Sólo tenéis derecho a criticar de los demás aquellas
debilidades que habéis logrado vencer en vosotros. Cada vez que emitís un
juicio negativo sobre alguien, sois juzgados vosotros mismos. ¿Y por quién? Por
vuestra conciencia, vuestro tribunal interior. Una voz se despierta entonces en
vosotros para preguntar: «Y tú que te pronuncias así, ¿estás seguro que de una
forma o de otra no tienes este defecto?... ¿A esta debilidad de la que ya eres
culpable, por qué añades la falta de indulgencia, la falta de amor? ¿No sientes
que en tu corazón, en tu alma, estás perdiendo alguna cosa?»
He aquí el castigo infringido a aquel que juzga a los demás
sin tener derecho a hacerlo: las luces lo abandonan. Algunos dirán: «¡Pero esta
voz de la que nos habla, no la hemos escuchado nunca!» Evidentemente, porque
han hecho todo lo posible para volverse sordos.
Omraam Mikhaël Aïvanhov