La falta de humildad es una característica del soberbio


¿Entonces la falta de humildad es una característica del soberbio o no?
La falta de humildad está en todas las etapas, en la de la vanidad, en la del orgullo y en la de la soberbia, y está más acentuada en el vanidoso que en los otros dos, por ser una etapa menos avanzada. Lo que ocurre es que cuesta mucho llegar a ser verdaderamente humilde, y ni siquiera espíritus en la etapa de la soberbia han conseguido desprenderse totalmente de ella. Cuando hemos dicho que el soberbio se caracteriza por faltarle humildad lo hacemos porque ya ha superado otros defectos y le queda éste como principal defecto a superar, mientras que el vanidoso o el orgulloso tienen otros defectos que superar antes que afrontar la superación de la falta de humildad. Algunas personas creen que por el hecho de reconocer que les falta la humildad ya han llegado a la soberbia. En realidad se identifican con esta etapa no porque les guste reconocer que les falta humildad, sino porque es una etapa más avanzada que el orgullo y que la vanidad y les gusta verse a sí mismos en el escalafón más alto del avance espiritual, por encima de los demás. Y esto es una característica propia de la vanidad, el querer ser más que los demás y el no querer ser menos que nadie. 


Me iría bien que me aclararas cuál es exactamente la moraleja de la historia anterior, porque no la tengo clara.
Lo que quería poner de manifiesto con esa historia es que tenéis una gran dificultad en admitir vuestro propio egoísmo. Por ello os esforzáis más bien en disimularlo, que no sea vea, más que en intentar mejorarlo verdaderamente, y esto hace que os estanquéis irremediablemente, porque el que no quiere admitir su egoísmo no puede superarlo. Por eso os tomáis muy mal los consejos de personas que os quieren ayudar y que os indican cuáles son las manifestaciones del egoísmo que se dan en vosotros. Sólo queréis que os regalen los oídos con halagos pero no queréis oír la verdad. Ensalzáis a los que os alaban mientras que criticáis a aquellos que os dicen la verdad con el propósito de que avancéis. Así es muy difícil avanzar. 


¿Pero no es cierto que estamos viviendo una época de despertar espiritual y que hay mucha gente deseosa de hacer algo por los demás?
Hay muchas personas hoy en día que dicen querer despertar a la espiritualidad y que quieren hacer algo por los demás. Y eso está bien. Pero antes de ayudar a los demás hay que mirarse bien a uno mismo y saber si lo que se quiere hacer es por ayudar a los demás o es para obtener admiración y reconocimiento de los demás. Si es lo segundo entonces es mejor no hacer nada. Es bueno mirar primero lo de uno mismo y ver hasta dónde llega nuestra capacidad. Ayudar a la gente no es fácil y requiere una gran preparación. Si no se está capacitado podemos cansarnos a las primeras de cambio o podemos confundir a los demás en vez de ayudarles. 


Entiendo por tus palabras que cada persona tiene una capacidad de amar y no todo el mundo puede hacer lo mismo por los demás. Pero ¿cuál es el primer paso que uno puede dar si verdaderamente quiere amar al prójimo?
El primer paso siempre ha de ser reconocer el egoísmo propio y poner mucho énfasis en evitar actuar con egoísmo hacia los demás. Si este paso no se da no se puede pasar a etapas más avanzadas. Lo normal es que casi nadie quiera hacer ese trabajo de profundizar en el interior y reconocer la parte egoísta. Por eso se estanca en el principio del camino y no puede recorrer ni un paso más allá. 


Hay personas que empiezan el camino de ayudar los demás de forma correcta recibiendo la ayuda espiritual necesaria para ejercerla. Pero ocurre muchas veces que las personas no se conforman con lo que reciben, sino que desearían recibir más y tener más capacidad de la que tienen porque se sienten bien en esa situación. Pero la capacidad del interior no se incrementa de la noche a la mañana, sino con un gran esfuerzo, con mucho tiempo de evolución, requiere muchas vidas de constancia en la eliminación el egoísmo y el desarrollo de los sentimientos. Pero hay mucha gente que quiere obviar ese trabajo personal. Les gustaría que por arte de magia una varita los tocara y los convirtiera en magos capaces de realizar los mayores prodigios. Querrían llenarse ya no sólo de amor, sino de alabanzas y admiración de los demás y esta ambición les impulsa a creer que lo que desean es una realidad. Es entonces cuando su propio defecto les hace creer que los pensamientos que su propio egoísmo les sugiere son un mensaje de guías espirituales, y que lo que se hace ahora con la intención de cobrar protagonismo es una ayuda desinteresada hacia los demás. No se busca ya avanzar espiritualmente sino sólo aparentarlo. Algunas personas son más conscientes que otras de esto, pues el egoísmo tiene formas muy sutiles y sugestivas de convencernos. Si la persona no toma conciencia de ello creerá que está avanzando espiritualmente cuando en realidad lo único que estará haciendo es incrementar su egoísmo. Hay formas de egoísmo que interfieren especialmente en el desarrollo del amor al prójimo y si no se combaten, las personas llegan a reemplazar la intención de amar al prójimo por la intención de aprovecharse del prójimo. 


¿Cuáles son estas formas de egoísmo que interfieren en el desarrollo del amor al prójimo?
Son la perfidia, la envidia, la ambición y la hipocresía, el afán de protagonismo y la arrogancia. 


¿Las podemos tratar ahora?
Sí 


Háblame de la perfidia.
Sí. La perfidia o malevolencia es el egosentimiento que define a aquel que actúa con voluntad o intención de hacer daño a propósito, que es consciente de ello y que encuentra cierta satisfacción o disfrute cuando consigue generar sufrimiento en los demás. La persona pérfida, suele emplear su inteligencia para buscar la manera de hacer el mayor daño posible sin ser descubierto y de esta manera desarrolla también la hipocresía. La perfidia se alimenta de otros egosentimientos, como la envidia o la ambición, de manera que el pérfido suele ser al mismo tiempo envidioso y ambicioso.


Continuará...


Extracto del libro  "La ley del amor" - Las Leyes Espirituales II de  Vicent Guillem