Por
eso surge el miedo, y al abandonar el mundo viejo, tan cómodo, tan seguro, también surge el dolor. Es el mismo
dolor que siente
el niño al abandonar el vientre materno, el mismo dolor que siente el pájaro al salir del huevo, el mismo dolor que sentirá el pájaro
la primera vez que intente alzar el vuelo.
El miedo a lo
desconocido, y la seguridad de lo conocido, la inseguridad de lo desconocido, lo impredecible de lo desconocido... todo
eso asusta mucho.
Y
como se va a producir la transformación de tu propio ser en un estado de no ser, el tormento será terrible, pero no
se puede experimentar el éxtasis sin pasar por el tormento. Para purificarse,
el oro
tiene que pasar por el fuego.
El amor es fuego.
Debido
al dolor del amor, millones de personas llevan una vida sin amor. También ellas
sufren, pero su sufrimiento es inútil. Sufrir con
el amor no es sufrir en vano. Sufrir con el amor es creativo, te lleva
a los niveles más elevados de la consciencia. Sufrir sin amor es un derroche absurdo, que no lleva a ninguna
parte, que te mantiene en el mismo círculo vicioso.
La
persona sin amor es narcisista, está cerrada. Solo se conoce a sí misma. ¿Y cuánto puede conocer de sí mismo si no ha
conocido al otro? Porque solo el otro puede funcionar como espejo. Nunca te
conocerás a ti mismo sin conocer al otro. El amor es también algo fundamental para el conocimiento de uno mismo. La
persona que no ha conocido al otro con profundo amor, con intensa pasión, con
éxtasis, no podrá saber quién es ella misma, porque no tendrá espejo
en el que ver su propio reflejo.
La relación es un
espejo, y cuanto más puro es el amor, cuanto
más elevado el amor, mejor el espejo, más claro. Pero el amor más elevado requiere que te abras. Para el amor
más elevado tienes que ser
vulnerable. Tienes que deshacerte de tu coraza, y eso resulta doloroso. No
debes estar constantemente en guardia. Tienes que deshacerte de la mente
calculadora, arriesgarte. Tienes que vivir peligrosamente. El otro puede
herirte, y ese es el miedo a ser vulnerable.
El otro puede rechazarte, y ese es el miedo a enamorarse.
El
reflejo de tu propio ser que encontrarás en el otro puede resultar feo; de ahí surge la ansiedad. Evita el espejo,
pero si lo evitas no te volverás guapo. Tampoco crecerás evitando esa
situación. Hay que aceptar el reto.
Hay que adentrarse
en el amor. Ese es el primer paso hacia Dios, y
no se puede rehuir. Quienes intentan rehuir el paso hacia el amor nunca llegarán a Dios. Ese paso es necesario
porque solo tomas consciencia de tu
totalidad cuando te provoca la presencia del otro, cuando tu presencia queda realzada por la
presencia del otro, cuando te sacan de tu mundo narcisista, cerrado, al
cielo abierto.
El
amor es un cielo abierto. Enamorarse significa alzar el vuelo, pero no cabe duda de que el cielo ilimitado produce
temor.
Y
deshacerse del ego es muy doloroso porque nos han enseñado a cultivarlo. Pensamos que el ego es nuestro único
tesoro. Lo protegemos, lo decoramos, lo
perfeccionamos, y cuando el amor llama a nuestra puerta,
lo único que se necesita para enamorarse es dejar
a un lado el ego, sin duda algo muy doloroso. Le has dedicado toda la
vida, es lo único que has creado, ese ego tan feo, esa idea de «Yo soy algo
distinto de la existencia».
Esta idea es fea
porque es falsa. Esta idea es ilusoria, pero nuestra sociedad está basada, en
la idea de que cada persona es una persona, no una presencia.
La verdad es que en
el mundo no hay ninguna persona, sino solo presencia.
Tú no existes, no como ego, como algo distinto del todo.
Formas parte del todo. El todo te penetra, el todo
respira en ti, palpita
en ti, el todo es tu vida.
