La esencia de la autoestima es confiar en la propia mente y en saber que somos merecedores de la felicidad.
El mayor obstáculo en una relación romántica es el miedo a no sentirse merecedor del amor y el pensar que estamos destinados a sufrir.
Lo que muchos de nosotros necesitamos, aunque pueda sonar paradójico, es el coraje para tolerar la felicidad sin sabotearnos a nosotros mismos.
La autoestima, alta o baja, tiende a generar profecías que se cumplen por sí mismas.
Nosotros somos la única especie que puede formular una visión de qué valores merece la pena seguir, y entonces seguir los opuestos.
El respeto a uno mismo entraña la expectativa de la amistad, del amor y de la felicidad como algo natural, como resultado de quienes somos y de lo que hacemos.
El orgullo es la recompensa emocional del logro; no es un vicio que debamos vencer, si no un valor que debemos alcanzar.
Una mente que confía en sí misma se mueve con agilidad.
Siempre debe considerarse el miedo y el dolor como señales, no para cerrar los ojos, sino para abrirlos más.
Encontrar humillante admitir un error es un signo seguro de deficiente autoestima.
Podemos estar tan atemorizados de nuestros dones como de nuestros fallos. El asumir la responsabilidad de mi felicidad me vigoriza. Me devuelve la vida a mí mismo.
Algunas personas viven y se comportan como si no tuviesen derecho al espacio que ocupan. Si yo no hago algo, no va a cambiar nada.
Si nos desarrollamos de forma normal, transferimos la fuente de aprobación del mundo a nosotros mismos; pasamos de lo exterior a lo interior.
La verdadera autoestima es cómo nos sentimos con nosotros mismos cuando no todo va bien.
Nathaniel Branden