A los Pies del Maestro: Discernimiento



El primero de estos requisitos es el discernimiento; por lo cual entendemos, generalmente, la facultad de distinguir entre lo real y lo irreal, que conduce a los hombres a entrar en el Sendero.

Es esto y mucho más aún; y debe practicarse no sólo al comienzo del Sendero sino a cada paso que en él se diere; cada día, hasta el fin.

Entras tú al Sendero porque has aprendido que solamente en él pueden encontrase aquellas cosas que merecen ser alcanzadas.

Los hombres que no saben, trabajan por conquistar riquezas y poder, pero éstos duran a lo sumo una sola vida; y por tanto son irreales. Hay cosas más grandes que esas, cosas que son reales y perdurables; y una vez descubiertas, se extingue el deseo por las otras.

Solamente dos clases de seres existen en todo el mundo: los que conocen y los que no conocen; y este conocimiento es lo que importa.

La religión que un hombre profese, la raza a que pertenezca, no son cosas importantes; lo único que realmente importa es este conocimiento; el conocimiento del Plan de Dios para los hombres. Porque Dios tiene un plan, y este plan en la Evolución.

En cuanto el hombre ha comprendido este plan y lo conoce realmente, no puede menos que colaborar en él e identificarse con sus designios; tan gloriosos son como bellos.

Así pues, en virtud de este conocimiento, se hallará de parte de Dios erigiéndose en sustentador del bien y opositor del mal, trabajando por la Evolución y no por el interés propio.

Si está de parte de Dios, es uno de los nuestros y nada importa que se llame Hinduista, Budista, Cristiano o Mahometano; que sea Indio o Inglés, Ruso o Chino. Quienes están de Su parte, saben por qué están allí y qué deberán hacer, y están tratando de hacer.
Todos los demás ignoran aún lo que deben hacer y, por consiguiente, a menudo actúan neciamente y tratan de inventar procedimientos que cree pueden serle agradables, sin darse cuenta de que todos somos UNO y de que, por lo tanto, sólo aquellos que el UNO quiere, pueden en realidad ser placentero para cualquiera.

Van ellos en pos de lo irreal y no de lo real; hasta que hayan aprendido a distinguir entre lo dos, no podrán inclinarse hacia la parte de Dios. Por tanto, este discernimiento es el primer paso.

Más aún después de hecha la elección, debes recordar que de lo real y de lo ilusorio hay muchas variedades y que se debe discernir todavía entre lo real y lo erróneo; entre lo que tiene importancia y lo que no la tiene; entre lo útil y lo inútil; entre lo verdadero y lo falso; lo egoísta y lo desinteresado.

No debería ser difícil la elección entre lo recto y lo erróneo, puesto que aquellos que quieran seguir al Maestro, han decidido practicar el bien a toda costa.

Pero el cuerpo y el hombre son dos cosas diferentes y lo que el hombre quiere no es siempre lo que el cuerpo desea.

Cuando tu cuerpo deseare algo, detente y reflexiona si TU realmente lo deseas. Porque TÚ eres Dios y querrás solamente aquello que Dios quiere; pero es preciso que tú busques en la profundidad de tu ser, hasta encontrar al Dios en tu interior y escuchar Su voz que es TU voz.

No confundas tus cuerpos, ni el físico, ni el astral, ni el mental, con tu Yo. Cada uno de ellos pretenderá ser el yo, a fin de lograr lo que desea, pero tú debes conocerlos a ellos y reconocerte a ti mismo como su dueño.

Cuando hay trabajo que debe ser hecho, el cuerpo físico pide reposo, salir de paseo, alimento o bebida; y el hombre que no tiene el conocimiento se dirá: "Yo quiero hacer estas cosas y debo hacerlas"; pero el que sabe dice: "Este que desea NO SOY YO y es preciso que espere".

