Todos los días, como de costumbre, la liebre mendiga se ponía a la misma hora bajo la sombra de un viejo árbol, no había día que no estuviese allí.
Los vecinos como cosa de rutina cada vez que pasaban junto a ella ponían en su viejo sombrero alguna limosna, hasta que poco a poco esta situación hartó a muchos animales del bosque que empezaron a preguntarse lo siguiente:
"Pero, ¿por qué pide limosna, si es joven y fuerte como cualquiera? ¿Qué es lo que le impide trabajar?"
Estos pensamientos se hicieron preguntas directas que la liebre mendiga se negó muchas veces a responder. Los vecinos comprendieron pronto que la liebre no era más que una holgazana, y por tal motivo decidieron darle una lección; suspender sus limosnas. La liebre, viendo que ya no podía sobrevivir, se sintió obligada a trabajar. Fue de puerta en puerta pidiendo que la emplearan, pero nadie quería confiar en ella, debido a la mala reputación que había ganado.
-¡Qué apuro más grande! ¿Cómo voy a trabajar si nadie quiere admitirme? -se decía la perezosa liebre.
Y ahora ¿Qué voy a hacer? Pasaron más de dos semanas antes de que la liebre pudiera al fin conseguir un empleo.
Este cambio tan inesperado hizo que la liebre se ganara la vida como los demás animales, quien desde entonces jamás volvió a holgazanear ni a pedir limosnas de ningún tipo.
Cada cuál debe afrontar su responsabilidad.
Moraleja:
¡Si aceptado por todos quieres ser, con honestidad debes proceder!
Desconozco su autor
Los vecinos como cosa de rutina cada vez que pasaban junto a ella ponían en su viejo sombrero alguna limosna, hasta que poco a poco esta situación hartó a muchos animales del bosque que empezaron a preguntarse lo siguiente:
"Pero, ¿por qué pide limosna, si es joven y fuerte como cualquiera? ¿Qué es lo que le impide trabajar?"
Estos pensamientos se hicieron preguntas directas que la liebre mendiga se negó muchas veces a responder. Los vecinos comprendieron pronto que la liebre no era más que una holgazana, y por tal motivo decidieron darle una lección; suspender sus limosnas. La liebre, viendo que ya no podía sobrevivir, se sintió obligada a trabajar. Fue de puerta en puerta pidiendo que la emplearan, pero nadie quería confiar en ella, debido a la mala reputación que había ganado.
-¡Qué apuro más grande! ¿Cómo voy a trabajar si nadie quiere admitirme? -se decía la perezosa liebre.
Y ahora ¿Qué voy a hacer? Pasaron más de dos semanas antes de que la liebre pudiera al fin conseguir un empleo.
Este cambio tan inesperado hizo que la liebre se ganara la vida como los demás animales, quien desde entonces jamás volvió a holgazanear ni a pedir limosnas de ningún tipo.
Cada cuál debe afrontar su responsabilidad.
Moraleja:
¡Si aceptado por todos quieres ser, con honestidad debes proceder!
Desconozco su autor