¿Sonreímos porque estamos contentos o estamos contentos porque sonreímos?
Algunas corrientes de pensamiento desmontan la creencia común de que nuestro estado de ánimo condiciona nuestro lenguaje verbal y no verbal. Si estamos eufóricos, abrazamos; si estamos felices, reímos y sonreímos.
La programación neurolingüística ayuda a reinvertir el proceso, de manera que nuestro lenguaje influya en nuestro estado de ánimo. Este campo de la psicología, que surge en los años 70, se utiliza para curar procesos de trauma y para ayudar a las personas en su búsqueda de la felicidad.
La programación neurolingüística (PNL) confirma las palabras del filósofo Ludwig Wittgenstein:
“Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo” - Ludwig Wittgenstein— Paramujeres (@pmujeres) 27 de febrero de 2017
Además de las palabras, la ciencia estudia cada vez más el papel que juega el lenguaje no verbal en procesos comunicativos que son fundamentales en las relaciones humanas. El lenguaje no sólo guarda relación con el intelecto y las ideas, sino también con las emociones, que influyen en la forma en que las personas se desenvuelven y se relacionan con los demás. Las personas utilizan la programación neurolingüística para controlar emociones recurrentes que juegan en su contra. Lo que algunos psicólogos llaman autosabotaje y que lleva a tener “olvidos” en momentos cruciales como una entrevista de trabajo o un examen, a “meter la pata”, a cometer errores difíciles de explicar en “gente profesional”.
Mucha gente lo “pasa mal” durante muchas horas cada día, pero a veces el malestar desemboca en procesos depresivos y de crisis de ansiedad que duran semanas. “Cuando trabajamos en el control emocional, empezamos a indagar en esa parte de nuestro cerebro que genera estos estados emocionales, muchas veces de manera automática”, sostiene Manuel Roca Alvarez, experto español en programación neurolingüística en España. Las personas desatan sus propios procesos de negatividad. Por medio del lenguaje y otras herramientas se pueden generar otro tipo de reacciones de la gente ante situaciones que antes les producían sufrimiento.
“En mi percepción, el pensamiento lleva a la emoción”, sostiene Roca Alvarez. Al no caer en la cuenta, las personas repiten los procesos mentales que los lleva a la desesperación, al hastío, a la negatividad y a la depresión. Una persona puede sustituir la lista de cosas que “tiene que hacer” desde que se levanta por las cosas que va a “elegir hacer”, porque quiere. Se trata de querer lo que uno hace para hacer lo que uno quiere.
A estos conocimientos podemos agregar el descubrimiento de que muchas enfermedades son somáticas, que tienen relación con el estado de ánimo. Así lo sostiene David Ponce, autor de El dolor de espalda y las emociones. Pero también enfermedades de la tiroides, la diabetes, problemas del corazón, úlceras y algunas formas de tumores se relacionan a emociones como el estrés, el miedo, la rabia y el resentimiento.
Como primer paso, Roca Alvarez recomienda tomar conciencia de las propias emociones negativas y de preguntarse a uno mismo si las quiere seguir sintiendo. De esta forma, las personas pueden dar un paso más allá del “estoy triste” o en el que se encierran. No sólo se trata de decir “estoy enojado”, sino de preguntarse si uno quiere seguir así y de poner los medios para remediarlo.
Se trata de gestionar las emociones (inteligencia emocional), algo para lo que muchas personas tienen facilidad por su experiencia vital y por el ejemplo en su hogar. Pero muchos otros tienen que “desaprender lo aprendido” en el hogar: reacciones de ira, gritos, violencia física o chantaje emocional con frases como “mamá ya no te va a querer si no eres bueno”.
Además de usos clínicos y terapéuticos para muchos psicólogos, muchas empresas empiezan a utilizar la programación neurolingüística. Las mejoras emocionales aumentan el rendimiento de los directivos y los empleados, que aprenden a manejar situaciones de estrés y a canalizar sus emociones para obtener el máximo rendimiento. También podría ayudar a deportistas de élite. En deportes como el tenis, el estado de ánimo juega un papel a veces más importante que el técnico y el físico.
Si para cambiar el mundo hay que transformar nuestro corazón, como decía el slogan de una ONG, es preciso empezar por llamar a las cosas por su nombre. Transformar nuestro lenguaje para un mejor diálogo interior.
Fuente: Carlos Miguélez Monroy para elextranewspaper.com