su defecto. Vienen a este planeta precisamente porque se trata de un ambiente propicio para la manifestación de su defecto. Al ser la Tierra un planeta donde la injusticia y la ingratitud se dan en abundancia, estos espíritus se ponen a prueba en su defecto y voluntad. Y así, a través de pruebas más duras, logran avanzar más rápidamente. En sus encarnaciones en planetas menos avanzados suelen elegir desempeñar misiones de ayuda espiritual a los demás, por su gran capacidad, y porque así se ejercitan en la ayuda a los demás, lo cual necesitan para vencer su falta de humildad y su dificultad en compartir los sentimientos.
Toda esta exposición me ha generado un montón de preguntas más que me gustaría exponerte y que me fueras aclarando. Tienen que ver sobre todo con las emociones, los sentimientos, las diferentes manifestaciones del egoísmo que has presentado (vanidad, orgullo, soberbia). Me gustaría conocer algo más de ellas.
Adelante, pregunta.
Antes has dicho que el sentimiento y el pensamiento tienen origen distinto y que el egoísmo procede de la mente. ¿Quieres decir con esto que pensar es malo en sí mismo?
En absoluto. Lo que he querido decir es que es necesario que aprendáis a distinguir entre lo que sentís y lo que pensáis, porque a través de la mente es por donde se filtran al espíritu los pensamientos egoístas que os acaban confundiendo. El pensamiento no es malo en sí mismo. Sólo cuando oprime al sentimiento. Cuando el pensamiento está en armonía con lo que se siente es un valioso instrumento al servicio del sentimiento, para que el sentimiento se transforme en acto amoroso. El problema de vuestro mundo es que se os ha enseñado a pensar sin sentir y, si el pensamiento no tiene la inspiración del sentimiento, se pone al servicio del egoísmo. La evolución en el amor también pasa por aprender a modelar el pensamiento con la voluntad del sentimiento, y no con la del egoísmo.
No acabo de entender lo que quieres decir, ¿podrías exponer un ejemplo?
Claro. Imagina que ves a una persona muy querida, que tú eres hombre y que ella es mujer, y que hace un tiempo que no la ves. El sentimiento que tienes por esta persona te hace experimentar alegría y necesidad de expresarle cuánto la quieres, dándole un abrazo. Sin embargo imagina que estás al lado de personas con prejuicios sexistas, que no encajan las relaciones de amistad profunda entre personas de diferente sexo y que luego sabes que os van a criticar y calumniar. Al ser consciente de este inconveniente cambias tu decisión y reprimes tus sentimientos, de manera que al ver a la persona querida manifiestas indiferencia por temor al qué dirán, y sólo le das la mano de forma correcta.
En este caso el pensamiento, motivado por el análisis mental de la situación, ha cambiado el sentimiento, es decir, lo ha reprimido, ya que el sentimiento inicial era de alegría y tras la reflexión mental ha quedado en indiferencia. Este es un ejemplo de cómo el pensamiento oprime al sentimiento.
Pero entiendo yo que en la situación que has expuesto también hay que ser prudente, porque si quieres a la persona la puedes meter en un lío cuando te expones innecesariamente. Puedes buscar un momento más adecuando en un ambiente menos inquisitorio para hacer lo que sientes.
Ciertamente. Ser prudente es una virtud. La prudencia hay que ponerla para respetar el libre albedrío de los demás, porque muchas veces nuestras opiniones no van a ser entendidas o respetadas. Pero hay que intentar tener cuidado de no disfrazar el miedo con la prudencia. La prudencia modera la manifestación cuando las circunstancias no son propicias, pero no ahoga el sentimiento. El miedo sí. Si el miedo se apodera de la persona, ésta reprimirá la expresión de los sentimientos, incluso en situaciones en las que no haya una amenaza o circunstancia adversa real, porque esa amenaza ya se encarga el miedo de convertirla en realidad en la mente. La represión empieza en el momento en que uno se inhibe de tomar decisiones respecto a su propia vida por miedo a la reacción de los demás.
Continuará...
Título: Las Leyes Espirituales
Autor: Vicent Guillem
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