A menudo cuando se presenta una oportunidad de ayudar a alguien, el cuerpo físico dice: ¡Cuanta molestia será para mí; mejor es que lo haga otro!". Pero el hombre replica a su cuerpo: "Tú no me impedirás ejecutar una buena obra"

El cuerpo es un animal a tu servicio, el corcel sobre el que cabalgas. Por consiguiente, debes tratarlo bien y cuidarlo; no debes fatigarlo demasiado; hay que nutrirlo convenientemente, tan sólo con alimentos y bebidas puras, manteniéndolo siempre escrupulosamente limpio, libre de la menor mancha de suciedad.

Porque sin un cuerpo perfectamente limpio y sano no podrás llevar a cabo el arduo trabajo de preparación, ni podrás soportar el esfuerzo incesante que ello requiere. Pero tú debes ser siempre quien domine a tu cuerpo y no el cuerpo quien te domine.

El cuerpo Astral tiene SUS deseos por docenas; querrá que tú montes en cólera; que digas palabras ásperas, que sientas celos; que codicies el dinero; que envidies las ajenas posesiones; que te dejes abatir por desaliento.

Deseará todas esas cosas y muchas más, no porque quiera hacerte daño, sino porque gusta de las vibraciones violentas y le place cambiarlas continuamente. Pero TU no necesitas ninguna de estas cosas y por tanto debes discernir entre tus necesidades y las de tu cuerpo astral.

Tu cuerpo mental deseará considerarse orgullosamente separado de los otros; pensar mucho en sí y poco en el prójimo. Aún cuando lo hayas desligado de los intereses mundanos, tratará todavía de ser egoístamente calculador y de hacerte pensar en tu propio progreso en vez de pensar en la labor del Maestro y en ayudar a los demás.

Cuando medites, tratará de hacerte pensar en las mil diversas cosas que ÉL desea, y no en la cosa única que TU anhelas. No eres tú esa mente; si no que ella está a tu servicio, y por lo mismo también en esto necesitas el discernimiento.

Vigila, pues, incesantemente, porque de otro modo fracasarás.

El esoterismo no admite componendas entre lo bueno y lo malo. A cualquier costo deberás hacer aquello que sea correcto, y abstenerte de lo indebido, sin reparar en lo que piense o diga el ignorante.

Estudia profundamente las leyes de la naturaleza y cuando las hayas conocido adapta tu vida a ellas, empleando siempre la razón y el sentido común.

Debes distinguir entre lo importante y lo no importante. Firme como una roca cuando se trate de la rectitud o de la maldad, cede siempre en las cosas que no tengan importancia. Porque habrás de ser siempre afable y bondadoso, razonable y condescendiente; dejando a otros la misma plena libertad que a ti te es necesaria.

Procura seleccionar aquello que merezca hacerse y recuerda que no debes juzgar por la magnitud de la cosa. Una minucia que sea directamente útil para la labor del Maestro, es mucho más digna de hacerse que una cosa notoria que el mundo juzgaría buena y grande.

Debes distinguir no sólo lo útil de lo inútil, sino también lo más útil de aquello que sea menos útil.

Alimentar a los pobres es una obra buena, noble y útil; Pero alimentar las almas es más noble y más útil que nutrir los cuerpos.

Cualquier rico puede alimentar los cuerpos, pero sólo quienes poseen el conocimiento pueden alimentar las almas. Si posees el conocimiento, tu deber es ayudar a otros a obtenerlo.

Por muy sabio que ya seas, te queda mucho por aprender en este Sendero, a tal grado, que aquí también necesitas el discernimiento para elegir cuidadosamente lo que valga la pena de aprender.

Todo conocimiento es útil, y algún día alcanzarás todo el saber; pero mientras poseas sólo una parte, procura que esta parte sea la más útil.

Dios es Sabiduría a la par que Amor, y cuanto mayor sea tu sabiduría tanto mayor parte de Él podrás manifestar. Estudia, pues; pero ante todo, estudia aquello que más te capacite para ayudar a otros.

Persevera pacientemente en tus estudios, no con el fin de que los hombres te consideren sabio, y ni aún por la felicidad de ser sabio, sino por que tan sólo el hombre que sabe puede ayudar sabiamente.

Por grande que sea tu anhelo de prestar ayuda, si eres ignorante podrías hacer más mal que bien.

Deberás distinguir entre la verdad y la falsedad; deberás aprender a ser veraz en todo; en el pensamiento, en la palabra y en la acción.

