Pues tras haber analizado tres mandamientos de una tacada ya sólo nos queda uno: “No consentirás pensamientos ni deseos impuros”. ¿Qué me has de decir de este?
Que este mandamiento no existe. Ni siquiera está recogido en el Deuteronomio. Es de invención posterior. Tampoco las Iglesias cristianas protestantes lo contemplan. Sería mucho pedir al ser humano, al que tanto le cuesta actuar sin egoísmo, que ni siquiera tuviera pensamientos egoístas. El término “impuro” es además bastante ambiguo, aunque seguramente se refiere al deseo sexual que no entra dentro de los cánones que permite la Iglesia, es decir, cuando se produce un deseo sexual fuera de la relación del matrimonio. Es un mandamiento creado por el ser humano con el propósito de reprimir la libertad de sentimiento, de pensamiento y la libertad sexual.
Pues si hemos unido tres mandamientos en uno y hemos eliminado otro se nos quedan los mandamientos en siete y no diez.
¿Y quién dijo que tuvieran que ser necesariamente diez? Bueno, no importa porque hay tres consejos más que me gustaría añadir que me parecen bastante importantes y que deberíais tener muy en cuenta.
¿Cuáles son?
Respetarás el libre albedrío, respetarás la ley de la justicia espiritual y resolverás los conflictos, individuales y colectivos, de forma pacífica. Estos tres consejos están muy relacionados entre sí, pues la resolución de conflictos de forma pacífica implica ser justo y respetar el libre albedrío de los demás, de forma individual y colectiva.
¿Podrías profundizar un poco en cada uno de ellos para aclarar a qué se refieren?
Sí, aunque ya hablamos de ello cuando expusimos en qué consiste la ley del libre albedrío y la ley de la justicia espiritual. Respetar el libre albedrío es respetar la libertad de los demás, esto es, respetar su voluntad, sus opiniones, sus creencias, sus sentimientos y las decisiones que tomen respecto a su propia vida. La libertad de sentimiento no es más que una variante del libre albedrío. Nadie pertenece a nadie, por lo que nadie tiene derecho a apropiarse de la voluntad de los demás ni a decidir por los demás. Respetar la ley de la justicia espiritual es tratar a los demás como quisieras que te trataran a ti y no hacer a los demás lo que no quisieras que te hiciesen a ti, porque en realidad todo lo que haces a los demás te lo haces a ti mismo. Y esto hay que respetarlo tanto de forma individual como de forma colectiva.
Me queda claro lo de la forma individual. Pero a nivel colectivo, ¿a qué te refieres?
Pues a que la humanidad en su conjunto, para poder convivir de forma armónica, ha de respetar la justicia y el libre albedrío y ponerla en práctica, y eso se ha de reflejar en el funcionamiento de las sociedades, en las formas de gobierno, las leyes, la economía, la educación y la cultura. Y aunque en la teoría algunos países del mundo recogen en sus leyes los principios de libertad y justicia, en la práctica el egoísmo del ser humano se encarga de echarlos por tierra y sólo se quedan en papel mojado.
¿Algún ejemplo de lo que dices?
La esclavitud formal es ilegal en todos los países, pero prácticamente toda la humanidad se rige bajo un sistema económico y político que tolera y alienta la explotación y el abuso del ser humano de una forma tan semejante a la esclavitud formal que se confunde con ella. Muchos países esconden bajo una apariencia de democracia gobiernos que fingen servir al pueblo pero que en realidad se sirven del pueblo para satisfacer propósitos egoístas, o que aparentan querer la paz pero que fomentan la guerra y la justifican para que parezca que es la única opción para resolver los conflictos, cuando en realidad nunca buscaron otra opción. El que no ve otra opción es porque su egoísmo, su ambición y su codicia le ciegan y quiere salirse con la suya cueste lo que cueste. Pero siempre hay otra opción si hay voluntad, respeto y comprensión para los demás y disposición a renunciar a las actitudes egoístas. Por eso, tened en cuenta este consejo que os evitará mucho sufrimiento a vosotros y a los demás: resolverás los conflictos, individuales y colectivos, de forma pacífica. No utilicéis nunca la violencia, la coacción ni el chantaje, ni impongáis nunca vuestra voluntad sobre los demás, aunque os consideréis en posesión de la razón.
Esto me genera algunas dudas. ¿Si una persona es atacada, abusada o coaccionada, en definitiva, si siente su libre albedrío vulnerado por otra en algún aspecto de su vida, ha de permitir ese abuso para evitar un conflicto, o tiene derecho a defenderse?
