La culpa o culpabilidad en las Leyes Espirituales


¿De dónde viene el sentimiento de culpa o culpabilidad? 
La culpa es un egosentimiento que procede de la lucha entre el espíritu y la mente, entre lo que se siente y lo que se piensa, cuando sentimiento y pensamiento entran en conflicto. En esto último, lo que se piensa, influye toda la educación recibida, incluidos los arquetipos y condicionamientos sociales, y el pensamiento egoísta. Uno se puede sentir culpable si actúa por lo que piensa, en contra de lo que siente. Muchas veces esto implica actuar por egoísmo en contra del amor. Por ejemplo, puede despertarse la culpa cuando debido a una actuación egoísta promovida desde el pensamiento, el espíritu, a través de la conciencia, detecta que es incorrecta desde el punto de vista espiritual. El espíritu censura a la mente, es decir, el sentimiento censura al pensamiento. En este caso, el sentimiento de culpa es positivo porque es un indicador de que la persona está evolucionando, ya que es capaz de reconocer su error. Pero también puede ocurrir lo contrario. Se puede sentir uno culpable por sentir lo que siente, y por dejarse llevar por el sentimiento, en vez de por el pensamiento. Entonces es la mente la que censura al espíritu, el pensamiento el que censura al sentimiento. Esto último ocurre cuando los prejuicios y los condicionamientos mentales son muy fuertes, haciéndonos creer que determinados sentimientos están mal o son incorrectos. Y es una pena, porque a consecuencia de ello la persona puede confundir lo bueno con lo malo, y llegar a concluir que el sentimiento es algo malo por los trastornos que le produce en su vida. Este es un tipo de culpa muy negativa porque obstaculiza el progreso espiritual, el desarrollo del sentimiento. 

¿Podrías poner un ejemplo de este segundo caso que me lo aclare mejor? 
Sí. Imaginad que a una persona se le despierta un sentimiento de amor hacia otra. El impulso inicial es el de intentar acercarse a la persona por la que se ha despertado el sentimiento para manifestárselo. Esto sería actuar de acuerdo con lo que se siente. Sin embargo, puede ocurrir ahora que la mente analice el sentimiento de acuerdo con sus propios patrones, condicionados por toda la educación recibida, llena de prejuicios y prohibiciones, y genere una serie de pensamientos censurantes contra la manifestación del sentimiento. Por ejemplo, puede sugerir inconvenientes que supuestamente van a afectar a que esa posible relación funcione (la diferencia de edad, de raza, de clase social, de religión, de creencia, de gustos y aficiones, etc), o puede alimentar el miedo al rechazo (“ella no siente lo mismo, te va a decir que no, vas a hacer el ridículo, o ¿qué va a pensar de ti?”). Si el pensamiento puede sobre el sentimiento y la persona se inhibe de hacer lo que siente a causa de lo que piensa, vivirá reprimida y se sentirá culpable de no hacer lo que siente. Si la persona se deja llevar por lo que siente pero no ha modificado completamente su pensamiento para adaptarlo a su sentimiento, entonces le vendrán momentos de duda en los que los pensamientos volverán a atacarle y le harán sentirse culpable por haber hecho lo que siente y no lo que piensa. 

¿Y cómo se puede vencer el sentimiento de culpabilidad? 
Cuando la culpa se despierta a raíz del reconocimiento de una actitud egoísta, en vez de hundirse y deprimirse, lo que debe hacerse es actuar activamente para evitar que se produzca nuevamente, y para reparar en la medida de lo posible aquello negativo que se hizo, empezando, por ejemplo, por pedir perdón a la persona a la que se hizo daño. Entonces el sentimiento de culpa desaparecerá
En el caso en que se despierte cuando uno actúa por lo que piensa en contra de lo que siente, la culpabilidad se vence primero tomando conciencia de que uno no está actuando de acuerdo con sus sentimientos, y segundo teniendo la valentía de empezar a hacerlo, a vivir conforme lo que siente, rompiendo con los esquemas mentales represivos que le impiden hacerlo. La persona que se encuentra a mitad de ese camino, es decir, que ha comenzado a vivir y actuar por lo que siente, pero todavía tienen fuerza en ella los condicionamientos mentales, los cuales le atormentan para que desista en su intento, necesita mucha perseverancia, mucha confianza en lo que siente, y la firme voluntad de actuar de acuerdo con ello. Que sepa que si sufre no es por lo que siente sino por lo que piensa. Por tanto, debe modificar el pensamiento, no el sentimiento. Si se ve atacada por aquellos que no comprenden lo que siente, debe entender que se trata de personas que están atrapadas todavía por la mente egoísta y prejuiciosa, al igual que lo estuvo ella en el pasado. Deben tener paciencia y comprensión con ellas, pero no dejarse arrastrar por su influencia. 

