La obsesión llega y dice:
A partir de ahora, tu destino me pertenece. Haré que busques cosas que no existen.
Tu alegría de vivir me pertenece también. Porque tu corazón ya no tendrá paz, porque estoy expulsando al entusiasmo y ocupando su lugar.
Dejaré que el miedo se esparza por el mundo, y tú siempre estarás aterrorizado, sin saber por qué. No necesitas saberlo: lo que necesitas es seguir aterrorizado, y así alimentar el miedo cada vez más.
Tu trabajo, que antes era una Ofrenda, está ahora poseído por mí. Los demás dirán que tú eres un ejemplo, porque te esfuerzas más allá del límite, y tú sonreirás a tu vez y agradecerás el cumplido.
Pero en tu corazón, yo estaré diciéndote que todo tu trabajo es ahora mío, y servirá para apartarte de todo y de todos: de tus amigos, de tu hijo, de ti mismo.
Trabaja más, para que no puedas pensar. Trabaja más de la cuenta, para que dejes de vivir por completo.
Tu Amor, que antes era la manifestación de la Energía Divina, también me pertenece. Y esa persona a la que amas no se podrá apartar un momento siquiera, porque yo estoy en tu alma diciendo: ‘Cuidado, puede irse y no volver’.
Tu hijo, que antes debería seguir su propio camino en el mundo, ahora pasará a ser mío. Así, haré que lo rodees de cuidados innecesarios, que mates su gusto por la aventura y por el riesgo, que lo hagas
sufrir cada vez que él te desagrade o te provoque sentimientos de culpa porque no correspondió a todo lo que tú esperabas de él.
Por lo tanto, aunque la ansiedad sea parte de la vida, nunca dejes que ella controle tus movimientos.
Si se acercara demasiado, dile: No me preocupa el día de mañana, porque Dios ya está ahí, esperándome.
(Manuscrito encontrado en Aaccra, en todos los países de idioma español)