Por supuesto que tiene derecho a defenderse. No sólo tiene derecho a defenderse sino el deber de hacerlo, pues tan importante es respetar la libertad de los demás como defender la libertad de uno mismo. No se trata de evitar los conflictos a base de someterse a la voluntad del más fuerte, sino de resolverlos evitando la violencia. Pero esto no implica que se tenga que poner a la altura del otro.
¿Algún ejemplo que nos sirva para aclarar este punto?
Si una mujer recibe malos tratos del marido no debe tolerarlo bajo ningún concepto. Pero esto no significa que la forma de evitarlo sea responder con la misma agresión, pues esto le igualaría al agresor. Lo lógico es alejarse del agresor y denunciar el maltrato para que la justicia se encargue de él.
Pero seguramente el agresor se va a enfurecer más con esas medidas y puede incrementar su nivel de violencia, con lo que el conflicto se vuelve más violento; eso parece contradecir el mensaje de resolver los conflictos de forma pacífica. ¿Qué me puedes contestar al respecto?
Que la violencia no la genera la víctima con su actuación, sino el agresor porque no se sale con la suya. Es el agresor el que debe aplicarse el consejo que aquí os damos de resolver los conflictos sin violencia, y no la víctima. Por favor, no confundáis el ser pacífico con el ser sumiso, porque son cosas diferentes. Aquí aconsejamos ser pacifico, pero no ser sumiso. Un buen ejemplo que os aclarará la diferencia es aquella persona que por ser pacifista se niega a prestar el servicio militar en aquellos países en que es obligatorio. ¿No le llamáis insumiso? Un pacifista es insumiso con la violencia, y actúa con coherencia y firmeza en sus convicciones. No permite que otros le obliguen a hacer algo que su conciencia le dice que está mal, con lo cual está luchando para que no se vulnere su libre albedrío.
Y a nivel colectivo, ¿si un país es atacado o invadido por otro, tiene derecho a defenderse o no?
Tiene derecho a defenderse, pero debe agotar siempre la vía pacífica. Ahí tenéis el ejemplo de Gandhi para comprobar que hay una diferencia entre ser sumiso y ser pacifista, y cómo la convicción en unos ideales nobles y justos, la voluntad y la firmeza, pueden conseguir grandes cosas sin recurrir a la violencia. Las guerras, los conflictos bélicos en general, no se producen de la noche a la mañana, ni los que tienen la voluntad de generarlos son mayoría. Generalmente existen unos intereses egoístas detrás de los conflictos armados, el afán de apoderarse de algo por parte de unos pocos, y éstos son los que engañan a los demás para que les hagan el trabajo sucio. Apartad a los ambiciosos beligerantes de los gobiernos y veréis que todas las guerras y conflictos violentos en general son evitables.
Bueno, creo que lo que consiguió Gandhi es una excepción, porque lo normal es que el fuerte siempre se imponga al débil. Y aún así hubo muchas víctimas inocentes.
Más víctimas hubiera habido si se hubiera producido una guerra. Y aunque fuera como dices, entended que el objetivo de la vida no es la lucha política, es el avance espiritual. Y aunque vosotros creáis que es injusto que un país invada a otro, y concluyáis que el fuerte al final se adueña del débil, debéis pensar que los invadidos del hoy pueden ser los invasores del pasado que viven ahora lo mismo que ellos hicieron pasar. Repasad la historia y veréis que las luchas entre pueblos han sido una constante en la historia del ser humano y que la posición de opresor y oprimido ha ido cambiando con el tiempo. Los pueblos que fueron oprimidos se vuelven opresores con suma facilidad, porque si no lo fueron antes no era porque no querían, sino porque no podían.
Y esto es debido a que en todos los pueblos, en todas las razas, encarnaban espíritus con un egoísmo muy primitivo, llenos de ambición, codicia y avaricia, que luchaban entre ellos para ver quién llegaba a ser el más rico y poderoso. Esto es lo que ha impulsado e impulsa a los seres humanos a luchar los unos contra los otros, la ambición, la codicia, la avaricia y el fanatismo. Pero todos los imperios, por muy poderosos que llegaran a ser, se han desmoronado con el tiempo, porque lo que no está basado en el amor es efímero. Lo que se ha de aprender de todo esto es que ese egoísmo en forma de ambición, codicia y avaricia genera mucho sufrimiento, y que a nadie le es grato vivir ese sufrimiento, por lo que cada uno debe luchar para eliminar ese egoísmo de su corazón. Cuando esta lección sea aprendida no habrá más luchas entre países, pueblos, razas o religiones, pues los espíritus que encarnen tendrán muy claro que ningún motivo justifica dañar a su hermano, pues sería como hacerse daño a uno mismo.
Continuará...
Extracto del libro “La ley del amor” - Las Leyes Espirituales II de Vicent Guillem