El
amor te proporciona la primera experiencia de estar en sintonía
con algo que no es tu ego. El amor te da la primera lección para estar en
armonía con alguien que nunca ha formado parte de tu ego. Si puedes estar en
armonía con una mujer, si puedes estar en
armonía con un hombre, con un amigo, con tu hijo o con tu madre, ¿por qué no puedes estar en armonía con
todos los seres humanos? Y si estar en armonía con una sola persona
produce tal gozo, ¿cuál será el resultado
de estar en armonía con todos los seres
humanos? Y si puedes estar en armonía con todos los seres humanos, ¿por qué no
con los animales y los árboles? Un peldaño lleva al otro.
El
amor es una escalera. Empieza con una persona y acaba con la
totalidad. El amor es el principio; Dios el final. Temer al amor, tener miedo de sufrir dolor por el amor equivale a quedarse
encerrado en una celda oscura.
El
hombre actual vive en una celda oscura, es narcisista. El narcisismo es la mayor obsesión de la mente actual.
Y entonces surgen
los problemas, problemas absurdos. Algunos problemas son creativos porque te
llevan a una consciencia más elevada. Hay
problemas que no te llevan a ninguna parte; simplemente te mantienen
atado, te mantienen en tu antigua confusión.
El
amor crea problemas. Puedes evitar esos problemas evitando el amor, pero son
problemas esenciales, que hay que afrontar, que hay
que vivir, superar. Y para superarlos, hay que recorrer el camino. El amor es
lo único que realmente merece la pena. Todo lo demás es secundario. Si
contribuye al amor, es bueno. Todo lo demás se
reduce a un medio, mientras que el amor es el fin. Por tanto, adéntrate
en el amor, a toda costa.
Si no te adentras
en el amor, como han decidido hacer tantas personas,
te quedarás anclado en ti mismo. Entonces tu vida no es una peregrinación, no
es un río que desemboca en el mar, sino una charca de agua estancada,
sucia, y dentro de poco no habrá sino porquería
y cieno. Para mantenerse limpio hay que seguir fluyendo. Un río se mantiene limpio porque fluye sin
cesar. El fluir es el proceso para mantenerse siempre virgen.
Un
amante siempre se mantiene virgen. Todos los amantes son vírgenes.
Quienes no aman no pueden mantenerse vírgenes; se quedan aletargados, estancados, tarde o temprano empiezan a apestar —más
bien temprano que tarde— porque no tienen adónde ir. Su vida está
muerta.
En
esa situación se encuentra el ser humano actual, y por eso proliferan las neurosis, las locuras. Las enfermedades
psicológicas han adquirido proporciones
epidémicas. Ya no se trata de unas cuantas
personas enfermas psicológicamente; la realidad es que la tierra entera se ha
convertido en un manicomio. La humanidad entera padece una
especie de neurosis.
Y
esa neurosis procede del estancamiento narcisista. Todo el mundo se aferra a la ilusión de tener su propio ser,
algo distinto del resto, y la gente se vuelve loca. Y esa locura carece
de sentido, es improductiva, nada creativa.
O las personas se suicidan. También esos suicidios son improductivos, faltos de
creatividad.
Quizá
no te suicides con veneno, tirándote desde un acantilado o pegándote un tiro,
pero puedes suicidarte con un proceso muy lento,
que es lo que suele ocurrir. Muy pocas personas se suicidan de
golpe. Otras prefieren un suicidio lento, ir muriendo poco a poco, lentamente, pero se puede decir que existe
una tendencia suicida casi generalizada.
Esa
no es forma de vivir, y la razón, la razón fundamental, es que hemos olvidado el lenguaje del amor. Ya no tenemos la
suficiente valentía para adentrarnos en esa aventura llamada amor.
Por eso a la gente le interesa el sexo, porque con el sexo no te
arriesgas. Es algo pasajero, y no te implicas. El amor significa implicación,
compromiso; no es algo pasajero. En cuanto empieza a arraigar, puede durar para
siempre. Puede suponer un compromiso de por vida. El amor requiere intimidad, y solo cuando intimáis
se puede convertir el otro en espejo.
Cuando hay un encuentro sexual con una mujer o con un hombre, no os encontráis;
simplemente evitáis el alma de la
otra persona. Os limitáis a utilizar el cuerpo de esa persona y salís
corriendo, y la otra persona utiliza tu cuerpo y sale corriendo. No
llegáis a la intimidad necesaria para revelaros mutuamente vuestro auténtico
rostro.
Osho - El libro del Ego
Osho - El libro del Ego