¿Y qué es el rencor? 
El rencor es un odio atenuado a largo plazo, de efecto retardado, generalmente focalizado hacia alguna persona que nos contrarió o nos hizo daño, a la que se considera culpable o responsable de nuestros males. El episodio o episodios que despertaron la agresividad pueden haber ocurrido hace bastante tiempo. Pero la persona rencorosa guarda en su memoria dicho acto y lo utiliza para alimentar el impulso agresivo, esperando una ocasión para desquitarse, creyendo que de este modo conseguirá aliviar su malestar. 
¿De dónde puede venir el rencor? 
De la insatisfacción de no haber vivido conforme uno siente, de no haber realizado algo que quería hacer, de no asimilar alguna circunstancia difícil que le ha tocado vivir, o por haberse dejado arrastrar por los defectos de uno mismo (miedo, comodidad, falta de voluntad, incomprensión, dejadez, etc). Generalmente, el rencor se suele equivocadamente dirigir hacia las personas que han contribuido o colaborado a no haber vivido conforme uno sentía, hacia los que han puesto obstáculos para realizar algo que uno quería hacer o contra aquellos a los cuales considera los responsables de la circunstancia difícil que le ha tocado vivir. 

¿Y cómo se puede vencer? 
En vez de buscar culpables externos, intentemos tomar conciencia de dónde viene nuestro malestar interior y tengamos la valentía de modificar lo que no nos gusta de nuestra vida, a pesar de que esto nos pueda traer problemas añadidos. Intentemos comprender que ciertas circunstancias negativas que parecen una fatalidad del destino son a veces pruebas elegidas por nosotros mismos para superarnos en nuestros defectos, y para aumentar nuestra capacidad de amar incondicionalmente. 


Ahora vuelvo a sacar una de las preguntas que te hice anteriormente. Si exteriorizamos sentimientos como el odio, la rabia, la ira o el rencor podemos dañar a los demás. Pero si nos los guardamos nos hacemos daño a nosotros mismos. ¿Entonces qué hacemos con ellos? 
Atajarlos de raíz. Procurar trabajar para que no se despierten internamente. Tomar conciencia de que la agresividad no viene del exterior, sino del interior, que se nos despierta porque la llevamos en nosotros mismos, que es una manifestación más de nuestro egoísmo. Si se despierta porque no se nos reconocen nuestros méritos es porque todavía no hemos superado la vanidad. Si ocurre porque sufrimos algún episodio de ingratitud o calumnia es porque tenemos que superar el orgullo o la soberbia. Que la agresividad es algo que depende del interior y no del exterior se pone de manifiesto cuando vemos que hay personas capaces de soportar las mayores impertinencias, los mayores ataques, sin perder la paciencia ni la sonrisa, mientras que otras, por cualquier motivo banal, estallan en ataques de cólera incontrolada. Los primeros son aquellos que espiritualmente han avanzado en la erradicación de la agresividad de sí mismos. Los segundos apenas han empezado a trabajarla. No nos frustremos si no podemos cambiar el universo exterior, sobre el cual tenemos poco poder de acción. Trabajemos por cambiar el universo interior sobre el cual tenemos todo el poder, y entonces lo que ocurra en el exterior dejará de ser motivo de enojo.
Continuará...
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Título: Las Leyes Espirituales  
Autor: Vicent Guillem 
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