En primer lugar en el pensamiento; y esto no es fácil, porque en el mundo hay muchos pensamientos falsos muchas necias supersticiones, y quien se hallare esclavizado por ellas no podrá progresar.

Por consiguiente, no debes abrigar una creencia simplemente porque mucha gente piense así; ni porque haya existido por siglos; ni porque esté escrita en cualquier libro que los hombres tengan por sagrado; deberás pensar por ti mismo y juzgar por ti mismo si la creencia es razonable.

Recuerda que aunque mil personas estén de acuerdo sobre un asunto, si nada saben acerca de tal asunto, su opinión carece de valor.

Quien deseare hollar el Sendero deberá aprender a pensar por si mismo, pues la superstición es uno de los mayores males del mundo, uno de los grilletes de los cuales deberás liberarte por completo.

Debe ser verdadero tu pensamiento respecto de los demás. No pienses de ellos lo que no te conste, ni supongas que ellos te tienen de continuo en su mente.

Si una persona hiciere alguna cosa que tú creas pueda causarte daño; o dijere algo que creas se refiere a ti; no pienses enseguida: "Este quiere ofenderme". Muy probable es que ni siquiera haya pensado en ti, porque cada alma tiene sus propias dificultades, y sus pensamientos giran principalmente en torno de sí.

Si alguna persona te hablare coléricamente, no pienses: "Me odia, trata de perjudicarme". Probable es que cualquier otra persona o cosa le haya puesto iracundo, y por haberte encontrado, descargue sobre ti su cólera. Él está actuando estultamente, porque la ira es tontería, mas no por eso te es lícito pensar erróneamente de él.

Cuando llegues a ser discípulo del Maestro, podrás siempre verificar la exactitud de tu pensamiento comparándolo con el suyo.

Porque el discípulo es uno con su Maestro, y basta con que eleve su pensamiento, hasta el pensamiento del Maestro, para percibir inmediatamente si concuerda con él. Si no está de acuerdo, su pensamiento no es correcto y lo cambiará instantáneamente, porque el pensamiento del Maestro es perfecto, pues Él lo sabe todo.

Aquellos que todavía no han sido aceptados por Él, no pueden hacerlo así por completo; pero mucho podrán ayudarse deteniéndose a menudo y proponiéndose la pregunta: "Acerca de ésto", ¿qué pensará el Maestro? En esta circunstancia: ¿qué haría o qué diría el Maestro? Porque jamás deberás hacer, o pensar, aquello que no puedas imaginar que el Maestro haga, diga, o piense.

Debes igualmente ser verídico en la conversación, preciso y sin exageración.

Nunca atribuyas motivos a otro; sólo su Maestro conoce sus pensamientos y podrá suceder que aquel actué por razones que jamás hayan pasado por tu mente.

Si oyeres palabras de descrédito para alguien, no las repitas; podría no ser cierto y, aunque lo fuese, es más caritativo callar. Reflexiona bien antes de hablar para que no digas inexactitudes.

Sé sincero en la acción; nunca pretendas aparecer diferente de cómo realmente eres; porque toda simulación es un obstáculo para la luz pura de la verdad, que debería resplandecer a través de ti como la luz solar refulge a través de un límpido cristal.

Aprende a distinguir entre lo egoísta y lo desinteresado. Porque el egoísta y lo desinteresado. Porque el egoísmo tiene muchas formas, y cuando crees haberlo destruido por fin en una de ellas, surge en otra, tan fuerte como siempre.

Pero gradualmente estarás tan lleno del pensamiento de ayudar a los demás, que no tendrás ya lugar ni tiempo para pensar en ti mismo.

Tienes aún que usar el discernimiento en otra forma: aprende a descubrir el Dios en cada uno y en todas las cosas, por malos o malas que puedan aparecer superficialmente.

Puedes ayudar a tu hermano mediante aquello que tienes de común con él, que es la Vida Divina. Aprende el modo de despertar aquella vida en él; aprende a hacer un llamamiento a esa vida en él, y de esta suerte salvarás a tu hermano del mal.